En gran parte del país, el viernes 3 de junio, se escucharon miles de voces. Las mujeres – y también varones- salimos a las calles con una consigna clara: ni una mujer menos víctima de violencias de género. A un año del primer #NiUnaMenos, con las mismas consignas y pedidos, las redes sociales volvieron a parir un encuentro multitudinario y esta vez sumaron un deseo desde las entrañas: #VivasNosQueremos. En esta nota, voces de periodistas de Rosario, Capital Federal, Córdoba, Mar del Plata, Tierra del Fuego, Neuquén, y Tucumán.
Por Laura Charro
Foto central: Facebook Emergente
Ni el intenso frio otoñal, ni la falta de sol frenaron la lucha. Estar presentes, poner el cuerpo, marchar, llevar carteles con consignas indispensables fue le forma que miles en Rosario, como en otras localidades de Argentina, eligieron para exigir al Estado la presencia necesaria y urgente. Esto significa el cumplimiento efectivo de la ley 26485 de violencia contra las mujeres para, de una vez por todas, prevenirla, erradicarla y sancionarla como la ley estipula, que se termine la violencia institucional que sufrimos cuando una mujer denuncia, cuando nadie controla las restricciones de acercamiento de los agresores, cuando no sabemos a dónde recurrir por miedo y falta de recursos.
Las cifras siguen siendo las mismas: a las mujeres nos matan cada treinta horas. Nos matan hombres de nuestros círculos íntimos – parejas, ex parejas, conocidos -, la mayoría de los casos en nuestros propios hogares y por el hecho de ser mujeres. La ONG porteña La Casa del Encuentro continúa haciendo estadísticas que el Estado aún no se ocupa de realizar. Desde el 1 de junio del 2015 al 31 de mayo del 2016, es decir desde la anterior marcha #NiUnaMenos a ésta última, fueron 275 las mujeres y niñas víctimas de femicidios. Los números son fríos, no cuentan historias, ni particularidades pero son el dato necesario para visibilizar que la violencia de género debe ser prioridad de gobierno y política pública en todo el país.
La provincia de Santa Fe, según estos informes, es la segunda con mayor número de femicidios en el país – después de Buenos Aires – con 23 víctimas en el 2015 y con una taza, cada cien mil habitantes, de 0.72 femicidios en el año, superando el promedio nacional.
Loreley Flores, periodista de Rosario, parte del programa radial “El Ciempiés, un Bicho Raro”, de la Asociación Civil Con X y una de las voces que leyó el documento conjunto, elaborado por la organización de #NiUnaMenos, el viernes por la tarde en las escalinatas del Monumento a la Bandera, dice: “Debemos volver a las calles hasta que dejen de matarnos, de agredirnos, de insultarnos, de pagarnos menos por el mismo laburo, hasta que dejen de creer que tenemos que ser madres, lavar platos y estar flacas sólo porque somos mujeres. Debemos volver a las calles a exigir políticas públicas serias, hasta que la justicia nos escuche y nos proteja, sin poner en dudas nuestra palabra, hasta que tengamos derecho a la soberanía sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos”.
Oír el ruido
“Cuando una mujer da un paso, todas avanzamos” decía un cartel en alto en La Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde hubo más de 200 mil personas marchando desde Congreso hasta Plaza de Mayo. A diferencia del año pasado se notó una apertura a organizaciones sociales y sindicales participando y organizando la marcha y la elaboración de un documento conjunto que intentó sortear las diferencias y remarcar el consenso contra la cultura patriarcal.
Silvina Molina, periodista y coordinadora nacional de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) remarcó que “Ni Una Menos es la frase que logró resumir los años de lucha que parieron nuestras ancestras, tantas que pusieron el cuerpo en las militancias, que nos interpelan ahora para que pongamos el cuerpo y salgamos a las calles. Porque, aunque parezca mentira, en pleno siglo XXI y en el año 2016, tenemos que recordar que nos queremos vivas.”
