Se cumple un nuevo aniversario del inicio del conflicto bélico con Reino Unido y el testimonio de los ex combatientes continúa resistiendo. El relato de torturas a los jóvenes soldados, como extensión del terrorismo de Estado durante la guerra, se mantiene ante la indiferencia del poder judicial.
Por Martín Stoianovich
Este 2 de abril se conmemora el 34º aniversario del inicio de la Guerra de Malvinas, conflicto entre Argentina y Reino Unido que en 1982 trascendió lo diplomático y derivó en un enfrentamiento armado que duró poco más de dos meses y dejó un número aproximado a las mil víctimas fatales entre las dos naciones. En Argentina, la historia parecía haberse escrito a través de las voces oficiales y de las crónicas periodísticas que hablaban de una derrota sufrida por un país entero pero protagonizada por jóvenes inexpertos. Pero el paso del tiempo llegó de la mano con la necesidad de contar lo que por mucho tiempo había estado oculto, y así salieron a la luz nuevos relatos que comenzaron a reescribir la historia.
Apenas concluida la guerra, con la derrota a cuestas y 649 víctimas argentinas, la imagen del gobierno de facto decayó, aunque lo contrario habían intentado los medios de comunicación funcionales que en los días de combate obnubilaron a la población con sesgadas coberturas que hablaban de un gran presente del Ejército argentino y de una victoria encaminada. “Estamos ganando” titulaba la revista Gente el 6 de mayo, poco más de un mes antes de que la Junta Militar admitiera la derrota. El patriotismo y el orgullo construido por los militares y los medios a base del control establecido sobre la sociedad estaba lastimado y esto hería también al ciudadano que había agitado las banderas argentinas en las calles.
Además de la imagen desvanecida de un gobierno militar en caída que sufrió la renuncia del entonces presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri, otra consecuencia directa de esta reacción del pueblo fue la indiferencia social para con los ex combatientes, también profundizada por los mismos militares que prohibían a los soldados hablar de las experiencias negativas en combate. Las autoridades del Ejército concedían la baja de los soldados mediante la firma de una declaración jurada en la que se los comprometía a no denunciar y a sumergir sus recuerdos en el olvido. Al tiempo, el Informe Rattenbach elaborado por la Comisión de análisis y evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico militares en el conflicto del Atlántico Sur, y encabezado por el Teniente General Benjamín Rattenbach, abrió el panorama para evaluar el desempeño de las Fuerzas Armadas. De todos modos, ni con esta propuesta se tenía en cuenta a la palabra del soldado común que había visto y padecido en carne propia lo que en el resto del país comenzaba a ser un rumor. Cuando el informe salió a la luz en medios de comunicación, el ciudadano argentino se despabiló apuntando como responsable directo de la derrota a los dirigentes militares y políticos que, sabiendo de la poca preparación y recursos del ejército, le dieron marcha al combate.
Con el paso del tiempo, el recuerdo de los excombatientes dejó de ser compartido sólo entre ellos como mecanismo de defensa y de contención, y pasó a ser conocido y reconocido en distintos sectores de la sociedad. Así, pasados los años y enfrentados los pesares, la camada de combatientes sobrevivientes le hizo frente a la realidad que les tocaba vivir. La ausencia de políticas que los contuvieran en planos sociales, económicos y de salud física y mental, dejó un número aproximado a los 250 suicidios y muertes por secuelas en los primeros años de democracia. Luego llegaron pensiones y atenciones estatales que dieron lugar a una lenta reinserción de los ex combatientes de la guerra de Malvinas, pero que de todas maneras no pudieron frenar el creciente número de suicidios que actualmente supera los 450. De a poco, con distintas barreras por superar en el plano político y judicial, después de muchos años las verdaderas historias dejaron de recorrer los caminos del silencio rumbo al olvido.
Torturas a soldados como apremios típicos del terrorismo de Estado
El largo pasar de los años para los ex combatientes entre la exclusión social y las consecuencias psicológicas, mostró una nueva cara cuando comenzó a hablarse de numerosos casos de torturas a los jóvenes soldados por parte de sus superiores. El panorama abierto con los juicios por delitos cometidos durante la dictadura militar permitió que los ex combatientes se animaran a dar sus testimonios. En abril de 2007, en el Juzgado Federal de Primera Instancia de Río Grande, provincia de Tierra del Fuego, a cargo de la Dra. Lilian Herraez, fueron presentadas las primeras denuncias por Pablo Vassel, secretario de Derechos Humanos de Corrientes. A partir de entonces comenzó el conteo y se alcanzó a superar la cifra de 120 denuncias de soldados torturados, con más de setenta oficiales y suboficiales acusados. Por entonces, la Cámara de Apelaciones de Comodoro Rivadavia dio visto bueno al pedido de considerar las torturas como delitos de lesa humanidad, lo que les daría carácter de imprescriptibilidad. Sin embargo, la Cámara Federal de Casación Penal se negó a este pedido considerando la prescripción de los delitos.
