100 Evitas Rosario nació como fruto de la movida artística y cultural que en el 2019 conmemoró los 100 años de Eva Perón. Un grupo de mujeres que participó de aquella caravana histórica, fundó la organización que hoy es refugio, contención y espacio de cuidado comunitario en barrio Cristalería.
Es jueves, tarde de merienda en la Casita Azul de barrio Cristalería. Hace frío, aunque todavía persistan algunos tibios rayos de sol. La fila para retirar la leche y las rosquitas recién preparadas va cobrando espesor. En general, son madres las que llegan con un recipiente entre sus manos para buscar lo que elaboraron las cocineras de la organización 100 Evitas. A veces también se acerca algún niño o una niña de la mano de un tío, un hermano, un familiar relativamente cercano y algunos casos ameritan el seguimiento que las compañeras realizan para conocer su situación, el grado de escolarización que tienen -en caso que lo tengan- la vulnerabilidad social que atraviesan. “Las familias vienen de todos lados, al principio eran de la zona pero ahora están viniendo de más lejos, hay mucha necesidad” me cuenta Anabel, la responsable de la cena que se realiza los días martes.
En su cabeza hace números y diseña las recetas equilibradas en nutrientes. Esa es la clave, dice quien coordina a las doce cocineras que desde las tres de la tarde comienzan a preparar la comida. Con poco, hacen magia: arroz con pollo o atún, capeletinis, guisos con carne, verduras diversas, pastel de papa, pastas de todo tipo. Lo mismo sucede con la merienda donde se prioriza la variedad de sabores: tortas combinadas con frutas, tartas dulces, bombones de chocolinas y avena, turrones de chocolate, chipás, facturas con crema pastelera, medialunas, bizcochos, budines, muffins, tortas fritas. La ayuda con la que cuentan es cada vez más escasa. A veces reciben donaciones del Banco de Alimentos y mercadería “muy limitada” que provee el gobierno provincial, pero como sucede en tantos otros comedores y merenderos, la asistencia alimentaria se incrementa porque cada vez son más las familias que ya no logran llegar ni al día para cubrir un almuerzo o una cena.
“Han cerrado muchos merenderos y entonces eso hace que se incremente la cantidad de gente que viene. La necesidad es muy grande”, sentencia Anabel. En general, son alrededor de 80 familias las que retiran la comida cada semana en la Casita Azul, aunque afuera diluvie o el calor se vuelva insoportable. En el merendero llevan anotados más de 110 niños. Anabel comenta que cada vez son más los que estiran la merienda para suplir la cena. Las organizaciones sociales que habitan y conocen la realidad de los barrios rosarinos son un termómetro social. Allí se revela lo que los supuestos índices de inflación o superávit desconocen. El hambre, la falta de laburo, la plata que ya no alcanza, familias que se han caído del sistema. Son también espacios de cuidado comunitario imprescindibles en contextos de crueldad política y en el marco de un gobierno que reprime y hostiga el accionar de las organizaciones de base.
“Con la nueva etapa política abierta en Argentina desde diciembre de 2023, las organizaciones comunitarias están siendo blanco del ataque estatal y sufriendo importantes intentos de estigmatización. La deslegitimación de su rol en la sostenibilidad de la vida en los territorios aparece como un objetivo específico. Es posible identificar en este sentido impactos en diferentes dimensiones que hacen a las condiciones de posibilidad del fortalecimiento de las organizaciones: el desmantelamiento de las políticas de reconocimiento económico (y su impacto sobre las mujeres), la interrupción de las políticas que otorgaban recursos a las organizaciones (como alimentos), la emergencia de nuevas y graves problemáticas sociales en las poblaciones y territorios en los que se sitúan estas organizaciones (como las vinculadas a consumos problemáticos y el narcotráfico en los barrios), entre otros. Frente al avance de la derecha y el individualismo, el análisis de las redes y las tramas comunitarias es fundamental por su potencialidad política para construir formas alternativas de la vida en comunidad” sostiene la Asociación Civil Lola Mora en su estudio sobre Cuidados Comunitarios elaborado con apoyo de ONU Mujeres.
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Débora se sumó hace cuatro años al 100 Evitas. Recuerda aquel primer acercamiento con emoción porque fue acá, en este espacio pintado de azul con la mística de Evita, dónde Debo -así la llaman- encontró reparo y contención. Vive a tan solo media cuadra y es la que se ocupa -además de la merienda de los días jueves- de articular con centros de salud y escuelas cercanas para atender situaciones familiares cada vez más complejas. Cuenta, con lágrimas en los ojos, que llegó “con una mano atrás y otra adelante”. Tiene un hijo con discapacidad y en ese momento no contaba con el CUD, tampoco con empleo, ni siquiera con la nafta para poder llegar con su moto a las actividades de la organización. Se fue sumando de a poco y hoy es uno de los pilares del espacio integrado en su mayoría por mujeres de distintas edades. “Para mi la Casita Azul es como mi casa, acá todo esta bien, acá me siento bien. Fui creciendo, y hoy estoy encargada de la merienda que se da los jueves de 15.30 a 16.30. son más de 110 chicos, entonces las compañeras se llevan las materias primas y cocinan en sus casas. Acá hacemos la leche. Elaboramos nutritivo. Y venimos trabajando hace bastante tiempo, somos 9 mujeres y a veces se suma mi hija”.
