Iván Fina tiene casi los mismos años de vida que las Abuelas de Plaza de Mayo en su lucha por la búsqueda de verdad, memoria y justicia. En un mismo día, la última dictadura cívico militar asesinó a su padre y secuestró a su madre embarazada de seis meses de un hermano o hermana que aún continúa buscando. Su vínculo con Abuelas asegura que es “desde siempre” y destaca que sin su acompañamiento todo hubiese sido más difícil. En esta charla con Enredado el referente de la filial rosarina de Abuelas analiza las complejidades de un presente donde conviven el trabajo que continúa realizando la institución con los discursos negacionistas que parecieran tener cada vez mayor visibilidad.
Foto de portada: Edu Bodiño
Las Abuelas de Plaza de Mayo son un símbolo inconfundible a nivel mundial del sostenimiento de una lucha que aún no terminó. Se han ganado un reconocimiento a fuerza de marchar incansablemente por distintas plazas del país buscando algún dato que las pudiera orientar respecto al paradero de sus hijos e hijas desaparecidas durante la última dictadura cívico militar. Al mismo tiempo, averiguar el destino de los cientos de nietas y nietos que han sido apropiados en cautiverio y cuyas familias biológicas todavía siguen intentando ubicar para dar cobijo y un cierre a esta etapa tan oscura de nuestra historia reciente.
Iván Fina tiene casi los mismos años de vida que las Abuelas de Plaza de Mayo de lucha por la búsqueda de la verdad, la memoria y la justicia. Iván es referente de la filial rosarina de Abuelas y se recibió de psicólogo en la Universidad Nacional de Rosario, la misma carrera que estudiaba su papá -Víctor Hugo Fina- al momento en que fue asesinado por un grupo comando en un enfrentamiento armado, el 10 de agosto de 1976, en su casa de Valparaíso 2017. Tenía 23 años. El mismo fatídico día en que otro grupo comando en la ciudad de Capitán Bermúdez secuestraba en su lugar de trabajo a su mamá -Isabel Carlucci- embarazada de seis meses de un hermano o hermana de Iván cuya búsqueda aún continúa, cuarenta y seis años después. Isabel integró la larga lista de las y los desaparecidos en la última dictadura, hasta que finalmente en el año 2011 sus restos sepultados en una fosa común en el cementerio de La Piedad fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Tenía 24 años al momento de ser secuestrada. Ambos eran militantes del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores).
“Mi familia tuvo vínculos con Abuelas prácticamente desde siempre”, dice Iván en una extensa charla con Enredando donde abordamos el presente no solo de la organización, sino también el contexto social y político que hoy rodea a la institución que lo tiene como integrante desde el año 2004. La instalación de los discursos negacionistas de parte de algunos espacios políticos, el hostigamiento permanente a la cifra de desaparecidxs, la idea de militancia a partir de una historia de vida signada por la búsqueda de su hermano o hermana, los recuerdos de su acercamiento a las Abuelas, la situación de la violencia ligada a la participación política y cómo es el trabajo que se realiza para la recuperación de la identidad de un nuevo nieto o nieta son solo algunos de los tópicos que tuvimos la posibilidad de abordar a lo largo de esta entrevista.
— Hay una situación que se presenta, desde mi punto de vista, como una especie de dicotomía entre la gran aceptación que tiene la película “Argentina, 1985”, donde se muestra el juicio a las Juntas, y en paralelo la instalación de espacios políticos que hacen una reivindicación de la última dictadura. ¿Cómo lo analizás a ese fenómeno?
