La Peluche emerge en la escena travesti rosarina con la misión de tender un puente con las primeras generaciones disidentes de la ciudad. Una apuesta a construir políticamente desde la ternura, rescatando los saberes de una comunidad organizada que sobrevive al tiempo.
Con la tersura de un osito, la suavidad de un objeto aparentemente inanimado, La Peluche irrumpe en la escena travesti de Rosario con muchos objetivos pero esencialmente con una misión: construir un puente con las primeras generaciones disidentes de la ciudad. Son genuinas herederas de un linaje que recupera una historia militante, hecha con retazos de muchas otras historias, y con el sustrato de Comunidad Travesti Trans, una organización que se ha transformado en el semillero del activismo local. Ellas no necesitan carta de presentación, pero sí sus novísimas crianzas, que pululan de aquí para allá con la urgencia de quien recibe un legado cargado de futuro.
La historia del bautismo incluye múltiples versiones, y dos protagonistas: Laly Krupp como sacerdotisa de un momento inaugural, y Chabe, uno de los socios fundadores.
“Pero vos sos el puto peluche”, le dice la travesti al verlo vestido con ropa peluda y esponjosa en reiteradas ocasiones. Después Jota, como en una epifanía, se terminó de convencer: es La Peluche y es con A, desafiando toda lógica de género. “Para nosotros fue súper importante el reconocimiento de las chicas, pero en términos de ser visibles, ellas hicieron posible la unión intergeneracional, encontrar a las más viejas y a las pendejas y tejer ahí, preguntarnos cómo estamos, escucharnos un rato”, dice.
El punto de encuentro no fue una asamblea, ni un tradicional mitin político, sino las primeras ferias organizadas en la vereda de la casa de Jota, en barrio Echesortu; Chabe desplegó sus ofertas de la llamada moda circular – ropa, calzado e indumentaria recuperada – , hubo una barra de tragos, comida vegana, fanzines, stickers, ilustraciones y musiquita para celebrar. Después, el mecenazgo de la poeta Morena García hizo lo suyo y el colectivo se echó a rodar haciendo carne la política de la ternura. Así se sumaron al Festival Nación Trava, pusieron en marcha un roperito popular y participaron de la celebración por la reparación histórica a las travestis y trans de la post dictadura.
Como si todo eso fuera poco, el grupo también salió a disputar el sentido de la discusión política con el archivo “Nuestros besos”, la primera producción audiovisual de La Peluche que recupera las escenas del afecto travesti más visceral y los confronta con la crueldad del presidente Javier Milier en su primer año de gobierno. “Es una memoria abierta, un acto de creación ante el horror, los sucesos de opresión, los silencios mediáticos y las formas manipulativas del poder dominante”, dice la esquela que acompaña el video.
Nombrarse travesti y peronista
Las peluches cuentan que fue la prédica de Morena lo que las hizo sentirse parte del gran paraguas travesti entendido como un punto de partida hacia formas más libres y menos punitivas de la identidad. “La Morena dice ‘ustedes tienen una marca en la frente’ y esa marca es a fuego y para siempre”, resume Jota. Meru asiente con la mirada y pide la palabra: “Siento que aprendemos un montón de las pibas, ellas tienen muchas historias, y en cierto modo algo de nuestra generación permea hacia ellas, es un ida y vuelta”. Una sinergia que garantiza la transmisión de saberes y la supervivencia de una comunidad que tuvo que organizarse para vencer al tiempo.
En el medio aparecieron algunos interrogantes: ¿yo puedo nombrarme travesti? ¿qué pasa con la genitalidad? ¿y las que no pasamos por un calabozo? “Creo que no tenemos que tener ciertos rasgos o características para que nos lean”, apunta Meru. “Ahí es donde aparece lo político de la identidad, y ese abrazo nos lo dieron todas las pibas de Comunidad, pero especialmente Morena”, sentencia Jota. Respetando las tradiciones del colectivo, la poeta rosarina se transformó en una mamá de calle que abriga y aloja, sin pedir currículums ni prontuarios. “Morena es mamá peluche – agrega Chabe – es la que nos dio un abrazo profundo desde el principio, muy genuino”.
