Mujeres en Obra es una cooperativa de obreras dedicadas a la construcción, surgida en San Lorenzo. Buscan incorporar la perspectiva de género en el sector, pero también ampliar las posibilidades de autonomía para mujeres y disidencias. “Lo económico y lo emocional están bastante ligados: tener autonomía a nivel de dinero te permite estar más tranquila para tomar decisiones o riesgos que antes pensabas que no lo podías hacer”, aseguran.
“Una persona cansada no trabaja más y mejor”, asegura Anahí Cabeza, responsable de comunicación de la cooperativa Mujeres en Obra, de la localidad de San Lorenzo. En 2021, esta empresa de la economía social —que hoy nuclea a aproximadamente 15 mujeres— nació como un espacio de trabajo para obreras del ámbito de la construcción, un rubro altamente masculinizado. Quienes integran la cooperativa sostienen que no alcanza con sumar más mujeres a los espacios de trabajo, sino que hace falta perspectiva de género real en las obras. Esto significa que se cuide el cuerpo de quienes trabajan y que se contribuya a la autonomía económica y a la construcción de liderazgos de las mujeres.
Según un informe publicado por el Ministerio de Obras Públicas de la Nación, en 2022 la cantidad de mujeres en el rubro era del 5%. “La construcción es el sector con menor nivel de participación de las mujeres, una actividad de la economía fuertemente masculinizada”, señala el relevamiento.
En este contexto, la cooperativa sanlorencina busca generar trabajo de calidad, rentabilidad y espacios seguros para las profesionales del rubro. Cabeza añade: “Es un trabajo muy informal. Entonces uno de los objetivos era salir de la informalidad y ofrecer un servicio de excelencia con perspectiva de género real”.
Fue en plena pandemia cuando las obreras Georgina Arnold y Alejandra Cabeza empezaron a construir la idea. El sector seguía siendo dinámico pese a la crisis sanitaria (entre 2020 y 2022 generó 52.000.00 nuevos puestos de trabajo), pero el índice de participación femenina seguía siendo bajo.
“Si bien hay muchas identidades feminizadas en tareas como administración, decoración o ambientación, en la parte más dura del trabajo había muy poco piso de participación. Así nació la idea”, relata Anahí Cabeza.
—¿Qué implica la perspectiva de género en el sector de la construcción?
—El rubro es un sector sumamente masculinizado. Tengamos en cuenta también que es un sector muy amplio, no estamos hablando simplemente de personas cargando bolsas de cal y cemento. A veces se va a una obra y cuando ven entrar a una a una mujer hay un asombro o un no saber cómo manejar esa situación porque los varones no están acostumbrados. También pasa esto de no captar las órdenes porque las da una mujer, o no querer conformar equipos con mujeres. Por eso la perspectiva de género no solamente tiene que ver con que se sumen más mujeres al rubro, sino con otra forma de mirar la construcción. Es salir de lo tradicional. Incorporar tecnologías para disminuir cualquier impacto físico y dejar un trabajo excelente que cuide al equipo de trabajo, independiente de si son mujeres o no.
—¿Qué mecanismos, por ejemplo?
—Nos había pasado en una obra que había que subir unas vigas porque había que armar un deck en la terraza de una edificación. Y todos querían subirlo por el ascensor. Y decidimos contratar una grúa para que las suba, para evitar el impacto físico y llegar en mejor estado al momento de la construcción en sí. También tenemos en cuenta los elementos de seguridad. Los varones están muy acostumbrados a cargar baldes de arena, bolsas de cemento y no se ponen en práctica otras formas de hacerlo porque eso tiene un costo económico. No es que todo el tiempo contratamos maquinaria, pero tratamos de cuidar el cuerpo. Trabajamos con el principio de sustentabilidad y eso hace a la calidad de vida de las personas. Hay materiales que ya vienen preparados y que disminuyen el impacto físico y también el tiempo de trabajo. La perspectiva de género también implica jerarquizar los oficios y que las mujeres lideren estos espacios, no que simplemente los integren.
—¿Cómo fueron sorteando las barreras ligadas a los roles de género?
—No sé si son barreras porque es más que nada plantarse como profesional y llevar la situación adelante de la forma más educada y con el mayor respeto posible. En estos cinco años que ya tiene la cooperativa hubo muchas aperturas porque justamente se empezó a incentivar la perspectiva de género en la construcción. Como Mujeres en obra, existen muchísimas otras experiencias a lo largo y ancho del país y eso va generando una red. Mujeres en obra es un proyecto súper escalable: puede crecer y se puede replicar.
—¿De qué se tratan las capacitaciones que brindan?