— Más que en paralelo, en el caso de la película, la veo como una respuesta necesaria a todo esto que ya venía dándose y que creció en los últimos años. Me refiero a lo que podemos denominar como discursos fascistas, negacionistas o de odio que forman parte de muchos espacios políticos. Y también (la película) es una respuesta a una voz que, tengo la sensación, está cada vez más presente en ciertos sectores de la sociedad. Subrayo lo de sensación porque con las redes sociales uno nunca termina de tener una verdadera noción y no sabe si amplifican algo que está más acotado o si verdaderamente tienen tanta presencia. Pero termina siendo alarmante porque tienen llegada sobre todo en los más jóvenes. Es un fenómeno que sin duda no se reduce a la Argentina, pero que acá adquirió dimensiones preocupantes. Un discurso negacionista que se opone directamente pero que, a diferencia de discursos anteriores, apuesta a licuar algunas verdades. Es más fácil vérselas con alguien que dice lo contrario que con un discurso que va buscando erosionar permanentemente lo que se sostiene como verdad. Y, en ese sentido, hay que saludar a la película como una respuesta necesaria porque lo que se termina licuando es lo que nos costó la democracia. Se terminan desarmando y erosionando acuerdos que establecimos como sociedad para sostener la democracia y que sería tremendo que se pierdan de esta manera, olvidando lo mucho que nos costó y la sangre que corrió para que eso suceda.
“Fue todo lo que se gestó alrededor de los Organismos lo que dio un marco de contención social para que las desapariciones se puedan situar en algún lado”
— Hace pocos días atrás vandalizaron la imagen del pañuelo de las Madres y Abuelas en la plaza 25 de mayo local y me acordaba de la discusión que tuvieron Martín Kohan con Darío Lopérfido ¿Por qué se insiste en la puesta en duda de la cifra de desaparecidos? ¿Es una de estas formas de erosionar?
— Es una buena pregunta. Una manera de responderla, no creo que sea la única, es que por las mismas particularidades de lo que fue la maquinaria genocida no hay modo de establecer una cifra última. Apunta al corazón del problema porque 30 mil es más que una buena estimación y no fue traída de los pelos o cerrada en una mesa chica. Es el resultado de una serie de estimaciones que está bastante acertada pero que, en última instancia, deja vigente esa cuestión que la misma clandestinidad de la maquinaria genocida hace que sea imposible cerrar una cifra. Son 30 mil, insisto, y es una buena estimación, no fue inventada, pero al mismo tiempo es un símbolo. Entonces, es atacar el símbolo de un acuerdo instalando una duda y, por lo tanto, erosionando lo que sucedió.
— Hablás de maquinaria genocida y aparece la figura del desaparecido o desaparecida. ¿Cómo es convivir con la imagen de alguien que no está? ¿Cómo opera eso todavía como consecuencia de la dictadura?
— Difícil, como seguramente imaginarás. Porque además un desaparecido no es un muerto, no es un familiar que falleció, está desaparecido y eso tiene toda una serie de consecuencias. Es un transitar difícil que solamente se pudo hacer, te puedo hablar por mi familia pero en este punto estamos todos más o menos igual, a partir del acompañamiento social que han hecho los Organismos, y lo digo porque hoy formo parte pero lógicamente cuando era chico no. Fueron las Madres y las Abuelas quienes sostuvieron esto desde un primer momento contra viento y marea, como muestra la película Argentina, 1985. Fue todo lo que se gestó alrededor de los Organismos lo que dio un marco de contención social para que las desapariciones se puedan situar en algún lado. Fue un sostén y realmente sin eso no hubiera sido posible elaborar o seguir adelante con la vida. Puedo hablar de lo familiar o de la generalidad, son historias muy difíciles por el tipo de ausencia que representa la desaparición y más en casos como los nuestros donde no fueron solamente nuestros padres, sino que también fueron nuestros hermanos y hermanas.
— En el caso tuyo, ¿cómo fue el acercamiento a los Organismos de Derechos Humanos?
