En San Lorenzo, existe un dispositivo donde personas usuarias de salud mental cuentan con un espacio de apoyo terapéutico. Allí trabajan profesionales del hospital Granaderos a Caballo y fue creado en enero de 2023. Se trata de un lugar donde trabajan la tierra y elaboran cactus, suculentas y aromáticas que luego venden al público . Un espacio comunitario con un objetivo vital: reconstituir los lazos sociales.
Por Anabella Tramontini, desde San Lorenzo
¿Cómo salir del aislamiento una vez que una persona con problemas de salud mental egresa de una internación en una institución? ¿Cómo reconstituir los lazos sociales y volver a reintegrarse a la vida?
La Ley nacional de Salud Mental 26.657 establece que las personas con padecimiento mental deben recibir tratamiento en hospitales generales y no en instituciones psiquiátricas pero la norma no siempre se cumple. En este marco, existen distintos dispositivos e iniciativas que promueven la restitución de derechos de las personas usuarias de salud mental. En San Lorenzo, por ejemplo, desde hace más de año funciona un espacio que habilita la palabra y sobre todo, la escucha de quienes lo transitan.
De “Brote en Brote” es un espacio comunitario de integración y apoyo para personas usuarias de los servicios de salud mental que funciona en el Hospital Granaderos a Caballo de la ciudad de San Lorenzo. El lugar está abierto los martes desde las 11 horas, pero pueden ir cuando ellas lo desean. Fue creado en enero de 2023 y se trata de un refugio donde sus integrantes trabajan la tierra y elaboran cactus, suculentas y aromáticas que luego venden al público, para seguir sosteniendo el proyecto que es autogestivo.
El dispositivo está liderado por la psicóloga Silvana Lagatta y la acompañante terapéutica Lourdes Palma, pero también el hospital de San Lorenzo cuenta con un equipo de salud mental compuesto por médicos psiquiatras y psicólogos.
«De Brote en Brote» se encuentra dentro de las políticas de sustitución manicomial de las leyes de Salud Mental (nacional nº 26.657 y provincial nº 10.772), que fomentan la creación de alternativas a la internación y donde se busca apoyar los procesos de externación. “Esto es evitar que las personas sean llevadas al hospital psiquiátrico, por ejemplo, que sean institucionalizadas o que la manicomialización también quede impregnando su tratamiento. Es novedoso que esto se haga en un hospital general de segundo nivel, la provincia lo ha declarado de interés general y en ese sentido somos parte de esa red de sustitución manicomial” expresa Silvana Lagatta.
«Que un paciente, lo único que reciba sea un tratamiento psicofarmacológico es un modo de manicomializar a un padeciente» dice la psicóloga y suma: «La propuesta es otra, es volver a ofrecerle un espacio de intercambio, salir del aislamiento, de la soledad, restituir el lazo social, al seguimiento del cuidado de una planta. Algo que puede parecer tan simple, tan sin sentido, no lo es en absoluto».
Lourdes Palma, acompañante terapéutica del programa, resalta la importancia del espacio para los usuarios después de lo que implica atravesar una internación. “Los chicos vienen cuando quieren, cuando necesitan compañía o descargar emociones”. La dinámica grupal y el compañerismo que se genera entre los integrantes son de los principales aspectos que destaca Palma como parte del proceso.
El objetivo es promover propuestas que fortalezcan el lazo social y la participación activa de las personas que son usuarias del dispositivo. «Este tipo de proyectos generalmente son implementados en instituciones monovalentes pero en este caso, el hospital de segundo nivel de San Lorenzo ha logrado integrar un enfoque comunitario. Evitar la manicomialización significa ofrecer espacios donde los pacientes no solo reciben medicación, sino también oportunidades de interacción y actividades significativas, como el cuidado de plantas”, resume Lagatta.
“Eze (uno de los usuarios) básicamente había pasado una internación acá en el hospital y después de que salió no conseguía trabajo, no tenía mucha vida social, nos venía contando esto, que le costaba mucho relacionarse con gente. Está bajo tratamiento, pero seguía sintiendo síntomas de su patología. Y bueno, surgió esto de, veníte más seguido al hospital. Entonces charlamos, nos tomamos unos mates, vemos qué podemos hacer. Y surgió esto de empezar a cuidarnos”, cuenta Lourdes sobre los inicios del espacio.
