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Las partes de un todo

  • 23/11/2025
  • Maria Cruz Ciarniello
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Pensar la libertad después de la cárcel. El trabajo como ordenador de una vida post encierro. La sociedad y el castigo. La contracara: una cooperativa de liberados que recicla plásticos, el material más contaminante de los últimos años. La economía circular como proyecto y horizonte de posibilidad. Cabeza y corazón como respuesta a las «políticas del infierno»

Un patio, una casa vieja, una esquina de Rosario, un montón de pequeños sueños apilándose en bolsones de polipropileno de 90×90. Una montaña de paragolpes de autos en desuso, una pila de porta jabones desarmados, tres recipientes repletos de pequeños dispositivos metálicos. Las partes de un todo. El reciclado y el plástico. Las cicatrices que deja la cárcel y más allá, y más acá, un proyecto cooperativo. Después del encierro; la intemperie. Después del encierro; un casa vieja, un patio, la esquina de barrio la Sexta, el plástico reciclándose, los mates compartidos y un sueño colectivo. Las partes de un todo.

Javier Ruiz Díaz es un histórico militante barrial de Tablada, un pibe liberado que construyó hace 12 años un refugio para niños y jóvenes de su barrio: un Rancho Aparte que sigue creciendo y ampliando sus alas, aún en medio de la desolación, entre el hambre, la pobreza, la violencia, el desamparo estatal. “Coco”, como todos lo llaman, no deja de crear y buscar estrategias de supervivencia para esos pibes, algunos ya adultos, que nacen en el barrio o han transitado el encierro carcelario. Allí dentro, entre muros, conoció a compañeros como Juan. Y allí dentro también circula su nombre como sinónimo de un afuera que cobija, abriga, sostiene. Porque se sabe: la realidad suele ser demasiado hostil con quienes egresan de un penal. “La libertad no es fantástica porque uno pensaría que ya con la libertad viene toda una cuestión de alegría, y en realidad acontece un período muy crítico para las personas. Son muchas dificultades que ponen a prueba esa libertad. Por eso la libertad no es tan libertad. Los relatos de esos primeros momentos en el afuera están marcados por los esfuerzos que tuvieron que hacer y las dificultades que atravesaron. Salir sin nada a la calle, salir con el cartel de tumba en la cara. Aparece una percepción de que los saberes adquiridos en los talleres quedan cortos, son insuficientes. Las dificultades de obtener y sostener un trabajo, incluso informal. El principal problema tiene que ver con la urgencia de sostener las condiciones materiales y económicas de la familia. Cómo se pone en crisis este rol identitario, sobre todo de los varones: cómo ocupar ese rol de proveedor material en la familia” explica la antropóloga Estefanía Invernizzi en su reciente investigación.

Hace dos años atrás empezó a germinar una idea que lo obsesionaba: la generación de empleo. ¿Qué pasa después de un taller de capacitación? ¿Qué se hace con ese oficio que se aprende en el marco de un programa provincial o al interior de una organización social, o incluso, dentro de la cárcel?.

-Cuando se habla de la reinserción, o que muchos vuelven a la cárcel, es porque afuera tampoco hay algo que te motive a quedarte. Llevar el pan a la mesa, caer con el peso de que saliste y que en tu asuencia faltaron un monton de cosas como ser papá, ser esposo. Entendíamos que Rancho podía cubrir ciertas patas que tienen que ver con los jóvenes hasta 18, 19 años pero que faltaba  tal vez la más importante: empezar a trabajar con los pibes mas grandes.

A su alrededor, Luis, Néstor, Juan y Damián lo escuchan. Cada uno aportará su mirada y contará su experiencia. De cómo llegaron hoy a ser los protragonistas de la incipiente cooperativa “Puro Plástico”. “Para mí la cooperativa son ellos”, dice Coco mientras mira a los muchachos desarmando porta jabones para cumplir con uno de los primeros pedidos de trabajo que tiene la cooperativa. Y Coco sigue: “La idea es que esté formada por pibes y pibas que hayan transitado el encierro y que acá encuentren un espacio donde se puedan identificar”.

Juan tiene 44 años. Habla con un tono de voz bajo pero de a poco va soltando palabras que son como un cross a la mandíbula: “Acá no somos uno, somos varios. Y ser parte de este proyecto me ayuda a enfocarme el único pensamiento que tengo que tener que es trabajar porque a las otras opciones ya las conocemos: o terminamos presos o terminamos muertos. Y a mí no me sirve ninguna de esas dos, por eso déjame con el plástico”.

La voz de Damian se escucha con más fuerza. Cuenta que se sumó hace 6 meses y que acá -ese acá es la cooperativa que tiene su sede en Virasoro y Necochea- encontró “una puerta abierta” para poder crecer.