— Mi familia tuvo vínculos con Abuelas prácticamente desde siempre. Sobre todo por lo que hizo mi abuelo materno en la búsqueda de su hija, mi mamá, que desapareció embarazada de seis meses de quien sería mi hermano o hermana. El contacto con las Abuelas fue desde los años ochenta donde empezó todo esto a tener movimiento, es algo que antecede a mi participación en la institución. Tengo recuerdos siendo un poco más grande, en los años noventa, donde conocí cómo trabajaban. Existe un vínculo que fue tejiendo mi familia y que fui conociendo con los años hasta que el 2004, a partir de un convenio con la provincia de Santa Fe y la Secretaría de Derechos Humanos, aparece la posibilidad de tener una sede física de Abuelas acá en Rosario, a pesar de que ya venían trabajando desde los años ochenta a partir de la labor de abuelas como Darwinia Gallicchio. En ese momento, en el 2004, me convocan a formar parte más activamente de la institución, lo cual acepté porque era algo que quería hacer.
— Vos hiciste la secundaria en San Lorenzo en un momento en que la temática no se trataba tanto en las escuelas ¿Qué recuerdos tenés de esa época? ¿Te pasó de quedar expuesto de alguna manera?
— A veces escucho experiencias de compañeros y compañeras que han vivido momentos difíciles en su infancia, de quedar expuestos o algún tipo de discriminación, pero sinceramente no fue mi caso, al contrario. Más bien recuerdo la soledad porque era un tema que no se hablaba. Justamente, no había exposición o discriminación porque era un tema que no existía. La gente de San Lorenzo fue siempre muy amigable y nunca viví momentos difíciles. Hay que situar primero esto, lo mío, en ese momento también y fue una progresiva toma de conciencia. Si me tengo que situar en la secundaria, cuando recién empezaba no tenía una idea muy clara y fue el momento de mi vida en el que me fui interiorizando del tema y tomando conciencia. Por ejemplo, cuando me acerqué a la gente de HIJOS, en el año 1995, ya no estaba en la secundaria. Era otro momento de mi vida. La creación de HIJOS fue también un momento bisagra donde empieza a instalarse el tema de otra manera en la sociedad. Luego, del 2003 en adelante, fue otra cosa pero empieza en el ´95 y tengo muy marcado la primera aparición pública de HIJOS, en el año 1996, como un momento importante.
— Inclusive se fue reflejando en la cantidad de personas que asisten a la marcha del 24 de marzo. Vos tendrás recuerdos de otras convocatorias y no las multitudinarias del último tiempo.
—Totalmente. Multitudinarias y no sé si la palabra es alegre, pero hay un clima muy lindo que lo asocio mucho con la falta de miedo de las nuevas generaciones. Antes hablábamos de cómo los discursos negacionistas prenden en los más jóvenes pero también existe una apropiación, digamos una identificación, que hace que los chicos y chicas que hoy están en la adolescencia se identifiquen mucho con la lucha de los Organismos.
— Pensaba en tu compromiso con los Organismos y me preguntaba sobre la idea de militancia. ¿No tuviste la necesidad de participar de otros espacios políticos?
— Para mí Abuelas es una militancia política, me parece importante la aclaración. Pero es verdad que nunca sentí el interés por otro tipo de militancia porque para mí, la de los Organismos de Derechos Humanos, es un modo muy concreto y preciso de militancia política. Aprendimos de las Madres y las Abuelas un nuevo modo de hacer política que es transversal a la idea de los partidos y eso me parece muy valioso y democrático. Aunque respeto a los diferentes partidos y tengo mis propias ideas políticas reconozco esa diferencia. Quiero decir, las diferencias de poder entre las distintas perspectivas políticas de los partidos. Pero los Organismos, con las Madres y las Abuelas a la cabeza, trazaron una línea: de la democracia para acá y de la democracia para allá. Esa posibilidad de construcción, incluso con las diferencias políticas, me parece muy valiosa y potente. Que incluso ahora se ve, por ejemplo, con otros vectores como sucede en la militancia de género. Ahí hay un tipo de militancia política que es la que a mí me interesa.
“Aprendimos de las Madres y las Abuelas un nuevo modo de hacer política que es transversal a la idea de los partidos y eso me parece muy valioso y democrático”
— Y a partir de lo que les sucedió a ustedes como familia. ¿Cómo se aborda la idea del compromiso político?