Para Débora la necesidad no solo es material, económica o alimentaria, aunque la urgencia estalle por el costado más visible. Entonces, el acompañamiento se vuelve vital para poder, por ejemplo, tramitar el dni, un certificado de pobreza, revincular a un niño con la escuela pública o recibir en la organización a chicos derivados de un centro del salud o un hospital para reforzar el apoyo escolar. La articulación entre el Estado y las organizaciones es fundamental, aunque no siempre exista. “Abrazamos porque ya estuvimos en un lugar así”, dice Anabel que se integró hace más de cinco años y con la experiencia de haber sostenido a pulmón, un merendero en su propia casa.
Mailen es una de las referentas políticas que tiene el espacio. Es clara cuando analiza el contexto social. “Estamos cumpliendo un rol que debería tener el Estado. Y sabemos que cuando se trabaja en un ida y vuelta entre las organizaciones comunitarias y las áreas estatales, el vínculo es muy enriquecedor porque las organizaciones podemos acceder a herramientas del Estado para poder acercarlas a las familias y porque conocemos cuáles son esas necesidades que hay en los barrios, estamos todos los días acá, y eso además, le sirve al propio Estado en su labor”. Lo cierto es que la realidad cambió drásticamente. La organización hoy sostiene lo básico: merienda, cena y algunos pocos talleres como el de reparación de celulares y apoyo escolar. Lo que perdió continuidad es la proyección a futuro. Espacios que no tenían que ver únicamente con la asistencia alimentaria. Dice Maylén: “Antes podíamos generar otros vínculos con las juventudes, podíamos mostrarles otras oportunidades. Porque la realidad es que para los jóvenes la opción que tienen hoy es trabajar en lugares súper explotados o el narcotráfico. Nadie elige caminos que sean violentos, la realidad es que la sociedad también te va llevando a eso. Y lamentablemente hasta vemos que ser soldadito se esta transformando de a poco en una especie de estatus para los pibes”.
“Estamos cumpliendo un rol que debería tener el Estado. Y sabemos que cuando se trabaja en un ida y vuelta entre las organizaciones comunitarias y las áreas estatales, el vínculo es muy enriquecedor porque las organizaciones podemos acceder a herramientas del Estado para poder acercarlas a las familias y porque conocemos cuáles son esas necesidades que hay en los barrios, estamos todos los días acá, y eso además, le sirve al propio Estado en su labor”.
Cristalería es un barrio ubicado al extremo norte de Rosario, muy cercano a la Cerámica. Territorios que tienen una identidad marcada por la vida fabril e industrial que el neoliberalismo se ocupó de dinamitar. A unos metros de la ruta 34 se ubica la casita de 100 Evitas: en la esquina de Conway y Calderon, a solo una cuadra y media de la escuela 1226 Gesta de Mayo. Son barrios relativamente urbanizados en los que el narcomenudeo y el consumo se fueron transformando en una problemática cada vez más cotidiana y cada vez más cruel. En los que la muerte violenta de niños y niñas menores de 16 años conmueve, paraliza, atemoriza y entristece a toda una comunidad, como ocurrió con Maite y Máximo, asesinados en una balacera en el año 2023.
“Estamos teniendo muchos casos de jóvenes con adicciones y eso vemos que está creciendo. Y a la vez, tenemos un gran problema que es que no hay espacios de atención. Es muy limitado lo que podemos hacer”, dice Débora con preocupación y resume con una frase: “Acá hay un abandono social que se siente”.
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100 Evitas nació al calor del centenario del nacimiento de la líder política del peronimo, Eva Perón. Podría decirse que la piedra fundacional fue aquel 7 de mayo de 2019. Rosario fue cuna de una movida artística, social, cultural y popular sin precedentes. “Nos fuimos juntando en un club para hacer la caravana de las 100 evitas. Éramos mas de 100 mujeres de todas las edades que nos fuimos juntando y haciendo un recorrido, por la ciudad, por puntos significativos para el peronismo y representando hitos en la historia. Fuimos al Saladillo, también se recordó a mujeres olvidadas de la historia del peronismo, fuimos al Cristo representando el momento de la proscripción, después fuimos a Gobernación, y ahí todas las mujeres fuimos personificadas” recuerda Mailen. El objetivo tenía que ver no solo con recordar y homenajear a Evita sino también con recuperar la dimensión política de la mujer en el peronismo.