“El tema de las plantas, más allá de que es muy vistoso, es terapéutico, y es aprender a cuidar a alguien y a cuidarnos a nosotros mismos. Yo siempre le digo a los chicos que la clave acá siempre es saber pedir ayuda”, cuenta la acompañante terapéutica.
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Son las 11.30 del mediodía de un martes de octubre. El calor es abrasador y algunos integrantes del dispositivo ya están haciendo distintas actividades en el espacio que se ubica a metros de la entrada del hospital, por calle Colón. Algunos toman mates, otros riegan las plantas, fuman un cigarrillo y conversan.
Ellos son Valeria, Selva, Nelson, Uriel, Elías, Ezequiel y Débora. Julián solo participa vendiendo panes caseros, pero no concurre a las reuniones. “Yo cuando no doy más me vengo directamente al hospital”, cuenta Selva quien cuenta que sufre de ataques de pánico. “Yo tengo que reventar para venir. Enojarme” interrumpe Uriel, el más joven y el más locuaz del grupo.
A Valeria, en cambio, no le costó pedir ayuda: “El grupo me ayuda mucho cuando tengo ataques de pánico o cuando me siento mal. Puedo venir a ‘De Brote en Brote’, pasar un rato, regar las plantas, y me siento mejor. Es muy importante el apoyo de los profesionales” dice y cuenta algo de su historia personal. “Yo estaba pasando un momento de depresión y tapaba la depresión con la ludopatía. Vivía encerrada en mi casa, no sociabilizaba con nadie, no tenía ganas de hacer nada. Y pasaba días y días así, porque ya venía de un año malo, porque me caí en el trabajo, no me pagó la ART, y no me indemnizaron». Valeria trabajaba en una empresa de limpieza hasta que fue despedida. «Entonces, bueno, yo me hundí. La depresión me llevó a la ludopatía. Después estuve internada 25 días en una clínica en Rosario. Ahora soy al revés de lo que era antes. No paro de hablar, me doy con todo el mundo, no me cuesta nada. Me cambió la vida la terapia”. Dice que antes no dormía de noche: «capaz que me quedaba hasta las 4.00 jugando en el casino, los sueldos me perdía. Tenía que mentirles a mis hijos para que me den para comer”. Valeria todavía no pudo volver a insertarse laboralmente y es su hijo quien mantiene su economía. Pero poder ser parte del Brote la ayuda a proyectar y soñar con su propio emprendimiento: “Estoy pensando en poner algún emprendimiento, plantitas, porta macetas, hacer viandas, quiero ser emprendedora, pero primero quiero sentirme bien yo”, aclara.
Uriel, de 20 años, cuenta que pasó por varios hospitales cuando fue diagnosticado con ezquizofrenia. Dice que no le gusta estar internado porque no quiere estar acostado: “Me gusta estar en mi casa, digamos, o viendo jugar a la pelota».
Algunos comentan que sus hijos y familiares los acompañan en el proceso terapéutico y se preocupan, otros, en cambio, están más solos. “Para mí la soledad no tiene precio. A mí la vida me enseña que la soledad no tiene precio”, reflexiona Uriel. “Yo, por ejemplo, decidí ir sola a terapia porque ya había tocado fondo. Nadie me dijo, mirá, tenés que ir. Y la internación lo decidí yo y no avisé a nadie. Avisé nada más que a mi hija que vive conmigo porque estaban todos en desacuerdo. Pero después me iban a ver, me llevaban a pasear. Como que siempre me acompañaron, me contienen mucho, un montón”, añade Valeria.
Selva vive actualmente con uno de sus tres hijos y cuenta que todos están pendientes para saber cómo está. “Todos los días están preguntándome cómo estoy, qué hago”.
Ezequiel dice que la mayoría de la gente no lo comprende. «Por ejemplo, yo voy a la Iglesia y mucha de la gente que va a la iglesia, como yo tengo esquizofrenia, piensa que estoy endemoniado. Entonces es difícil hablar con todas las personas. Solo hablo con algunos nomás, nosotros decimos hermanos de la iglesia. Y algunos me comprenden y otros no. Pero tienen que entender que todas las personas no son iguales y hay personas que tienen problemas y cada una tiene sus problemas».