Néstor se presenta: “soy un pibe liberado”, dice. Es uno de los socios fundadores de la cooperativa y además acompaña a otros grupos de jóvenes ex detenidos en talleres de oficio. Dice una verdad que pocos quieren escuchar: “Acá ya no reincidimos desde hace muchos años y por eso es importante hacer visible estos espacios”. Luis tiene dos hijas y ya es abuelo. Para él, lo fundamental es “contagiar a otros pibes para que el proyecto crezca, de decirles que no están solos, que hay otra salida, que no le vamos a salvar la vida pero vamos a ver qué podemos hacer”.

Simple, sin vueltas. Lo que propone Luis es vital para quien sale de estar encerrado en una cárcel: un espacio, una escucha, una palabra. Un abrazo, el mate recién hecho. Quizá, tal vez, un proyecto. Condiciones de posibilidad, ni más ni menos.

***

La cooperativa “Puro Plástico” está empezando a dar sus primeros pasos,  Todavía no han logrado consolidarla como una fuente laboral que les permita a todos sus miembros tener un ingreso mensual. Pero están en ese camino: generando vínculos, consiguiendo recursos, herramientas, movilidad propia y un lugar más adecuado para poder trabajar. El horizonte está lejos: seguir creciendo. Mientras tanto, la clave es “permanecer” con todo lo que eso implica en un contexto económico y social devastador. “Es un armado muy lento y quizá ni siquiera nosotros disfrutemos de esto pero alomejor otros sí. Tratamos de ser pacientes porque necesitamos continuidad que es lo que nunca tuvimos en nuestra vida. Enfocarnos 6 horas en este trabajo porque siempre nuestra ansiedad nos llevó andar y andar. Por lo menos yo lo que quiero es eso:  que mi amigo me vea, sonria y se ponga contento”, dice Coco.

Luis suma: “acá todavía no tenemos una economía solvente, entonces algunos pibes vienen, circulan, pero es dificil tener un sueldo. La mayoría somos todos papás y cuando tu hijo te pide algo, ¿qué le decis?”.

Las dificultades para sostener un emprendimiento productivo son abismales. Sin un Estado que acompañe y fortalezca este tipo de proyectos, todo se complejiza. De allí la importancia de políticas públicas que pongan foco en el trabajo. Casi no existen, más allá de programas eventuales destinados a capacitación. «Sabemos que hay un Estado ausente que produce un efecto contundente en relación a qué pasa después de la cárcel. No hay una política integral que tenga que ver con el acompañamiento de quien egresa de la cárcel y sigue cumpliendo una condena como puede ser una libertad condicional, libertad asistida, ahí hay también una pregunta fuerte para este Estado que no se ocupa de esa población que muchas veces vuelve a integrar este circuito de la reincidencia y la respuesta a esa reincidencia es una respuesta que endurece la pena, que endurece  la dinámica del encierro y no refuerza una lógica de seguridad social» señalaba María Chiponi, docente universitaria y directora socio-educativa en Contextos de Encierro del Área de DDHH de la UNR, en una nota para este medio.

De allí que la presencia de Sonia Albelo, en este contexto, se convierta en un pilar fundamental para Puro Plástico. Sonia es la Coordinadora de Vinculación Territorial en la Municipalidad de Rosario y junto a Coco apuntala cada uno de estos proyectos: Rancho Parte y ahora la cooperativa de reciclado. Su rol, justamente, es construir vínculos. Ser red. Acompañar procesos de organización popular tanto en lo que refiere a aspectos técnicos como financieros. Sobre la cooperativa, dice: “Acompañamos estos emprendimientos para que puedan vincularse y lo que se busca es generar esta economía circular para que este mismo plástico vuelva a generar impacto en la industria local. Todos los integrantes de la cooperativa ya tienen su carnet como recuperadores urbanos. Es todo muy reciente, pero estamos construyendo vínculos y armando un proyecto piloto para retiro de plástico con empresas”, explica Albelo. Su mirada apunta a lo mismo que nos decía María: el después. ¿Qué hay? “¿Qué posibilidades le damos como Estado y como sociedad?” se pregunta Sonia. Entonces, una respuesta: “Tienen que ser ellos quienes encuentren su mejor modo de organización. Hoy casi nadie está recuperando plástico y las empresas de Rosario lo están comprando a otras provincias. Ahora, lo que desarman los chicos lo venden a proveedores que están en un segundo nivel y ellos lo procesan. Creemos que es un proyecto que tiene vida por delante” aporta con entusiasmo.

La contaminación plástica es una de las graves crisis ambientales a nivel mundial. Rosario, claro, no es la excepción. Cada año el Colectivo Más Río Menos Basura recolecta centenares de desechos plásticos a orillas del río Paraná. En su última jornada, juntaron tan solo en 90 minutos 45 botellas plásticas, 470 tapitas, 900 envoltorios plásticos, 689 sorbetes, 149 vasos de plástico, otros 112 ítems de vajilla descartable (cucharitas, tenedores bandejas, etc), y 450 trozos de telgopor. También 1116 colillas de cigarrillo.