Y el “quererse vivas” implica un compromiso compartido de la sociedad toda, inclusive de los medios de comunicación que ejercen diariamente la violencia llamada simbólica, con estigmatizaciones y malas prácticas, de la cual las y los periodistas somos responsables en nuestra labor diaria. En este sentido, Silvina remarca que “hay que comprometerse más en capacitar a quienes trabajamos en los medios, capacitarnos todos los días e interpelarnos quienes hacemos periodismo, porque no es cualquier nota la que estamos cubriendo, estamos hablando de violencia que paraliza , que lastima, que mata a las mujeres o a quienes se consideran de un género que es discriminado.”
Alejandra Benaglia, periodista, miembro de la RIPVG, de Comunicadores de la Argentina (COMUNA) y delegada del Sindicato Argentino de Televisión de CABA, se sumó a la marcha porteña recordando la consigna que, aun después de años de lucha por la emancipación de las mujeres, sigue más vigente que nunca: “lo personal es político” y no duda en que es necesario tatuársela en la piel y con ella tomar las calles: “Hay que salir porque las mujeres mueren por abortos clandestinos, porque las travestis y transexuales son discriminadas y asesinadas, porque la justicia patriarcal y misógina continúa revictimizando a las denunciantes y porque las novelas y las publicidades reproducen estereotipos y utilizan nuestros cuerpos como herramienta de venta. Copamos las calles porque la precarización laboral y los despidos repercuten en las mujeres mucho más que en los hombres: aun hoy influye que menstruamos y nos embarazamos, sumado a que si no cumplimos con los estándares culturales de la belleza quedamos afuera del item “Buena Presencia.”
Desde Carlos Paz, provincia de Córdoba, Roxana Corradi, locutora y conductora del programa “Sin Envoltorios”, organizadora del #NiUnaMenos local nos cuenta que, si bien una gran mayoría de organizaciones se incorporaron a la movilización de la ciudad capital, localmente se sumaron más de mil personas en reclamo por las violencias de género. Y los motivos sobran: “en nuestra ciudad sumamos otro femicidio en agosto de 2015, el de Ingrid Vidosa. El novio está preso y va a juicio en poco tiempo. También se visibilizaron cientos de casos de violencia que estaban sin denunciar, se agilizaron algunos procesos como el establecimiento de la restricción a varios violentos denunciados y el tema se sumó a los medios locales.” El 3 de junio del año pasado, en Carlos Paz, estuvo teñido de pedidos de justicia por el femicidio de Andrea Castana, ocurrido el 11 de marzo de 2015, asesinada en el Cerro de la Cruz. El caso sigue sin resolución a 1 año y 3 meses del hecho.
Por otra parte, en la ciudad de Mar del Plata, sede del último y multitudinario Encuentro Nacional de Mujeres 2015, se concentraron más de 8 mil personas el viernes al grito de “Ni Una Menos” y hubo además actividades políticas y culturales en los días previos, como sesiones especiales de bloques de concejales, teatro, ciclos de cine, coberturas radiales, etc. “Marchamos porque nos queremos libres y no queremos tener miedo de serlo. Porque queremos seguir estando orgullosas de ser mujeres y no correr riesgo de muerte por serlo”, nos dice Susana Scandali, periodista especializada en género, Secretaria de Redacción del diario La Capital de MdP (primera periodista mujer del diario y la única con cargo hasta el momento) y docente en Eter.
Desde Rio Grande, Tierra del Fuego, al sur del mundo, la lucha no merma y también hubo ruido con sonido de “Ni Una Menos”. Es que la violencia hacia las mujeres invade cada rincón y no hay excepciones geográficas posibles. Florencia Basso, periodista en la radio de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, marca una diferencia sustancial con la marcha del año pasado: “estábamos en la provincia en plena campaña electoral para la gobernación y demás cargos electivos en cada una de las ciudades; hubo muchos políticos que se sacaron la foto con el cartel y quedó demostrado durante el año qué pasó, quienes tenían un compromiso real en atender las cuestiones de género y quienes no”. Alrededor de 2 mil personas coparon las calles y las plazas para exigir una vida libre de violencias hacia las mujeres y también para, entre otras cosas, interpelar al Poder Judicial en su responsabilidad ante casos de violencia institucional y “que los jueces y juezas se capaciten con visión de género y que el sistema deje de revictimizar a las personas que se animan a denunciar situaciones de violencia”, expresa Florencia.