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“Yo hace casi nueve años que sufro depresión. Pero no pude encontrar el causante de qué fue lo que pasó”, dice Selva. “La pasé muy mal los primeros tiempos, porque me agarraban crisis de energía que me quería lastimar. Hasta que vine acá al hospital y fui mejorando. Yo estoy mucho mejor ahora”. Nelson estuvo institucionalizado en el hospital psiquiátrico «Dr. Abelardo Freyre», más conocido como La Colonia Psiquiátrica de Oliveros; dice que allí lo trataron bien y que tuvo una buena experiencia: «Estuve internado dos meses y me dieron el alta y vine para acá”.
Los usuarios reconocen al dispositivo De Brote en Brote como un lugar donde pueden acompañarse y apoyarse mutuamente y destacan la importancia de la camaradería y el apoyo emocional entre amigos y terapeutas. Cuentan que, a pesar de atravesar días difíciles, tienen un espacio seguro para compartir experiencias y sentirse acompañado. Valoran el apoyo que se brindan mutuamente en el grupo y la calidad de las terapeutas, Silvana y Lourdes.
“Me da la curiosidad y miro un poco las plantas y me tranquilizo un montón”, expresa Uriel. El más tímido de todos es Elías, quien estuvo dos semanas internado en el hospital Eva Perón de Granadero Baigorria. Al salir continuó con tratamiento psiquiátrico y psicológico: “Acá me gusta charlar, compartir un rato, tomar unos mates”, cuenta en voz baja.
“Acá con la terapia, con los espacios, con el apoyo de Lourdes, todos son muy buena gente. Aún me cuesta sentirme bien, pero estoy saliendo adelante. Además, estamos en este grupo y podemos compartir entre nosotros y apoyarnos y tenemos el número de WhatsApp donde nos escribimos”, añade Ezequiel quién es interrumpido por el “parlanchín” Uriel que entre risas confiesa que comienzan a escribirse mensajes a las 6.00 horas, pero que cómo están “en la misma” charlan o salen a caminar.
Ezequiel está contento porque luego de estar internado encontró trabajo paseando perros en Ricardone y Uriel es emprendedor, vende helado en las plazas de San Lorenzo. Los martes de 11 a 13 el espacio está abierto, pero también está disponible todo el día de lunes a viernes desde las 8 de la mañana. A veces buscan a Lourdes y si no la encuentran saben que acercarse y dedicarse a la jardinería mientras conversan sobre sus situaciones diarias.
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El director del hospital Dr. Eduardo Ros remarca la importancia del dispositivo en un contexto donde las consultas por crisis de salud mental se han ido incrementado. “Recibimos un promedio de 4 o 5 consultas diarias de pacientes en crisis, y las camas de internación para salud mental están ocupadas entre un 80% y 100%”.
El hospital de San Lorenzo cubre una amplia zona de influencia que incluye varias localidades vecinas. En ese sentido, la máxima autoridad del nosocomio dice: «Hay que destacar la importancia de que hay un equipo, con profesionales que acompaña a las personas que están pasando por situaciones críticas, como depresión, ansiedad, ataques de pánico, hay un mundo de cosas. En salud mental, lamentablemente, tenemos algo que atraviesa, y lo sabemos todos, el consumo de sustancias, que está asociada a todas estas patologías, acá se trabaja muy bien con esto, se hace la deshabituación, hay un equipo, un taller de admisión para pacientes, pero el tema es el post».
El Dr. Emiliano Grilli, vicedirector del hospital, explica que el dispositivo busca involucrar a más personas de la comunidad y ofrece un seguimiento ambulatorio para que no se sientan solas después de pasar por situaciones críticas. “La salud es un proceso, no existe un estado de bienestar permanente, y este dispositivo está para acompañar a quienes lo necesiten”
Para el director del hospital, el compromiso de todo el equipo de salud mental es fundamental: “Lo hacen con el corazón, más allá de la profesión, con un fuerte compromiso social”.
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Soñar. Proyectar. Imaginar. Que el brote siga brotando.
Uriel desea conseguir trabajo en una fábrica; Ezequiel quiere tener una pareja; Nelson un trabajo, al igual que Valeria quién sueña con ser independiente y también, como Ezequiel, encontrar una pareja porque dice «que ya crió a sus hijos y están grandes». Selva desea un compañero y Elías una moto Tornado 250 cc.
Lourdes, la terapeuta, cierra con su deseo personal: “Yo quiero que el brote siga brotando. Que seamos más usuarios. Que se cumpla con la Ley de salud mental”.