Foto: basura recolectada en las playas de rosario por el colectivo más río menos basura

***

La generación de algún pequeño ingreso motiva, y a su vez implica tomar decisiones. Juan cuenta una anécdota que, según dice, pinta de cuerpo entero el espíritu del grupo. “En la primera venta que hicimos de plástico ganamos 24 mil pesos. Éramos 3 los que trabajamos y decidimos dividirlo en partes iguales, más allá de las horas que cada uno hizo. Y eso es algo nuevo”.

Coco sigue pensando. Si no es el plástico, será la fabricación de placas de revestimiento. Y así con todo. Su cabeza no para, tampoco su corazón que late al ritmo de los sueños de los pibes, y de todos sus dolores. “Yo me veo en el espejo todos los días, y las marcas no se van. Pero las marcas me recuerdan por qué tampoco quiero volver, de por qué hago lo que hago. La cárcel te deja solo, te genera mucho miedo, tu cabeza genera monstruos. Pero ahora estamos acá, juntándonos, sabiendo quiénes somos. Que nosotros hayamos pasado el encierro no nos califica ni categoriza, al contrario. Nosotros respondemos con trabajo, con constancia, con compañerismo. Ya nos pegaron, ya nos encerraron, bueno, ahora estamos sueltos. Y estamos juntándonos para pensar cosas lindas”. Un día de festejo para el barrio, una cooperativa, un emprendimiento para pintar los frentes de las casas, música. Entonces, Coco dice: “somos re peligrosos porque pensamos. Y eso es lo que nos une, el peligro que somos para el sistema punitivo”.

***

Primero se capacitaron. Aprendieron sobre la existencia de distintos tipos de plásticos y la manera en cómo deben reciclarse. Desarmar piezas, limpiar cada una de ellas. Es un proceso lento, requiere concentración, paciencia. Las horas se reparten casi todas por la mañana. Los chicos van cubriendo turnos de acuerdo a sus posibilidades. Es que todos tienen que tener otros laburos para poder vivir. “La idea es empezar de abajo, aunque seamos pocos”. Néstor dice que hay pibes detenidos que le mandan mensajes con la esperanza de poder sumarse cuando estén en libertad. “Eso es lo que estamos construyendo, por eso necesitamos que el Estado fortalezca estos espacios porque hay muchos pibes que quieren venir”.

Una respuesta al punitivismo extremo, a la crueldad como política, al desamparo estatal como estrategia, a la baja de edad de punibilidad como proyecto desolador. El trabajo, los vínculos, la escucha, un horizonte de vida posible. Una respuesta, dice Coco, a la cárcel como infierno.

“Esta es la respuesta. Estar acá. Sostener un espacio. Juntarnos. Lo que no entienden es que por más que nos golpeen, estamos duros. Nosotros ya venimos golpeados. Y esta es nuestra manera de responder a todo eso que proponen. Van a decir miles de cosas y eso no nos tiene que importar. Los chicos tienen que estar tranquilos sabiendo que nadie les va a patear la puerta, que no tienen que estar escondiéndose, que tienen que tener la cabeza en alto”.

Un lugar seguro. Así describe Coco el espacio reciente que en esa casa vieja, en ese patio donde reciclan plásticos, están construyendo. “Cuando hablamos de seguridad, para nosotros es esto. Que los pibes puedan venir y tener un lugar para poder laburar. Que su familia pueda confiar en ellos aunque ahora la plata no alcance. Que los chicos más chicos vean que hay tipos de 40 que tienen un montón de marcas, que han pasado por un montón de cosas, atravesando esta instancia aunque vayan de a poco”.

Nico y Mitchel son dos pibes de Rancho Aparte. Están a un costado, escuchando, observando. Ninguno de los dos estuvo preso. Son del barrio, nacieron y se criaron en Tablada. Despues de un largo rato, Nico toma la palabra y les habla directamente a Juan, a Damián, a Néstor y a Luis. “Ustedes ayudan a los más pibes. Hay chicos presos que los están llamando”. Damián responde: “yo creo que esta cooperativa, más allá del trabajo, es para eso, para motivar a los más chicos, para tener una oportunidad porque salís de estar detenido tenés que aprender a vivir de otra manera”.

Juan dice que su sueño es seguir creciendo en este “lugar seguro” que es la cooperativa. Néstor piensa como Coco: defender y sostener una unidad productiva que pueda llegar a más jóvenes.

Seguir. Estar. Permanecer. Sostener. Confiar. Abrazar. Escuchar. Verbos, acciones, tácticas de resistencia. Sueños, deseos. Proyectos. La vida y el día a día que no es nada fácil. El “mientras tanto” que hay que transitar. El encierro que se lleva en la piel, y un presente que al menos, permita respirar. Con la cabeza pensando donde sus pies pisan y el corazón en la mano. Dice Coco, casi como un lema de su vida: “Yo prefiero que el corazón se rompa por usarlo que tenerlo intacto por no usar nada”.

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Maria Cruz Ciarniello

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