— Quedó muy marcada por el miedo. Esa fue la atmósfera en la que transcurrió mi infancia. Un miedo que es familiar, pero que parece estar más allá. Eso me parece también interesante de la película Argentina, 1985, ese clima que era una mezcla de euforia por el regreso de la democracia donde todo era posible y, al mismo tiempo, de miedo porque muchas cuestiones seguían activas y en cualquier momento podía pasar algo. Ese miedo es real, concreto, existió y te diría que existe, lo que pasa es que hubo movimientos generacionales. En aquel momento, estaba mucho más presente y a nivel familiar tenía que ver con cuestiones vinculadas a la militancia política. Recuerdo en la secundaria cuando empecé a formar parte del centro de estudiantes, lo cual nunca me impidieron, al contrario, estaba toda mi familia mirándome a ver qué pasaba. Ese miedo. Obviamente que mis padres tuvieron una opción política muy fuerte, pero ellos también pertenecían a una generación concreta, con elecciones que se enmarcaban en un histórico social determinado. Es un tema más amplio, pero lo cierto es que hoy es otro el contexto histórico social y lo que uno entiende como transmisión, o herencia, de esa decisión política considero que la tengo que volcar hacia las decisiones que a mí me parecen valiosas en el presente.
— Hablás de la generación de tus padres, y ellos vivieron en un contexto donde la violencia política estaba presente. En ese sentido, algunxs analistas identificaron al atentado contra la Vicepresidenta Cristina Fernández como un suceso que volvía cruzar a la política con la violencia (hay un hilo de Twitter de Daniel Feierstein que lo enmarca muy bien) ¿Desde Abuelas vivieron con preocupación lo sucedido?
— Sí, se le dio relevancia. Una cuestión es pensarlo teóricamente, como lo hace Daniel, y por lo tanto hay toda una serie de preguntas que tienden a la reflexión y otra cuestión es cómo se toma el acontecimiento en una instancia más política, como puede ser desde Abuelas. Daniel viene reflexionando sobre este cambio de subjetividad en un sentido muy profundo y es muy interesante lo que está pensando. La violencia está presente, pero hay un cambio de signo en cuanto a la cuestión de las armas. Porque, por ejemplo, en el caso de Santiago Maldonado, que fue tremendo, hay algo de una insistencia en cuanto a que las armas las tenía el Estado represor. Lo que aparece como novedad ahora es que las armas pertenecen a un grupúsculo de derecha. Desde Abuelas, y desde todos los Organismos de Derechos Humanos porque no hubo diferencias, se tomó nota de la relevancia que tuvo el hecho, en el sentido de los fundamentos de la democracia. Porque fue algo que sacudió esos acuerdos de los que hablábamos antes, sobre los que se estableció la democracia. Donde, por ejemplo, la violencia queda afuera, independientemente del uso que hace el Estado de eso. Fue una ampliación del uso de la violencia que es preocupante. Más allá de la persona de Cristina y de la investidura de una Vicepresidenta, dos cuestiones que hay que poder ver en paralelo: la figura política de Cristina y lo que es la investidura de una Vicepresidenta de una Nación, está la idea de este grupo que ahora se está rastreando su financiamiento. De todas maneras, no creo que sea un remedo de la violencia de aquella época, esto tiene otras características porque la violencia siempre se da en un contexto. En aquel momento, tenía un sentido muy claro y concreto la opción por las armas, digámosle así a la militancia armada, que uno no puede tomar acríticamente ni puede rechazar de plano diciendo que eran unos violentos nomás, es decir, con una perspectiva ahistórica. Tenía sentido en un determinado momento histórico que es interesante revisar y explicar, aunque no se haga lo mismo. Estamos en un momento histórico completamente distinto donde hacer algo así no tiene goyete.
— Yendo a una parte del trabajo que hacen desde Abuelas, el nieto recuperado 130 ocurrió en junio del 2019 y desde entonces no hubo una nueva restitución ¿Tiene alguna relación esto con la aparición de la pandemia?
