En Rosario, tuvo lugar un nuevo escrache a uno de los genocidas beneficiados con la prisión domiciliaria, responsable del secuestro del escritor, historietista y militante Héctor Oesterheld. El escrache fue colectivo, artístico, popular y protagonizado por toda una generación que está escribiendo la historia: lxs nietxs de lxs Eternautas que no pudieron desaparecer. Estuvieron presentes las autoras del libro “Los Oesterheld” que se presentó en el marco de la Convención de historietas Crack Bang Boom.
Por María Cruz Ciarniello
Caminamos apenas dos cuadras hasta la casa del represor. Las persianas de las dos ventanas de sus dos balcones están herméticamente cerradas. Parece que allí no hay vida aunque paradójicamente viva un genocida.
Afuera se respira el canto de hijos e hijas. De nietos y nietas. Hay hasta copos de nieve en el aire, máscaras del Eternauta y pinturas que dibujan su silueta sobre el asfalto, la que quedará estampada frente a la puerta de la casa del represor como un acto de memoria.
Afuera hay una invasión colectiva de resistencia que busca justicia cuando se pretende instalar la impunidad; que jamás olvida.
El escrachenauta tiene un objetivo: contarle a vecinos y vecinas del centro de Rosario quien vive en esa casa de calle San Lorenzo 1847, a metros de la sede de Gobernación. Se trata del represor Manuel Cunha Ferré, oficial de Inteligencia del Ejército, responsable, junto a otros represores de la última dictadura cívico militar, de los delitos de privación ilegal de la libertad y aplicación de torturas de personas que estuvieron cautivas en el centro clandestino de detención y tormentos llamado “Sheraton”, que funcionó en la Subcomisaría de Villa Insuperable, partido de La Matanza.
Cunha Ferré fue beneficiado con la prisión domiciliaria diez días antes de que comience el juicio oral y público en su contra, juicio que todavía está en curso, y se vino a vivir a Rosario. La elevación a juicio fue dispuesta por el juez Rafecas en el año 2015 al considerar la responsabilidad de Cunha Ferré y otros cinco imputados en la privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos a unas veinte personas que estuvieron detenidas ilegalmente en el centro clandestino “Sheraton”. Entre los detenidos desaparecidos del Sheraton se encuentra el escritor y militante montonero Hector Oesterheld, responsable de la célebre historieta El Eternauta.
El centro de detención y tortura Sheraton funcionó en la Subcomisaría de Villa Insuperable, entre octubre de 1976 y octubre de 1978, bajo el mando del Grupo de Artillería 1 de Ciudadela liderado por el ya fallecido Coronel Antonino Fichera, y por los Segundos Jefes de la unidad militar y Jefes de la Plana Mayor Juan Manuel Costa y Rodolfo Enrique Godoy, el Oficial de Inteligencia Cunha Ferré y el Oficial de Operaciones Roberto Obdulio Godoy. Según el juez, en ese centro se cometieron “crueles torturas y desapariciones”. En su resolución, Rafecas sostuvo que el área de Inteligencia del Ejército tuvo un rol fundamental en el diseño y concreción de los interrogatorios a los detenidos ilegalmente.
Horas antes del escrache, en el marco del festival Crack Bang Boom, el más importante evento de comics e historietas de la región, se presentó el libro “Los Oesterheld”, escrito por Alicia Beltrame y Fernanda Nicolini. Es un libro que habla de su vida, su obra, su militancia. Que también hace foco en la trama familiar. Las cuatro hijas de Héctor Oesterheld, Diana, Estela, Beatriz y Marina y sus dos yernos fueron secuestradxs, detenidxs y desaparecidxs, dos de las hijas estaban embarazadas al momento del secuestro, dos de los nietos que las Abuelas de Plaza de Mayo continúan buscando entre los más de 400 que aún restan restituir su identidad.
Elsa Sanchez, la esposa de Héctor, falleció en el año 2015 a los 90 años. Su voz, su testimonio, es el relato en primera persona que estructura el libro. Su columna vertebral. Hay también un meticuloso trabajo de archivo, investigación, y más de 200 entrevistas. Alicia y Fernanda se sumergieron durante 5 años en la vida de Hector Oesterheld y también en la de sus hijas. Tuvieron acceso a innumerables cartas familiares que ellos mismos escribieron en diferentes etapas de la vida y de la historia política del país. Por eso, el libro es mucho más que la reconstrucción histórica de una familia diezmada por el Terrorismo de Estado. Es también un documento político de la Argentina, de la militancia montonera y del compromiso asumido por Oesterheld quien no solo se abocó a su pasión como escritor durante la época de oro de la historieta en Argentina sino que también batalló con esa pasión tiempo después, fundando una Editorial emblemática que fue Frontera, la que luego quebró.