—Lo llamamos Programa de Entrenamiento y Formación y se va dando en función de las articulaciones que tenemos con instituciones privadas o públicas, ya sean municipales, provinciales o nacionales. No es que capacitamos solamente a la gente de la cooperativa. Hacemos programas de entrenamiento y formación abiertas a la comunidad para luego ver quiénes desean y pueden integrar la cuadrilla de trabajo de lo que se ve en ese momento. Y formamos cuadrillas rotativas de trabajo en función del desempeño, de las ganas y del deseo que tengan las personas que se acercan y se capacitan. Buscamos llegar a mujeres y disidencias que sean jefas de hogar, que deseen incorporarse en el rubro de la construcción. Y tenemos mucho en cuenta lo de la seguridad laboral. Desplegamos nuestro capital de contactos para generar cada capacitación, que son sobre cuestiones de construcción pero también sobre seguridad laboral y de género. Generamos espacios de cuidado para que las mujeres que maternan y no tienen con quién dejar a sus hijes puedan ir; a eso lo hacemos en articulación con organismos públicos. Y cada capacitación tiene una parte teórica y una parte práctica donde se implementa lo trabajado.
—¿Por qué decidieron conformarse como una cooperativa?
—Porque nos alinean ciertos valores con el cooperativismo: el trabajo en comunidad, la igualdad de género. Pero a veces se asocia lo cooperativo con lo precario, con lo informal. Somos una empresa cooperativa porque sabemos que este es un proyecto escalable, porque lo venimos trabajando y lo podemos proyectar a futuro. Y queremos, como empresa cooperativa, ocupar puestos de liderazgo, queremos sentarnos en la mesa chica a plantear ciertas cosas. Tenemos mucha convicción y trabajo hecho, no es que hablamos en el aire. Tenemos números (de facturación, por ejemplo) que muestran que esto se puede expandir de forma muy amplia. Somos una cooperativa porque también buscamos la rentabilidad, no somos una asociación civil. Buscamos generar trabajo de excelencia en el rubro de la construcción, con una perspectiva de género real, con menos impacto físico, con mucho hincapié en la seguridad en la obra, Y algo que nos diferencia de otras empresas es que brindamos un servicio post-técnico. Pasa mucho en la construcción esto de que te hicieron algo mal y no lo viste más al albañil. En ese sentido brindamos un servicio integral.
—¿Cuáles son los lineamientos de trabajo de la cooperativa?
—No solamente queremos generar espacios y condiciones para contribuir a la equidad de género en el rubro, sino que también queremos promover la independencia económica de mujeres, de las jefas de hogar y generar así mejoras en la comunidad. Por eso trabajamos en una filosofía de triple impacto: impacto social, sustentabilidad y rentabilidad. Por ejemplo, a través de las prácticas que implican la disminución del impacto físico sobre el cuerpo y de espacios de cuidado para alguna trabajadora que necesite dejar a sus niñes mientras se capacitan. En cuanto al desarrollo sustentable, aplicamos técnicas, materiales y procesos que moderan el impacto ambiental y priorizan el cuidado del equipo de trabajo y el resultado final del cliente. Y la rentabilidad es porque queremos poner en valor nuestro trabajo. Para eso necesitamos el acompañamiento del sector público y privado.
—¿Cómo están viviendo hoy la situación económica?
—Nos pasó algo muy particular: el año pasado estuvimos más paradas, pero por razones particulares. Pero como trabajamos con escuelas, con municipalidades, siempre hay bastante movimiento. Si bien en el rubro de la construcción bajaron los índices, no lo vemos proyectado en nuestra cooperativa. Ahora lo que buscamos es financiación. Hay programas públicos, pero si uno no los busca, no es tan fácil encontrarlos. No hay una visibilización y, por el desconocimiento, muy poca gente termina accediendo. También se piden muchos requisitos que a veces no se tienen, pero esos programas existen.
—¿Qué se necesita para que haya más mujeres en el rubro?
—Financiación y abrir los espacios de debate. No es algo que se dé de la noche a la mañana, pero es necesario que las empresas cooperativas o las asociaciones civiles también puedan tener un acompañamiento del sector público sobre todo, y articulación con el sector privado. Pero eso parte del sector público, porque el sector privado nunca va a hacer nada porque le sale de adentro sino porque hay un modelo de gestión para establecer esas alianzas colaborativas. La capacidad profesional está, no es que nosotras queremos “jugar a la obra”. Realmente existen las profesionales pero no tienen el espacio. Ahí necesitás el acompañamiento de un Estado presente y ahora eso está bastante jodido, pero sigue habiendo propuestas, ya sea desde el rubro o desde lo que es emprendedurismo.
—¿Por qué es importante para las mujeres la independencia económica?
—En primer lugar, hay mujeres que sostienen hogares solas. Para las que maternan, es la posibilidad de darles a sus hijes un sustento económico, emocional y de cuidado. El rubro de la construcción es un rubro donde se gana bien. Y la independencia económica te genera autonomía en un montón de sentidos. Nos ha pasado que hubo mujeres que comenzaron los programas de entrenamiento porque querían salir de relaciones abusivas, donde eran violentadas psicológica, física y económicamente. Entonces fue una entrada para independizarse e irse del lugar donde estaban. Eso para nosotras fue muy fuerte y creo que hay una responsabilidad social en esto de promover la autonomía y la independencia de las mujeres. Es fundamental para generar un impacto en la comunidad. La independencia económica te puede llevar no solamente a formarte y a aprender un oficio, sino también a descubrir nuevos roles, como los de liderazgo. Lo económico y lo emocional están bastante ligados: tener autonomía a nivel de dinero te permite estar más tranquila para tomar decisiones o riesgos que antes pensabas que no lo podías hacer.