De ese proyecto artístico quedó el núcleo duro de lo que hoy es la Asociación Civil 100 Evitas. “Somos una organización que claramente tiene un posicionamiento político” suma Tamara, otra de sus integrantes fundacionales. Al principio se juntaban en la casa de alguna compañera hasta que surgió la posibilidad de alquilar el espacio en Cristalería. Hoy, “La Casita Azul” es un refugio pensado y hecho por mujeres del barrio y más allá. “Acá vienen vecinas que tienen a sus hijos, porque la idea es que no dejen de hacer cosas o de participar en las actividades porque tienen que sostener las tareas de cuidado. Hacia adentro nuestro nos organizamos entre nosotras y eso fue muy valioso. Entonces armamos un espacio de cuidado” aportan.
La casa es un espacio que refleja vitalidad y al mismo tiempo, una referencia política ineludible. En el comedor hay pequeño altar peronista que no se oculta ni se esconde, todo lo contrario, el legado de Perón y Evita se lleva con orgullo. “Acá se ve todo lo que hacemos y en todo lo que destinamos los recursos que tenemos. Es muy necesario que el Estado valore el trabajo y el saber que tienen las organizaciones barriales porque somos un espacio de cercanía con los vecinos y vecinas”. Ese saber construido desde el barro es lo que posibilitó, por ejemplo, articular junto al Estado un operativo a domicilio de la entrega de la Tarjeta Alimentar durante la pandemia. Mailen se lamenta cuando le pregunto a qué quedó reducido el programa Potenciar Trabajo. El gobierno de Milei lo convirtió ahora en dos planes denominados “Volver al trabajo” y “Acompañamiento social”, quitándole quizá su principal virtud: la contraprestación que tenían que llevar adelante sus beneficiarios, los que a su vez cobraban el equivalente al 50% del Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM). El monto actualmente sigue congelado en una suma fija de 78.000 pesos.
“El potenciar trabajo ha sido muy valioso. Hay compañeras que han dicho que era la primera vez que tenían algo registrado y propio. Hoy lamentablemente muchas ya no lo tienen. Esto no era un plan, era un programa de trabajo. La idea era poder profundizarlo, había control, había una articulación para que esa gente pudiera trabajar en el Estado cuando lo necesitara, por ejemplo, cuando fue el operativo de vacunación o con la tarjeta alimentar y ahora lo han reducido a un verdadero plan, no tienen que hacer nada. es mentira que quieren generar trabajo, todo lo contrario, quieren que la gente subsista con migajas y así muchos se empiezan a conformar cada vez con más poco”.
Como sostiene la Asociación Lola Mora en su proyecto de Cuidados Comunitarios, “la construcción de un nuevo paradigma que se proponga una sociedad del cuidado como horizonte estratégico y a los cuidados como un bien común requiere del reconocimiento y la visibilización del ámbito comunitario como un vértice irremplazable de una organización social de los cuidados que coloque la sostenibilidad de la vida en el centro”. Pero hoy ese horizonte parece impensado bajo una política de brutal retiro del Estado que ejerce el presidente Javier Milei. El gobierno de la Libertad Avanza no solo desconoce e ignora el saber popular de las organizaciones de base territorial si no que además despliega un feroz hostigamiento hacia todo lo que hacen, producen y generan.
Las 100 Evitas persisten a pesar de los tiempos oscuros que nos tocan vivir. La estrategia es reforzar las redes comunitarias y el lazo social organizando actividades que convoquen a la comunidad como la pintada de un mural para el frente de la casa o la jornada por el día de las infancias. En su mayoría quienes participan son mujeres, muchas violentadas por parejas o ex parejas. La violencia machista también se recrudece bajo un gobierno que eliminó todos los programas de contención, promoción de derechos y prevención de las violencias. El retroceso, dice Mailen, es abismal. “El Programa Acompañar era muy necesario, porque sin recursos es muy difícil salir de la violencia. Ahora estamos pidiendo otra vez que no nos maten cuando antes tratábamos de llegar a tiempo”. Débora asiente y refuerza: “En los centros de salud hay faltantes de chip y anticonceptivos”.
Anabel por su parte, mientras ceba mate dice: “Nosotras podemos estar lastimadas por dentro pero sacamos fuerza de donde no te imaginas. Nacemos como el ave fénix. Muchas compañeras han pasado por violencia de género, y acá hemos podido acompañarlas no solo desde lo alimentario, sino desde lo emocional, y han podido salir de ese lugar y han visto cómo pueden lograr muchas cosas solas y salen a trabajar y buscan estar acá porque acá se sienten sostenidas”. Para ella, 100 Evitas es su lugar de sanación, “su cable a tierra”. Y Tamara desde el extremo de la mesa, mientras va cayendo la tarde en el barrio, mientras se preparan para llenar de colores la Casita Azul con un mural que reivindique el deseo de seguir vivas, resume: “Nuestro objetivo es seguir creciendo y sostenernos hoy que no es poco. No nos vamos a achicar frente a nada porque creemos firmemente en la construcción desde abajo y popular”.