— Durante la pandemia desde Abuelas continuamos el trabajo solo que tuvimos que reorganizarnos, como le pasó a todo el mundo. Rápidamente se empezaron a desarrollar herramientas virtuales para continuar con la tarea y a los pocos meses estábamos trabajando casi con la misma dinámica de siempre. No se detuvo durante ese tiempo la cantidad de consultas y continuó prácticamente con el ritmo habitual. El Banco Nacional de Datos sí estuvo detenido un tiempo por cuestiones vinculadas a lo sanitario, pero antes del 2021 ya se estaban tomando muestras de sangre. Estamos todos esperando que aparezca un nuevo nieto o nieta, hermano o hermana, pero a veces sucede con más asiduidad y a veces no. La pandemia debe haber tenido algo que ver, pero no creo que sea lo central. Hay algo de una cierta contingencia que por mucho que se trabaje desde Abuelas, que lo hacemos permanentemente, no termina de resolverse.
“En Abuelas trabajamos con la duda. Nos interesan más las preguntas, Cuando algo no cierra, en relación a la historia de alguien, eso es con lo que trabajamos y ese es el momento en el que puede acercarse alguien a las Abuelas para recibir ayuda”
— Imagino que no debe haber dos casos iguales, pero ¿cómo es el protocolo, o el camino, que recorre un nieto o nieta desde las primeras consultas hasta su restitución definitiva?
— Tenemos un trabajo activo que es permanente. Recibiendo tanto a las personas que por sí mismas tienen dudas sobre su identidad, como información que nos acercan sobre otras personas. Trabajamos con las dos cuestiones, las cuales lógicamente tienen distinto tratamiento, pero son el corazón del trabajo cotidiano institucional. En Abuelas trabajamos con la duda. Antes que estar atentos a una serie de signos como puede ser haber nacido entre los años 1975 y 1983, que ya es un primer marco general, o rasgos que se repiten como la cuestión de los parecidos físicos, no sentirse a gusto en la familia, no tener fotos de bebé o del embarazo, rasgos que a posteriori son recurrentes, a mí siempre me pareció válido como postura de trabajo no cerrarse demasiado en eso. Por eso digo lo de trabajar con la duda, nos interesan más las preguntas, Cuando algo no cierra, en relación a la historia de alguien, eso es con lo que trabajamos y ese es el momento en el que puede acercarse alguien a las Abuelas para recibir ayuda.
Iván, a mediados del año pasado, también fue parte como querellante en la denominada causa Klotzman llevada adelante por el Tribunal Oral Federal N° 2 de Rosario y donde se condenó a prisión perpetua a tres ex policías y un ex militar por delitos cometidos contra militantes del PRT en el año 1976. Todos fueron encontrados culpables por los delitos de privación ilegal de la libertad, tormentos y homicidios. Fue la primera vez que se investigó un caso de apropiación y robo de identidad en la ciudad. Si bien para Iván se trató de un hecho muy movilizador estar por primera vez frente a un tribunal, a cuarenta y cinco años de lo sucedido con sus padres, fue también la confirmación de que el pacto de silencio de los apropiadores de su hermano o hermana aún sigue vigente y no pudo obtener ninguna noticia sobre su paradero. “Tenía muchas expectativas por todo lo que implica el proceso de justicia, algo que compartimos todas las personas que hemos sido querellantes”, comparte y agrega: “Si bien uno nunca pierde la esperanza, sabía que era muy poco probable que surgiera algún dato sobre mi hermano o hermana por lo contundente que es el pacto de silencio de los perpetradores”.
Para Iván, ese silencio “desolador” es otra de las formas en que los responsables del genocidio continúan cometiendo delito y por eso afirma que: “Cuando se escuchan esos discursos acerca de que hay dejar atrás el pasado y perdonar, recuerdo las palabras de Estela (de Carlotto) que dice: vengan con todas las listas y los datos de qué paso con los desaparecidos y con nuestros nietos. Una vez que tengamos eso, ahí empezamos a hablar”.