En frecuencia travesti, y mientras transcurría esta conversación, otra pregunta sobrevoló el aire: “¿La Peluche políticamente es peronista? Porque yo así lo siento”, disparó Jota. “Yo digo que sí hermana”, respondió Rau con celeridad después de haber permanecido en silencio durante largo rato escuchando las reflexiones de sus compañeros. Acechado por las miradas, Meru también se despachó: “Siendo sincero, hace un par de años me consideraba más anarquista, pero escuchando a Karla (Ojeda) contaba cómo habían ayudado a una compañera y entendí que el peronismo hace que las cosas sucedan. Entonces quizás no me enuncio como peronista, pero es lo que me convoca”, confiesa.
Entre la urgencia y la organización
Aún en tiempos pre apocalípticos, las peluches entienden que todavía hay espacio para la organización popular y disidente; Rau dice que lo esencial “es encontrarse, sobrevivir lo mejor posible entre nosotros” y poder pensarse en el marco de una comunidad ampliada, acompañando las movidas de los distintos sectores LGTBIQ+. Allí también entran a tallar las urgencias, lo que no puede esperar: un plato de comida, una casa, un trabajo. ¿Pero qué pasa con la posibilidad de proyectar un futuro a mediano y largo plazo? ¿Hay lugar para disputar el sentido de lo inmediato y planificar más allá?
Jota se mira en el espejo de Comunidad Travesti Trans y dice que sí, que es absolutamente necesario darse un tiempo para sortear la coyuntura y hablar de políticas públicas surgidas desde y para la propia comunidad, como el caso de la reparación histórica a las sobrevivientes de la post dictadura, o los cupos laborales en el Estado y las universidades, hasta llegar incluso a la propia Ley de Identidad de Género, un verdadero hito de las organizaciones. “Digo política pública y también pienso en la ternura y el amor, el poder acompañarnos también queda y va más allá de las urgencias”, señala.
En esa tónica, y frente a los discursos que hablan de un agotamiento de la agenda de la diversidad sexual, el grupo plantea que hay un solo camino: la acción colectiva entendida como un poderoso anticuerpo frente al individualismo lacerante del presente neoliberal. “Yo siento que en esta época se despertó más el activismo. Escuché a algunas personas decir que la batalla cultural está perdida y yo no lo creo para nada. Pero también hace muchos años escuché pedir a la Miya (Vargas) que otras organizaciones levanten nuestras banderas como nosotras lo hicimos con otras causas y siento que eso nunca pasó”, expresó Rau.
Como en la historia de las dos plazas, la del matrimonio igualitario en 2010 desbordada de personas y la de la identidad de género en 2012 semivacía, Rau piensa que hay algo de esa lógica que no se ha modificado con el paso de los años, y que tal vez se vuelve más dolorosa en momentos donde la crueldad acecha desde las altas esferas del poder. “No he visto mucha gente que haya sentido en su piel que el promedio de vida de las travestis sigue siendo de 35 años. Y lo vemos en las calles: en la marcha de travesticidio éramos 200 personas, cuando matan a una travesti somos las mismas 30 de siempre reclamando en tribunales”.
No obstante, y contra todo pronóstico, La Peluche insiste en construir desde el afecto. “Aunque parezca naif, yo creo en la ternura y en la organización”, dice Chabe. “Si cada vez somos más personas las que nos nombramos travestis, por ahí también es un acercamiento a la vecina, a la tía, a la hermana, que siempre nos vieron paradas en una esquina y se termina esa asociación con lo criminal que todavía sigue siendo muy difícil de romper”, abunda Rau. Jota, con mirada reflexiva remata: “Es poder entrelazarnos, la trava que todavía se sigue parando en la zona y la que es enfermera. Cuantos más lugares ocupemos mejor, y ¿por qué no soñar con que el mundo sea trava?”.