“Lo que nos planteamos desde un principio es poder contar no solo la historia de esta familia, sino de un momento histórico de este país, para contar la historia de una organización política como fue Montoneros, para contar la historia del mercado editorial porque Héctor funda una editorial que fue Frontera que fue un antes y un después en el mundo de la historieta en su época de oro, y después entra en crisis la historieta y él sigue porque había descubierto su pasión y no quería volver a la geología”, dirá Alicia al caer la tarde, mientras suena la música frente a la casa del represor. Dirá también que está profundamente emocionada de ser parte de este escrache “colectivo y artístico”. Que tantos años después haya gente que los recuerde, que exija justicia, que los revalorice. “Volvés a tener imágenes de ellos, de Héctor, de sus hijas”.
Dirá Alicia que después de tantos años de investigación durante el proceso de elaboración del libro, terminó soñando con ellos. Dirá que el libro es un orgullo porque hoy es una herramienta que muchos estudiantes tienen y utilizan en las carreras de investigación. Dirá que Héctor fue un humanista, un genio de la escritura, un ser humano, un militante. Que como todo ser humano, fue complejo. Que leerlo “es impresionante” y que ojalá muchos lo hagan. Dirá que alguna vez Estela de Carlotto les dijo que el libro, presentado luego de que asumiera Cambiemos al gobierno, llega en un momento justo y oportuno.
En el escrache también está presente Judith Gociol, coordinadora del archivo de historietas de la Biblioteca Nacional. Antes de tomar la palabra, se escucha la voz de una nena que grita por micrófono: “aguante el eternauta por siempre y para siempre”. Al escrachenauta lo protagonizan decenas de niñxs de diferentes edades que juegan con los copos ficticios de nieve, que pintan sus máscaras, que imaginan a sus “héroes colectivos”. Son, en su mayoría, nietxs de desaparecidxs. Lxs hijxs de lxs hijxs que desde hace unos años encabezan las marchas. Las nietas y los nietos de Los Eternautas que no pudieron matar y desaparecer.
“Siempre me pareció un modo muy creativo hacer un escrache cuando no hay memoria y no hay justicia. Es una forma idónea de hacer homenaje y justicia a Oesterheld. Él estaba convencido de que la historieta podía cumplir una función pedagógica, didáctica y política. Y él mismo hizo uso de ese modo de recurrir a la historieta. El Eternauta en sus diversas partes fue avanzando de un mensaje humanista a uno mucho más militante cuando él ya estaba enrolado en Montoneros”, dirá Judith.
Y diremos todxs, a través del documento que elaboró HIJOS Rosario que el único lugar para un genocida es la cárcel, por eso los escraches cobran dimensión en este contexto. “Estamos acá para denunciar que cada vez son más los criminales de lesa humanidad que se van a sus casas gracias al beneficio de la prisión domiciliaria. Desde que Mauricio Macri llegó al poder, no sólo se intentó la impunidad de los genocidas con el 2×1 que logramos frenar con el pueblo en la calle, sino que se invirtió la tendencia mantenida hasta diciembre de 2015: hoy más de la mitad de los casi 900 condenados por crímenes de lesa humanidad, y los miles de procesados, están en sus domicilios. No es casualidad: lo dijimos antes de las elecciones, y lo confirmamos en cada medida de gobierno. Ellos venían a implementar el mismo proyecto económico que el impuesto durante la dictadura. Fueron los instigadores y beneficiarios del genocidio”.
Cerca de las ocho de la noche, sobre la fachada de la casa del represor se proyecta la imagen del Eternauta, y las frases “acá vive un genocida”. “30 mil detenidos desaparecidos presentes”. Sobre esa fachada inmutable, la luz imagina al héroe colectivo, de carne y hueso, el que camina por las calles de cualquier ciudad.
Héctor Oesterheld fue secuestrado el 27 de abril de 1977. Fue uno de los más emblemáticos, importantes creadores de historietas, sus obras y guiones son estudiados y reconocidos en el mundo entero. Oesterheld fue además un militante revolucionario a quien, junto a sus cuatro hijas y sus dos yernos, el terrorismo de Estado lo desapareció y asesinó, como a tantos. No mataron ni sus ideas, ni sus sueños, ni sus ideales. Cada escrache popular habla de esas vidas y de esas historias plasmadas en la memoria que siempre es colectiva, como el único héroe válido que imaginó Oesterheld, el héroe en grupo.