El 19 de febrero de 2015, la Corte Suprema de Justicia de la Nación estableció en una resolución firmada por Ricardo Lorenzetti, Elena Hightin de Nolsaco, Juan Carlos Maqueda y Carlos Fayt, que los vejámenes sufridos por los soldados no serán investigados. Como respuesta, los promotores de las denuncias buscaron llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y seguir poniendo en agenda esta cuestión. En septiembre del año pasado la ex presidenta Cristina Fernández ordenó con el decreto 503/15 la desclasificación de los archivos de las fuerzas armadas en los cuales hay documentación sobre Malvinas. El entonces ministro de Defensa, Agustín Rossi, entregó un informe a la Comisión Nacional de Ex Combatientes donde se corrobora la violación de derechos humanos a los soldados por parte de sus superiores. Congelamientos de pies por la humedad y el frío, estaqueamientos, enterramientos en fosas, y todo tipo de castigos físicos quedaron expuestos en el material que hasta ese momento estaba clasificado como secreto. Actualmente, los avances son nulos y los ex combatientes continúan esperando los llamados a indagatorias para seguir impulsando la necesaria reparación histórica.
Los combatientes de Malvinas tuvieron que padecer desde un primer momento las malas condiciones a las que fueron sometidos por los superiores que a cargo del todavía gobierno de facto habían decidido darle curso al conflicto bélico. Pibes jóvenes, estudiantes y trabajadores, pertenecientes a clases sociales castigadas, fueron obligados a empuñar un arma y dar batalla en un marco de grandes desventajas respecto del ejército británico. Dejando de lado el orgullo y la convicción de aquellos jóvenes, la guerra de Malvinas fue una extensión del terrorismo de Estado que literalmente mandó al muere a miles de jóvenes y luego sometió a la exclusión a los sobrevivientes. Como si fuera poco, los casos de torturas dados a conocer en los últimos años amplían la perspectiva de que todo lo sucedido en Malvinas estaba encuadrado en la conciencia de represión militar que se vivía por entonces. Las denuncias hechas en 2007 comprenden casos de homicidios, abandono de persona seguido de muerte, torturas, amenazas, coacción y lesiones, tanto a combatientes en las islas como a soldados que se quedaban en la costa argentina.
Una de las modalidades que utilizaban oficiales y suboficiales para torturar eran los llamados estaqueamientos, mecanismo a través del cual se ataba a las personas de piernas y brazos extendidos, dejándolos expuestos al frio y al peligro bélico como castigo por distintas “faltas” cometidas. Una de las víctimas de esta modalidad es Julio Más, referente del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Rosario. En una charla con este cronista realizada en el marco del anterior aniversario del inicio del conflicto, Más detalló el paso a paso del castigo al cual fue sometido. “Fue parte del conglomerado de militares que se decían sanmartinianos y venían de robar bebés, o de torturar embarazadas metiéndoles cucharas con cables en la vagina hasta que tocaran el feto, o secuestrando, torturando, y violando estudiantes, o matando familias enteras para quedarse con sus propiedades y bienes en nombre de la patria”, sostiene a la vez que señala: “El soldado que fue a Malvinas también es víctima de la dictadura”.
El castigo a Más en Malvinas fue como consecuencia de una supuesta falta que había cometido por salir a buscar alimento. “Un compañero de clase 62 (20 años por entonces) murió en Malvinas complicado por la falta de alimentación, y en mi caso la estaba pasando muy mal y fue por eso que tomé la decisión de salir a buscar comida”, recuerda. “Entré en una casa de un kelper (habitantes malvinenses) que estaba abandonada por evacuación y saqué latas, leche en polvo, duraznos al natural, caballa, todo lo que era útil. Me quedé ahí porque me agarró la noche y cuando volví, después de repartir los alimentos a mis compañeros, se me presentaron el Cabo, el Subteniente y el Jefe de Compañía. El castigo fue estaquearme hasta nueva orden”, relata Más. Después de doce horas, pasando la noche estaqueado como un animal muerto, fue desatado por orden de un superior al momento de abrirse un bombardeo, para luego volver a ser sometido.
Pero el recuerdo de Más se extiende a otros vejámenes padecidos por sus compañeros. Recuerda que otro joven fue enterrado en la arena hasta el cuello por robar un paquete de galletitas de agua a un subteniente, que a su vez lo había robado del depósito. En otro caso, junto a otros soldados, debieron hacer una exhaustiva rutina de ejercicios entre saltos ranas y flexiones de brazo como castigo por la falta de una horma de queso que se había apropiado un Jefe de Compañía. “Nos hacían estas cosas y estábamos en Guerra, cómo la íbamos a ganar”, es la lógica reflexión de Julio.
El Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Corrientes, que impulsó junto a Vassel muchas de las denuncias presentadas en 2007, difundió en su sitio web el relato de las mismas.
Algunos de ellos:
“…Estuve preso tres horas en un conteiner, en una chapa hermética, en la que el calor de tu cuerpo hacía que el conteiner tenga que transpirar y esa misma transpiración tenga que caer por nosotros. Estuve castigado a 500 imaginarias a tercer hora que consistía en 2 a 4 horas. Por ir a afanar, que nos es afanar, yo veía en el campo ovejas y yo tenía que ir a matar para subsistir…”
El testimonio de otro ex soldado, Isaac Debórtoli, deja ver el hambre que sufrían los combatientes en las frías tierras malvinenses. “Nos la rebuscábamos con huesos de oveja, porque se mantienen intactos por la temperatura fría, y masticás y es bastante, no diría tiernito pero es tolerable, se puede masticar, se puede tragar, de eso comimos bastante”, relata Debórtoli, quien además recuerda haber bajado su peso de 84 a 58.
“…Vos veías mayor nivel de maltrato para con las personas con menor nivel de instrucción, más humildes, más sumisas. En nuestra región es muy común que la gente sea muy sumisa, y por supuesto que los oficiales y suboficiales se abusaban de eso. El abuso venía por el maltrato, la gente que menos conocía, que menos sabía, eran tomados como brutos, y parece ser que los oficiales y suboficiales no tenían ningún problema en maltratar a esta gente porque no conocían sus derechos, no sabían nada de nada…”
“…El Subteniente Marcelo Colombo ordenó castigarlos, o sea, los estaquearon un día y los golpearon. Habrán estado unas cuatro o cinco horas. Después le pegaban, los quemaban con colillas de cigarrillos, para que les digan no sé qué, porque ya le pillaron que robaron la comida. Robar… bueno sacábamos comida, robar nadie robó nada. Y a nosotros nos apuntaban con un arma para que no reaccionemos…”
“…Nos ponían la pistola en la cabeza para que digamos dónde estaban nuestros compañeros. Nosotros ya llegábamos a nuestra carpa y los otros no llegaban. ‘Vos García me tenés que decir dónde están’, me carga la pistola y me la pone así en la cabeza…”
Otro testimonio recuerda con nombre y apellido al Capitán de Fragata Julio César Binotti, y lo acusa de haber estaqueado durante horas a un joven de 19 años proveniente de Resistencia, provincia de Chaco. Por estos días, Binotti está procesado por su actuación en el grupo de Operaciones Especiales de la Escuela de Mecánica de la Armada, donde fue enviado luego de la guerra. Después de haber estado en actividad hasta su retiro en 2006, hoy lo imputan por el secuestro y desaparición de Cecilia Viñas y René Haidar. También, en otro relato, se hace mención al Subteniente Marcelo Dorigón, imputado como impulsor de otro estaqueamiento. Durante la guerra, Dorigón participó en los combates “Dos Hermanas y Tumbledown” y en 1992 se retiró del Ejército como capitán de la Escuela Superior de Guerra. Luego, se instaló en Rosario y ocupó distintos puestos para grandes empresas. A saber, su último trabajo fue como Gerente de Recursos Humanos de la empresa de electrodomésticos Liliana SRL, donde fue denunciado por los trabajadores por intentar prohibir de manera ilegítima la realización de asambleas durante el conflicto entre la empresa y los delegados de base.
Los ex soldados combatientes de la guerra de Malvinas recibirán otro aniversario del inicio de aquellas fatídicas y extensas jornadas en la que debieron sobrevivir al combate y a las torturas de sus compatriotas en cargos superiores. La política represiva de la dictadura militar no se ausentó en Malvinas durante el conflicto bélico y el relato actual de los ex soldados demuestra que también fueron víctimas de torturas y violaciones a los Derechos Humanos. La discriminación y el abandono a jóvenes soldados provenientes de las siempre excluidas provincias del norte argentino también se inscriben en la lista de vejámenes perpetrados por los conductores del terrorismo de Estado. Que la justicia decida la prescripción de los hechos y desestime sus investigaciones, habla de la vigencia de la complicidad judicial con la dinámica represiva que, incluso hoy en otros escenarios, se replica en el cotidiano argentino. Las medallas y los reconocimientos serán insuficientes mientras no haya justicia por los delitos cometidos en “la perla austral”.
Fuentes:
Entrevista a Julio Más
Centro ex Soldados Combatientes en Malvinas de Corrientes
4 comentario
Excelente nota.
Gracias por esta excelente nota.
Muy buena nota!!!!!
https://vimeo.com/23758223
Documental
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