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La música, el encierro y lo urgente

  • 09/12/2025
  • Eli Soldano
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Hace ocho años un grupo de artistas rosarinos decidió usar la música, su herramienta de trabajo, como una forma de militancia. Así nació Canción Urgente, una agrupación que con el correr del tiempo se convirtió en impulsora de movidas solidarias y, a través de talleres, llegó a barrios, escuelas y cárceles para enseñar a la población un oficio vinculado al arte.

“Una vez un chico que estaba detenido me dijo que en el taller de guitarra aprendía a tocar y cantar, y así se podía enamorar y se podía salvar”, dijo el músico y militante social Ezequiel “Choza” Salanitro mientras caminaba las veredas de La Sexta. El docente es uno de los impulsores de Canción Urgente, agrupación que preside, la cual nuclea a varios artistas rosarinos que desde hace más de seis años recorren diferentes cárceles de la ciudad con una doble misión: enseñar un oficio que abra alguna puerta laboral una vez recuperada la libertad; y brindar una herramienta de expresión a un sector que suele ser silenciado.

El martes 18 de noviembre representantes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y diferentes organizaciones que trabajan con personas detenidas y componen la red “Abrir la prisión”, entre ellas Canción Urgente, se dieron cita en La Siberia para hacer un balance anual. Allí, destacaron que cada vez es más difícil llevar trabajo a las cárceles, lo que hace que el post-encierro sea más complejo que el encierro en sí.

“A la persona privada de su libertad nunca se le pregunta qué desea”, dijo una mujer ante varias miradas que, sentadas en una ronda con forma de U, la seguían atentamente. A esto, claro, los integrantes de Canción Urgente lo saben y lo padecen: la falta de propuestas artísticas y la alta demanda de ellas dentro de los muros fue, en parte, lo que los motivó a gestionar estos talleres artísticos años atrás, y es también lo que actualmente los impulsa a pelear contra los feroces recortes estatales y a sostener con uñas y dientes los pocos programas que aún quedan en pie.

Hasta diciembre de 2023 la agrupación tenía casi veinte talleristas, con propuestas a las que asistían entre 80 y 90 personas privadas de su libertad. Hoy, la ONG tiene cuatro dispositivos en contextos de encierro: en la Unidad 5 da un taller de teatro; en la Unidad 6 uno de composición de canciones; en el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil (CERPJ) trabaja con jóvenes –junto a la Facultad de Psicología–; y, en lo que respecta al post-penitenciario, hay una propuesta artística –que actualmente se llama “Los perros de la calle” y es sostenida junto a la organización Liberados– que recibe a las personas que salen de la cárcel.

“Cuando mejorás la situación de la gente que está detenida y no reincide, tenés un quilombo menos como sociedad. Llegar a las cárceles con una herramienta como el arte genera transformaciones”, esgrimió Salanitro, quien defendió el trabajo que la organización lleva adelante desde hace años en las unidades penitenciarias.

Cuando la música toma la posta

En junio del 2017 un joven que estaba en situación de calle murió en una vereda del macrocentro rosarino: en la ciudad hacía dos grados bajo cero y él sólo tenía una frazada y un pantalón corto. Conmovidos por el hecho, varios músicos, junto con el Movimiento Solidario, decidieron hacer un “Frazadazo”. Salanitro, que participó de aquella actividad, recordó: “Se armó una cosa simbólica muy linda, un gran fogón donde la gente venía a cantar un repertorio de música popular y en el medio dejaba frazadas. Usamos el aumentativo azo para hacer un homenaje a las grandes revueltas del pueblo argentino cuando las cosas no estaban bien”.

Llegar a las cárceles con una herramienta como el arte genera transformaciones

“Ese primer encuentro detonó un potencial que había en un montón de artistas de la ciudad que tenían un fuerte compromiso social. Ese fue el génesis de Canción Urgente, una ONG que a lo largo de los años derivó en otros dispositivos y actividades”, señaló el músico. En los últimos ocho años la agrupación no sólo siguió con el Frazadazo, sino que además realizó colecta de útiles, pañales y alimentos e impulsó diferentes talleres de formación artística en barrios e instituciones.

En los primeros años de Canción Urgente sus integrantes se reunían una vez a la semana para discutir las acciones que iban a llevar adelante. De a poco, la organización empezó a trabajar con merenderos barriales y a tener peso en los territorios de la ciudad. “En 2020, cuando llegó la pandemia, repartimos alimentos y elementos de higiene, dimos clases de apoyo y acompañamiento en un montón de líneas, articulando con el Estado y otras organizaciones. También empezamos a visibilizar a músicos que quedaron afuera del sistema, muchos de ellos eran callejeros o tocaban en los colectivos. Nos convertimos en un grupo de artistas que hacía cosas sociales y fue inevitable que surja la posibilidad de hacer talleres, que son una herramienta muy potente en el orden de lo pedagógico”, observó el presidente de la ONG.

