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Sobrevivir legal

  • 03/11/2025
  • Tomás Viú
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Una crónica sobre el post encierro y la potencia de los proyectos cuando se tornan colectivos. El poder de lo comunitario y la disputa de sentido: a la cárcel y a la Universidad Pública. Se cosecha afuera lo que se siembra adentro. La experiencia de Alto Viaje permite deshojar las capas de la cebolla: ¿Cómo se cuida la libertad?

El ruido de la cortina de enrollar que van levantando desde adentro produce un chirrido agudo similar al de las viejas hamacas de las plazas. Afuera la llovizna empieza a hacer sentido con el cielo monocromático que contagia al resto del escenario con su gris plomizo. La destemplanza del tiempo abre la duda sobre sacar o no a la vereda los carteles que anuncian: ´Corte, wifi, tragos´.

Adentro el ritmo es propio de un arranque de jornada. Los movimientos son indicadores: acomodan cosas, corren objetos, disponen el lugar para empezar a recibir a la clientela. Alto Viaje es Peluquería-Barbería-Escuela-Indumentaria. Es presente y porvenir. Es el conjunto de muchas experiencias previas que posibilitaron este proyecto, que a su vez posibilitó esta charla sobre el encierro y después, el durante y el mientras tanto, el tiempo entre, y las capas de sentidos que se abren en flor.

Sara Mateo se excusa al anticipar que no podrá estar más de una hora en la entrevista porque tiene un turno dado. La peluquería tiene movimiento. Entrarán a su tiempo distintas personas que vendrán a: cortarse el pelo, visitar a quienes trabajan, sumarse a la entrevista, conocer el lugar, buscar cosas, o simplemente estar y compartir el rato.

En otro lugar, en este momento, están haciendo la sobremesa después de compartir unos choris que organizaron en el marco de una reunión del Frente de Liberados en la cual recibieron a un compañero que hace dos días salió de la cárcel de Piñero. Ese grupo llegará en un rato a la peluquería. Mientras, Sara cuenta algunas cosas.

¿Cómo empezar a contar esta historia? ¿Hasta dónde hay que rebobinar?

– Alto Viaje arranca adentro de la cárcel, en la Unidad 6 donde doy cursos a varones-.

En 2021 se inauguró la Escuela de Oficios de la Universidad Nacional de Rosario. Desde ese año y en ese contexto, Sara Mateo da talleres de peluquería en distintas cárceles, en vinculación con la Dirección Socioeducativa en Contextos de Encierro que depende del Área de Derechos Humanos de la UNR. Algunos años ha dado el taller en la Unidad 16 de Pérez, y también en la Unidad 5 con mujeres y personas de la comunidad LGTBIQ. Pero donde empezó a gestarse el proyecto de Alto Viaje fue en la Unidad 6, donde Sara da el taller martes y jueves con dos grupos de alrededor de quince personas cada uno.

“Hoy nos enfierramos con una herramienta de trabajo, con un taladro, una amoladora, una máquina de coser. Nos enfierramos con el saber. Intentamos todos los días sacar pibes de la calle: que tengan un espacio donde poder tirar magia en el laburo que sepan hacer”

Adentro de los pabellones algunos varones ya son barberos de oficio y aprovechan el taller para completar su capacitación. Otros que asisten no tienen conocimientos previos. Pero Sara cuenta que en su mayoría son barberos que aprendieron el oficio adentro de la cárcel. Lógicamente, en esos casos la dinámica del taller es bien distinta con respecto a cuando deben arrancar de cero. “Tener un oficio que todo el mundo necesita, como la barbería, genera un lugar de poder en un buen sentido”, dice Sara. “Esa persona tiene un bien de intercambio”. Si el tiempo en la cárcel es de negociación permanente, saber un oficio te posiciona distinto. Sara explica que en general las personas se cortan el pelo una vez a la semana o cada quince días. “En este caso tienen un bien que no se termina, que es el conocimiento de la barbería. Entonces es más fácil conseguir otras cosas, o mantener la paz, ´vos que me tratás más o menos, esta vez no te corto´, ´a vos te corto cada quince días´”.

