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Liturgia y celebración del pueblo disidente  

  • 12/09/2025
  • Martín Paoltroni
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El festival Nación Trava se consolida como un espacio de resistencia política y cultural de la comunidad LGTBIQ+. En su tercera edición, reunió a militantes, activistas, artistas e intelectuales para debatir sobre el amor, la domesticación y los desafíos de un pueblo agredido por las políticas ultraconservadoras del gobierno nacional. 

Fotos: @giulia.ant / CC Parque España

Ungido como el ateneo político y cultural de las disidencias rosarinas, el festival Nación Trava parió su tercera edición con un objetivo claro: interpelar, una vez más, a la heteronormalidad y sus prerrogativas sobre el amor, los vínculos, el cuerpo y la construcción política. Una liturgia que recupera los ritos y ceremonias de un pueblo que sobrevive, contra todo pronóstico, a la política genocida de sucesivos gobiernos neoliberales y a la fragilidad obscena de las alianzas electorales progresistas. Como si esto fuera poco, también nos invita a formar parte de este gran paraguas travesti que materializó la poeta Morena García cuando imaginó la organización de una nación nacida en la calles y criada en los calabozos. 

Con el sello de CaPra, la productora local que organiza eventos “con ternura y furia travesti”, el 5 y 6 de septiembre se encendió el Centro Cultural Parque de España con dos jornadas preparadas para alborotar el gallinero y aceitar el pensamiento en plena debacle del mileísmo. El puntapié inicial lo dio la gran Laly Krupp, estridente, voluptuosa y verborrágica, coronada como la capitana total de este enorme barco que, aún atrapado entre murallas de cemento, zarpó por las corrientes imaginarias de un paraná arcoiris. En esta edición, el conversatorio central giró en torno al amor putx, la domesticación y la potencia afectiva de un movimiento profundamente golpeado por las políticas regresivas del gobierno libertario. 

Georgina Orellano, la secretaria del sindicato de las trabajadoras sexuales, habló sobre la higienización de las vidas LGTBIQ+, y aseguró que el sistema nos ofreció entrar para casarnos y tener nuestros documentos, pero a cambio proyectó modelos de militancia basados en la individualidad heróica “para poder ser aceptados y tener los mismos derechos que tienen los blancos, los pakis, los heterosexuales”. Michelle Vargas Lobos, de Comunidad Travesti Trans, recordó todos los rechazos del amor romántico y aseguró: “Para nosotras el amor es un movimiento. Cuando decimos que primero está lo colectivo no lo decimos metafóricamente, es real, no podríamos tener las políticas públicas que tenemos sino hubiéramos peleado desde el amor.”. 

En el living también estuvo Giovi Novello, activista por los derechos de las infancias trans, y autor del libro “El secreto más profundo”, que nació como una herramienta para acompañar a las familias en el proceso de transición: “Si todo tu paso por la escolaridad pasa por sobrevivir no estamos hablando de igualdad de posibilidades con otros adolescentes, en donde otros están pensando qué hacer después (de la escuela) y vos estás llorando todos los días porque tenés que ir a un lugar donde no te llaman por tu nombre”, señaló. A su turno, la antropóloga e investigadora del CONICET, Male Oneglia, reflexionó, entre otros temas, sobre la política de alianzas de las disidencias y disparó: “Nos acostumbramos a dar por perdida a la gente que votó por Milei en vez de preguntarnos qué pasó que votó a Milei”. 

“Para nosotras el amor es un movimiento. Cuando decimos que primero está lo colectivo no lo decimos metafóricamente, es real, no podríamos tener las políticas públicas que tenemos sino hubiéramos peleado desde el amor.”. 

A un costado del escenario, en uno de los túneles del complejo cultural, se erigió un altar travesti con reliquias del colectivo: en el centro, una ilustración de la enorme Alejandra González, militante rosarina fallecida en el 2018 cuyo nombre fue impuesto al cupo laboral trans en esa casa de estudios; también estaba la visera de Nicole, trabajadora municipal muerta en 2024 y cuya presencia en los escenarios de la marcha del Orgullo fue recordada por todes; y otros elementos que caracterizan el modo de vida de las travas como un par de siliconas que alguna compañera le donó a otra para que tenga su primer par de tetas, remeras, tacos, cigarrillos, estampitas, y un cuadro con una leyenda de la Pedro Lemebel: “No tengo amigos, tengo amores”. 

La primera noche cerró con la voz exquisita de Sofi Casadey, cantante rosarina que deslumbró al jurado de La Voz Argentina en 2018, y dejó abierta la página musical del festival que en su segunda jornada reunió a un grupo de voces notables de la comunidad. El escenario central del sábado tuvo como protagonistas a les chiques de La NN y a Sudor Marika, el sexteto de cumbia porteño que encabeza la resistencia cultural a los regímenes de la ultraderecha en Argentina, y cuyas letras marcan el pulso de las discusiones entre maricas, travas y tortas. Tita Print, cantante del género tropical y militante feminista, también fue de la partida al igual que la inconmensurable Ayelén Beker, en uno de los mejores momentos de su carrera artística y musical. 

Después de la cumbia, las cuerpas transicionaron con la increíble Laurita Gosh y un set electrónico que puso a vibrar en pleno a toda la nación trava; paralelamente, y en grupos de 40 personas, se pudo ver en el auditorio central el montaje final de Pulsión Trava, una residencia de creación en performance con el sello de Fanática Viciosa, la dirección técnica de Alma de Camaleón y la participación de Fausta Concha, Selva, Yamay, Tadeo, Viole, Isabella, Casta y Delfina. A la medianoche el festival llegó a su fin, pero no las energías renovadas de una comunidad organizada según sus propias prácticas ancestrales. Ahora habrá que esperar un año más para volver a esta celebración, aunque sus ideas ya están en el aire para multiplicarse victoriosas en un pueblo que no para de crecer. 

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Martín Paoltroni

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