De a poco, los artistas desembarcaron en escuelas, barrios y cárceles con diferentes propuestas como talleres de fotografía, murga, composición musical, música urbana y teatro. Ocho años después varias de estas propuestas se mantienen, aunque para eso haya que hacer malabares.

Llegar a las cárceles

Desde el vamos Canción Urgente tuvo un especial interés por trabajar en las cárceles. El cantante de Cielo Razzo e integrante de la agrupación, Pablo Pino, visitaba con cierta frecuencia al cantante de la banda Callejeros Patricio “Pato” Fontanet, quien cumplía condena en el penal de Ezeiza, y ante las situaciones que allí veía insistía con la necesidad de llevar arte a las personas privadas de su libertad.

El primer vínculo que Canción Urgente tuvo con las cárceles ocurrió en noviembre de 2018, cuando integrantes de la agrupación fueron invitados a cantar en el cierre de un taller literario que se daba en la Unidad 6. Sin embargo, en los meses previos los músicos golpearon varias puertas para poder llevar oficios artísticos a la prisión, algo que finalmente pudieron concretar a mediados de 2019.

“Era muy complicado entrar a la cárcel. Allí solamente ingresan algunas políticas públicas, el Servicio Penitenciario o alguna iglesia. Como nosotros no teníamos ninguno de esos anclajes, buscamos alguna asociación civil que nos permita trabajar en las unidades. Ahí lo conocemos a Luciano “Lucho” Vigoni, que en ese momento estaba a cargo del Nueva Oportunidad, un programa con talleres de oficios para personas que estaban en contexto de encierro. Por intermedio de él en 2019 empezamos con un taller de composición de canciones, que es una posible salida laboral”, repasó Salanitro.

Cuando los integrantes de Canción Urgente llegaron por primera vez con su música a la cárcel, a fines de 2018, ya sabían que en cuestión de meses tendrían su propio taller intramuros. Bastó un breve intercambio con uno de los detenidos para saber que iban en el rumbo correcto: “Hubo un momento bisagra –dijo “Choza”– que fue cuando uno de los chicos, que estaba en un taller de tatuajes, se acercó y cantó un poco. Le comentamos que íbamos a armar un taller y cuando nos separamos me agarró la mano y me dijo ‘Nos vemos en abril’. Era noviembre. Ahí me cayó la ficha de que hay otra forma de entender el tiempo. El pibe pensó a cinco meses como un parpadeo. Ocho meses después aparecimos con el primer taller en la Unidad 6”.

En el marco de este taller de composición musical se logró que los chicos graben algunas canciones, pero también que el arte gane lugar en la prisión y se convierta en un oficio: un decreto articuló este programa con el Ministerio de Trabajo, de forma que quienes hacían el curso podían –si su comportamiento lo ameritaba– tener certificados de buena conducta y reducir sus condenas.

Durante la pandemia Canción Urgente se dedicó a acompañar a quienes salían de las cárceles. “Empezaron a sumarse algunos chicos que terminaron siendo parte de nuestro post-penitenciario, que es como un egreso musical que hoy coordina Fernando ‘Pacha’ Braidotti, que es un pibe liberado. En 2019 también se armó ‘Los Propios’, el primer grupo musical, que compuso varias canciones”, recordó Salanitro.

Tras los buenos resultados obtenidos en la Unidad 6, la agrupación se animó a avanzar con más capacitaciones en 2021 y desembarcó en la Unidad 5, también conocida como la cárcel de mujeres. Allí –junto a la agrupación “Mujeres tras las rejas”– se dieron talleres de percusión, teatro y se impulsó un programa para las infancias que estaban en el jardín “Grillitos de Pan”, el cual funcionaba en el pabellón de madres. Sumado a la formación en composición, ese año se llevaron adelante cuatro propuestas en diferentes espacios.

¿Sin lugar para el disfrute?

