Una investigación de la UNR describe cómo las resistencias en el orden carcelario han mutado hacia formas de insumisión fundadas en la comunicación como táctica de supervivencia.
Por Patricio Irisarri (Fuente: Portal UNR)
Luego de cinco años de trabajo de campo, revisión bibliográfica y análisis de datos,el investigador Mauricio Manchado, doctor en Comunicación Social de la UNR e investigador asistente del CONICET, comparte un estudio que indaga en los modos actuales en que se expresan las resistencias carcelarias en el umbral de egreso, identificando un conjunto de discursos que en su ejercicio ponen en juego una resistencia que no aparece en forma directa ante los actores que conforman el entramado carcelario.
Los contextos y los dispositivos de encierro mutaron, y en ese sentido también las resistencias, que -desde la mirada del investigador- se expresan en nuevas formas de insumisión donde la comunicación opera como táctica de supervivencia. “Las insumisiones carcelarias son la definición de un nuevo modo de resistencia al interior de las cárceles, que justamente se diferencia de los modos tradicionales, no porque en las cárceles hayan dejado de existir los grandes motines, las huelgas, los graffitis, sino porque la regularidad ahora está dada por una serie de juegos y operaciones discursivas que yo describo en la tesis, como las paradojas, las aporías y con los juegos del lenguaje que siempre van en movimiento y cambiando”, introduce.
Manchado lleva años de trabajo de campo en cárceles de Santa Fe, un recorrido que también le ha permitido revisar el dispositivo religioso como táctica de gubernamentalidad en los penales de la provincia. Su tesis de doctorado sobre las insumisiones carcelarias está radicada en el Instituto de Investigaciones de la FCPyRRII, y fue editada en formato libro por la editorial Río Ancho Ediciones.
“Siempre me interesó pensar en la dimensión del secreto en las interacción cotidiana de la cárcel, el secreto como modalidad de comunicación que hace la constitución subjetiva de los sujetos encerrados. Y esto fue derivando en un intento por pensar cómo los procesos comunicacionales en el encierro van configurando una serie de prácticas y discursos que me permitían hacer una lectura puntual de cómo se expresan hoy las resistencias dentro del sistema penitenciario santafesino, que es donde yo puntualicé el trabajo.
En ese intento, el investigador introduce que las insumisiones tienen que ver con cómo los sujetos privados de su libertad en el umbral de egreso articulan una estrategia de resistencia sin que eso conlleve un perjuicio que prolongue su estadía en la cárcel, buscando acceder a las salidas transitorias que es lo que más busca por sobre todas las cosas. “La intención es ver cómo se manifiestan esas insumisiones en la superficie del discurso, porque están ahí y no se ocultan, y esto requiere un análisis para reconocer cómo operan estos discursos buscando demostrar que allí en esa superfie no hay solamente un gesto de aceptación o sumisión, sino también ahí existe un gesto de insumisión”, agrega Manchado.
El concepto de insumisión que se elabora en este estudio busca interpelar la noción más utilizada en los estudios sobre la prisión que es la “resistencia a secas”, en un intento por ampliar esta categorización y también tiene que ver con un juego de palabras, un juego conceptual que se retoma de los planteos Foucaultianos sobre los grandes edificios de las sumisiones del discurso que disponen qué podemos decir, cómo y dónde de acuerdo a la posición que el sujeto ocupa en el entramado institucional de la cárcel.
“Yo retomo esas categorías elaboradas por Foucault y propongo una serie insumisiones que vienen a interpelar esta idea y a darle una vuelta de tuerca a pensar que en la cárcel todo es del orden de la represión y la sumisión. Los sujetos viven en condiciones infrahumanas, son objeto de arbitrariedades del sistema, transitan una etapa donde el castigo tiene una predominancia por sobre todas las cosas, pero al mismo tiempo y en ese mismo escenario, el preso puede ejercer una serie de insumisiones a modo de resistencia que le permiten sobrevivir a lo que yo describo como una muerte cotidiana de los sujetos que la transitan”.
Contexto carcelario en Argentina
La tesis de Manchado describe cómo la cárcel del siglo XIX cuyo objetivo reformador tenía pretensiones de producir un sujeto dócil en términos políticos y útil en los económicos, fue modificándose al compás de las transformaciones socio-políticas y económicas del siglo XX y XXI. En este proceso, el correccionalismo fue cediendo lugar a la neutralización del preso y los modelos de encierro fusionándose en nuevos objetivos. Las sociedades pos-fordistas ya no están ávidas de un ejército de reserva sino de eliminar lo sobrante. Residuos que bajo esa calificación objetivante ocultan el efecto aniquilador de las cárceles como nuevos depósitos humanos.
“En Argentina, las prisiones y sus transformaciones no han sido objeto de un debate político serio en el marco de una democracia que lleva ya más de treinta años y cuyas deudas siguen siendo históricas: superpoblación, hacinamiento, deficiencias estructurales, entre otras. Situación que, a poco menos de dos siglos de su nacimiento, encuentra a la cárcel inmersa en una red de instituciones penales dedicadas, casi exclusivamente, a castigar y neutralizar.
La introducción del trabajo de investigación destaca que el sistema carcelario santafesino en su extensa historia cuenta con algunos mojones significativos: la completa reestructuración del Servicio Penitenciario (SP) tras la intervención de la última dictadura militar (1976-1983); los primeros intentos de articular políticas dialoguistas en el período 2003-2007 y finalmente, la definición de una política penitenciaria progresista cuyos vaivenes sumen a las dinámicas carcelarias actuales en un estado de indeterminación.
En este nuevo escenario carcelario, ya no serán grandes huelgas, motines o fugas, las manifestaciones regulares e irreverentes del descontento. Tampoco serán las manos inventando lenguajes, los grafitis rasgando muros o los labios cosidos e hirientes, las prácticas predominantes para alzar la voz frente a la desidia. Las resistencias son ahora más sutiles, subrepticias, pero en la superficie misma de los discursos, en las interacciones entre el detenido y el resto de los actores carcelarios. Allí se instalará una pequeña fuga, un movimiento sutil, un barullo colándose en la monotonía de la vida carcelaria, un gesto del lenguaje, una insumisión que le permitirá sobrevivir y acercarlo cada vez más a la ansiada libertad.
Trabajo de campo
Manchado centró su investigación en la Unidad Penitenciaria n° 3 de la ciudad de Rosario, que según su lectura, “asume singularidades que terminan por presentarla como una cárcel de conducta”. Inaugurada a finales del siglo XIX, persiste hasta hoy a pesar de los embates que quisieron modificarla, destruirla o mudarla. Sus torres encumbradas expresan todavía aquel imaginario de ciudad cuyo proceso de modernización avanzaba desenfrenadamente, y por el cual necesitaba actualizar sus formas de castigar. “La Redonda”, tal como se conoce coloquialmente a la UP n° 3, es un lugar predilecto dentro del esquema carcelario de la provincia de Santa Fe por estar en el ejido urbano, porque cuenta con mayor cantidad de actividades formales y no formales y, por sobre todas las cosas, porque su perfil institucional indica que se transitará allí el último período de la condena. Situación de egreso carcelario que provocará turbulencias en los imaginarios y disposiciones subjetivas pre, durante y pos encierro.