El Taller Protegido Rosario tiene casi 40 años de trayectoria en la ciudad. Es un espacio netamente laboral en el que trabajan de lunes a viernes 36 personas mayores de 18 años con algún tipo de discapacidad intelectual. La asignación estímulo que reciben, establecida en el marco del Regimen Federal de Empleo Protegido está congelada desde diciembre 2023: es de solo 28 mil pesos mensuales. La ley de emergencia en Discapacidad incluye un programa de fortalecimiento para talleres protegidos pero el gobierno de Milei se niega a implementarla. Desde este año, además, la organización enfrenta el desafío de tener que solventar el pago del alquiler del lugar que ocupan en calle Viamonte al 500. La inclusión laboral al límite.
Sabrina Gatti me espera alrededor de las 9 en el nuevo espacio ubicado sobre la calle Viamonte 565 que ahora ocupa el Taller Protegido Rosario. Mudarse no estaba en los planes de la asociación civil que cuenta con casi 40 años de trayectoria en Rosario. Nació a partir de la iniciativa de un grupo de padres cuyos hijos estaban por egresar de la escuela especial Dinad en una época -1986- donde aun no existía la Ley nacional de Educación. Pero en marzo de este año, tras una feroz tormenta de viento y con abundante caída de agua, una montaña de ladrillos colapsó desde una altura de 30 metros sobre el techo del establecimiento -que pertenecía a la escuela- donde históricamente funcionó el Taller, en 9 de julio al 300.
Pasaron meses hasta que finalmente lograron trasladarse de barrio Martín a República de la Sexta. La casa, que ahora deben alquilar, es bastante más pequeña y solo cuentan con una habitación donde desarrollar las distintas tareas laborales que llevan adelante 36 jóvenes mayores de 18 años con discapacidad intelectual, aunque, debido al espacio reducido, por el momento solo asistan 22 en días y horarios rotativos.
“Es un espacio netamente laboral que tiene como misión darle las herramientas para que tengan un rol laboral y competencias ocupacionales para cualquier trabajo” explica Sabrina con 29 años haciendo de todo dentro de la organización. El Taller fue su primer trabajo después de recibirse como terapista ocupacional. Acá sigue a pesar de tener otros empleos para poder llegar a fin de mes, y desarrollando una tarea que va mucho más allá de la gestión de una asociación civil. Se trata, dirá Sabrina, de construir vínculos en un lugar que siente “como su casa”.
-Acá conozco a los chicos, a sus familias. Acá ellos son libres de decidir y lo fundamental es que logren tener autonomía. El rol laboral tiene muchos aspectos, que no es solo aprender una tarea. Pero acá no damos teoría, acá se hace, se pone en práctica.
“Es un espacio netamente laboral que tiene como misión darle las herramientas para que tengan un rol laboral y competencias ocupacionales para cualquier trabajo”
Poner en práctica. Acción. Distribución de roles y responsabilidades. Resolver imprevistos. Trabajar en equipo. Sostener un ritmo de tareas. Así funciona por dentro un Taller Protegido: como una micro empresa donde cada cual sabe qué tiene que hacer y cómo debe hacerlo. Entonces Sabrina explica lo que cada área desarrolla: polietileno, reciclado, artesanía y cadetería. “Nuestro fuerte es el polietileno donde realizamos distintos tipos de bolsas, separadores, rollos. Ellos cortan las bolsas que después se venden. Tenemos clientes fijos como el Geriátrico Ayolas o los consorcios de edificios que utilizan las bolsas de residuos”. Pero lo cierto es que la mudanza implicó que la comercialización de los distintos productos disminuya casi un 50 por ciento. “El barrio tiene que conocernos” señala Sabrina y apela a la difusión, al boca en boca, a la visibilización de todo lo que producen al interior del Taller. Lo que recaudan por la venta es clave para el financiamiento de la organización.
Otra de las áreas de trabajo es la artesanal donde confeccionan, con retazos de telas que le son donadas, juguetes para perros y gatos, alfombras, cortachifletes, pelotas de tenis revestidas en tela, etc. En el sector de reciclado se ocupan de, por un lado, acopiar residuos para el Programa municipal Separe que cada 15 días retira el contenedor, y por el otro, utilizar las tapitas plásticas que limpian para venderle a un proveedor, las latas y los cds que luego se destinan al área de termofusión donde fabrican escarapelas y con cuero plástico, billeteras, anotadores, portatarjetas, bolsos, carpetas etc. “Hay distintos puestos de trabajo y cada uno hace lo que puede, se ubica donde se siente cómodo. Hay chicos que pueden manejarse muy bien en la calle y hacen cadetería y repartos”.