El trabajo con los niños que estaban en la cárcel de mujeres se extendió hasta fines de 2023: “El único momento feliz que había en ese lugar –sostuvo Salanitro– era cuando se hacían los cumpleaños de los chiquitos que estaban en el pabellón. Entonces pensamos en un taller de animación que le genere herramientas a las pibas para poder organizar una fiesta, hacer juegos y cantar. Las actividades que hacíamos eran muy lúdicas, divertidas, musicales. Nosotros pensábamos en esas infancias y en la desgracia que estaban padeciendo, no tenían ninguna culpa de estar detenidos, por eso teníamos que hacer lo mejor posible. En el marco de este taller nos disfrazábamos, hacíamos tortas, venían artistas que trabajan con el universo infantil. Pero hace dos años que no podemos llevar adelante estas propuestas. Es deshumano quitarle a las infancias eso”.

Cuando Maximiliano Pullaro asumió a la gobernación lanzó una serie de restricciones en los penales que, en la cárcel de mujeres, incluyó la suspensión de este taller para las infancias. Al respecto, el presidente de Canción Urgente apuntó: “Entiendo que teníamos una sociedad con problemas de seguridad y necesitábamos algunas modificaciones, porque había mucho miedo, pero con esta lectura han ejercido muchísima mano dura sobre personas que solo por el hecho de estar detenidas tienen que padecer estas nuevas leyes o reglamentaciones. Falta presencia del Estado para contener a los pibes”.

Algunas de las cosas que cambiaron dentro de las cárceles santafesinas fue el ingreso de dispositivos tecnológicos: “Antes nos dejaban usar celulares, ahora no podemos pasar nada, está totalmente prohibido. A los talleristas nos limitan nuestro trabajo, porque usábamos el teléfono para ver letras de canciones, pasar beats e incluso hacer registros, hemos hecho podcast con testimonios de algunas pibas. En la cárcel de mujeres hace dos años que no podemos hacer ninguna actividad musical en el jardín”.

La falta de talleres artísticos no es la única falencia que tienen las infancias dentro del penal: uno de los puntos que se expuso en el encuentro de organizaciones que trabajan en contextos de encierro fue la falta de pediatras en las cárceles. “Está la idea de que los pabellones de madres desaparezcan, pero en el proceso esas infancias ven totalmente vulnerados sus derechos, y eso es tremendo”, alertaron.

La eliminación del programa para las infancias es sólo una muestra de las políticas intramuros: de los cuatro talleres que Canción Urgente llegó a tener en la Unidad 5 sólo quedó uno, y la misma suerte corrió la Unidad 6, donde quedó una de las dos capacitaciones que brindaba la ONG. “También teníamos un post-penitenciario que estaba buenísimo, los pibes venían a ensayar y grabar, pero eso no duró nada”, lamentó Salanitro.

El titular de la ONG detalló que la eliminación de talleres también implicó que varias personas pierdan una fuente laboral y, por consiguiente, un ingreso: “A los talleristas se les paga a través de un convenio. En los últimos dos años pasamos de tener diez talleres a tener tres, se nos recortó mucho presupuesto y tuvimos que dejar a un montón de compañeros afuera. La gente que se queda sin laburo no se va contenta”.

De los pibes para los pibes

A partir de 2020 Canción Urgente y la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) articularon un programa de extensión sobre intervenciones culturales en cárceles. Dos años más tarde se lanzó “Melodías repensadas”, un proyecto que involucra a artistas, estudiantes de quinto año, graduados y a los menores que están detenidos en el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil (CERPJ).

“Hacemos una especie de musicoterapia, trabajamos en ronda y en el medio ponemos galletitas, mate, cosas que compartimos, es como un fogón simbólico. Estos dos años fueron bastantes drásticos y caóticos, hubo varias restricciones y cambios. Ahora los chicos cumplen 18 años y los pasan directamente a la cárcel de mayores, eso es bastante drástico, implica una adaptación muy compleja”, explicó Salanitro.

Todos los martes por la mañana los estudiantes o egresados de psicología van al Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil. Si bien desde Canción Urgente tienen pensados varios talleres dentro de este organismo, advierten que de momento no tienen apoyo estatal para llevarlos adelante. Sin embargo, en una realidad que parece tirar para abajo, la esperanza llega de la mano de los pibes: cada vez más estudiantes de Psicología se suman a este taller y deciden trabajar con los menores que están privados de su libertad. 

Por último, el profesor de música remarcó que si bien las personas detenidas tienen acceso a la educación inicial, primaria, secundaria y universitaria, en ninguno de estos niveles se enseña arte: “Pareciera que la música, el teatro, la pintura o la danza están restringidos, no se puede liberar el alma y eso me parece tremendo. Además, los pibes esperan muy deseosos estos espacios, tienen muchas ganas de participar y ser escuchados”.

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Eli Soldano

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