En Neuquén, 3 mil personas marcharon. En la movilización se pidió por la aplicación de políticas públicas que protejan a las víctimas de violencia de género y de trata y por aborto legal, seguro y gratuito. Sosteniendo la bandera de #NiUnaMenos, marchó Ivana Rosales, víctima de un caso emblemático de violencia de género que llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos: su marido intentó asesinarla dos veces en la misma noche y el fallo judicial consideró como atenuante que ella había sido infiel.
También, en Tucumán se movilizaron exigiendo “Libertad para Belén” y “Libertad a Milagro Sala” y expresando que violencia contra las mujeres es la precarización laboral, los despidos y la ausencia del Estado en Salud, Trabajo, Derechos Humanos, nos cuenta Gustavo Díaz Fernández, integrante de la RIPVG en Tucumán.
El grito sagrado
Violencia de género es un término que desde hace algunos años se menciona en los medios de comunicación y las redes sociales. Se asocia fácilmente a violencia física y psicológica hacia las mujeres, se piensa en golpes y maltratos, en muertes y femicidios. Pero el término es aún más amplio y complejo. Las violencias son variadas, cotidianas y arraigadas en la cultura. Al golpe, al insulto y menosprecio, se le suma la violencia sexual, la económica – basada en el control patrimonial o de gastos – y la simbólica, que justifica con su accionar todas las demás violencias y se expresa en el lenguaje cotidiano, los gestos, las imágenes, los chistes machistas, los que vemos en los medios de comunicación con sus publicidades sexistas o sus coberturas periodísticas estigmatizantes.
Todas estas violencias tienen un patrón común que se transmite de generación en generación: están sostenidas por los fuertes cimientos de una cultura patriarcal que perpetúa el dominio histórico de los varones sobre las mujeres, coloca al hombre en los espacios de poder y decisión, lo exime de las exigencias familiares y domésticas y nos pone a las mujeres en condiciones desiguales, como cuerpos que maternan y cuidan o que son meros objetos de placer, sin capacidades intelectuales valorables.
“La violencia institucional mata, la machista también” rezaba un cartel, el viernes 3 de junio en el Monumento Nacional a la Bandera, haciendo foco en una realidad que cuesta ver: las mujeres sufrimos violencias por parte del Estado, tanto en las instituciones, como en la comisaría que no nos toma la denuncia con la frase peligrosa del “algo habrá hecho” como justificación a todo. De esta manera, la culpa siempre es nuestra: por vestirnos como nos vestimos, por caminar por donde caminamos, por provocar las miradas, el “piropo inevitable”, el contacto, el abuso, la violación, el insulto, el golpe; por hacer enojar a nuestra pareja, por no ser heterosexuales o por serlo y no tener pareja estable, por tratar de imponernos en espacios tradicionalmente masculinos, por no querer ser cautivas del espacio doméstico, ni valoradas sólo por una aptitud física que nos reduce a objetos . La culpa siempre es nuestra según una cultura sexista y discriminatoria, que valora las aptitudes del sexo masculino por sobre el femenino, en los espacios de decisión y poder.
Ni una menos es un pedido, pero también es un grito y una amenaza. Porque si tocan a una, tocan a todas. Seguiremos en las calles, presentes. De pie ante tanta justicia machista. Gritando aunque sintamos frío en la garganta y nos traten de locas y marchemos con nuestros hijos e hijas encima, con nuestros cansancios históricos y derrotas cotidianas; sabiendo que a pesar de tanto, seguimos en el camino de la emancipación y vivas nos queremos. Porque somos fuerza colectiva que marcha, imparable y gritando, con todo el derecho, que queremos ser, por fin, libres.
1 comentario
Comentarios no permitidos.