Sabrina hace hincapié, sobre todo, en el deseo de incorporarse a un espacio de trabajo. “El 70% no sabe leer ni escribir y vienen de familias con muy pocos recursos. Pero acá se suman y hacen de todo, aprenden cada una de las tareas y cada uno tiene competencias laborales muy diferentes. Para ellos, es el lugar que los ordena, el lugar donde socializan, donde han formado familia, amigos, donde compartir esas experiencias los motiva.
Antes del ingreso se realiza una serie de entrevistas y en función del cupo disponible llevan adelante una breve pasantía de dos semanas. En general, dice Sabrina, todos van rotando por cada una de las áreas.
Los talleres protegidos, hay menos de 300 en todo el país, se encuentran reglamentados bajo lo que se conoce como el Régimen Federal de Empleo Protegido para personas con discapacidad sancionado en el 2012 que avala y habilita a que los jóvenes con discapacidad puedan trabajar y jubilarse con la mínima tras cumplir 20 años de servicio. Dependen de la Secretaría de trabajo del Ministerio de Capital Humano y por el momento, quienes desarrollan sus tareas de lunes a viernes cumpliendo su jornada laboral de 8 a 13 solo cobran 28 mil pesos y con varios meses de retraso. La Municipalidad les otorga una beca de apenas 10 mil pesos y con eso se sostienen. Claramente, el ajuste impacta de lleno en el corazón de los Talleres Protegidos que al igual que otros sectores, están en riesgo de desaparecer. De hecho, aclara Sabrina, en la ciudad solo quedan 2 y en toda la provincia suman 16.
-Estamos al límite de todo y así no podemos seguir creciendo. El espacio que tenemos es muy chico, además tenemos que solventar un alquiler y hasta tuvimos que dejar de darles el desayuno. Todo lo que vendemos nos ayuda a sostener la organización. Lo ideal seria que podamos ser más viable comercialmente, queremos ser competitivos. Y demostramos que podemos hacerlo, pero necesitamos la ayuda del Estado.
Lo que dice Sabrina es clave: las posibilidades de inclusión laboral son de por sí escasas en una sociedad fuertemente capacitista. Pero además en un contexto donde el propio Estado se niega a garantizar accesibilidad, recursos, financiamiento, y derechos para las más de 5 millones de personas que en el país conviven con algún tipo de discapacidad, todo se vuelve más hostil, más precario, más complejo. De acuerdo con los datos de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) de 2022, en Argentina solo 2 de cada 10 personas con discapacidad de entre 18 y 65 años tienen un empleo.
Estamos al límite de todo y así no podemos seguir creciendo. El espacio que tenemos es muy chico, además tenemos que solventar un alquiler y hasta tuvimos que dejar de darles el desayuno. Todo lo que vendemos nos ayuda a sostener la organización
La actual ley de emergencia votada por el Congreso Nacional contempla un programa de fortalecimiento para talleres protegidos que actualizaría el monto de la asignación estímulo de actualmente 8000 trabajadores -congelada desde diciembre de 2023- a por lo menos 180 mil pesos mensuales. Pero lo sabemos: el gobierno suspendió su aplicación y por el momento no hay ningún avance ni medidas que respondan a una situación que es crítica. Sabrina lo ve a diario. Personas que ya no pueden asistir a sus instituciones de apoyo porque ya no la cubre la obra social o no cuentan con el transporte. Todo repercute.
El reclamo es colectivo. Desde las federaciones que nuclean a los talleres protegidos, así como las federaciones y asociaciones integradas por familias, personas con discapacidad y prestadores, la disputa sigue siendo por un Estado que garantice derechos ya contemplados por ley. De allí que se esperan nuevas movilizaciones en todo el país para exigir la implementación inmediata de la ley de emergencia en discapacidad.
Sabrina me enseña cada uno de los procesos al interior del taller. Las distintas producciones, la mesa de trabajo donde hay quienes cortan bolsas, cosen o separan tapitas. Un grupo de trabajadores se concentra en su tarea. Entre ellos, Claudia, 34 años y con 14 de antigüedad. Dice que le encanta venir cada mañana y que acá no solo aprendió a «hacer de todo», también se puso de novia. Mientras se dedica a limpiar y clasificar plásticos asegura que en este lugar ella es feliz. Una de sus compañeras me muestra la alfombra de un azul eléctrico con tiras de tela que acaban de terminar. Sabrina pide que el barrio los conozca. Que se visibilice el trabajo, el esfuerzo, la creatividad y que la gente se acerque a comprar productos. Todo ayuda en medio de la desolación estatal.