El miércoles habitualmente es el día de visita. Como todos se quieren cortar el día anterior para estar impecables, cada martes deben cortarles a cuarenta o cincuenta personas. Por eso, dice Sara, “cuando se mandan a cortar agarran una práctica tremenda”. En la unidad solamente tienen autorizado el ingreso de máquina de corte. Pero como la máquina es un elemento caro, no todas las familias pueden costearlas. Además, no todos obtienen los permisos. Por eso,  en muchos casos las herramientas que usan para cortar son creaciones propias. Desarman, adaptan, reciclan. Y tienen cajas de repuestos.

Las navajas adentro de la cárcel se llaman feites. Las hacen con una bombilla de aluminio que cortan y le encajan la cuchilla que obtienen de una maquinita de afeitar desarmada. “Con muy poco se logran un montón de cosas. Dar clases en la cárcel es también el desafío de arreglárselas con lo que hay”, dice Sara, mientras cuenta que en las clases a muchos les cuesta agarrar la navaja (que tiene una forma de v) porque están acostumbrados al feite, que es recto como un lápiz. Ella los insta a que al salir de la cárcel patenten el invento porque a muchos barberos les debe pasar que aprenden a cortar con esta otra herramienta que tiene una posición distinta a la navaja. “Yo no sé manejar un feite porque estoy acostumbrada a la navaja, y ellos lo manejan a la perfección, hacen dibujos”. Otra de las situaciones que cada tanto sucede es que quien sale en libertad cede la máquina al pabellón.

Mismo sueldo que el año pasado, una hora menos y sin presupuesto para comprar insumos. Esa es la cara del ajuste en la vida cotidiana, en este caso en relación a los cursos en la cárcel. “Fuimos haciendo compras inteligentes para no quedarnos sin insumos, sabíamos que esto podía pasar cuando el año pasado vimos la que se venía con todo este contexto nacional”. Sara cuenta que este año por esta situación de achique no pudieron sostener el taller en la unidad 5. Como el pelo largo requiere más insumos, no se pudo continuar el taller en la cárcel de mujeres. “Tristísimo pero hemos elegido darlo en la cárcel de varones porque usamos menos cosas. La decisión conjunta fue no frenar el taller y darlo como sea. Pero tuvimos que resignar un montón de cosas”.

Para que Alto Viaje fuera posible sucedieron varias cosas. Por un lado, el año pasado Sara tuvo un alumno que se destacó como barbero, Cristian Albornoz, quien se presentó diciendo que quería ser parte del taller porque quería estar vinculado con la universidad. Él estudiaba la carrera de Enfermería en la Unidad 16 y cursaba virtualmente, pero cuando lo trasladaron a la Unidad 6 no pudo seguir estudiando por la falta de internet. La forma que se abría para seguir vinculado a la universidad era el taller de peluquería y hacia ahí fue. “Resulta ser un excelente alumno y me habla reiteradas veces de otro compañero que se llama Brian, que el año pasado no había ingresado al curso”. Sabiendo a partir de Cristian del interés que Brian tenía por ser parte, este año Sara lo puso en la lista. Cuando empezó el curso, Brian le contó a Sara que en septiembre salía en libertad.

Unos meses después, el 14 de agosto, Sara tuvo una reunión con la Universidad y con Jesús Romano, del Frente de Liberados. En ese encuentro, Jesús les contó un deseo: abrir una barbería para habilitar ese destino laboral en el afuera. Sara se puso a disposición rápidamente. Jesús –que aún desconocía sobre el compañero que cumpliría su pena en septiembre- les contó que había un local que estaba libre para ese proyecto. La cooperativa textil Ziza se mudaba a un lugar más grande. La propuesta se tornaba concreta y el proyecto empezaba a latir. Sólo faltarían las mil y un acciones que sucedieron para que un mes después la peluquería abra sus puertas.

Mientras Sara va contando sobre el origen, la entrevista se transforma porque llegan a la peluquería Jesús, del Frente de Liberados, Milagros, quien junto al Pacha (que llegará en un rato) conduce el programa Libertades Místicas por Mística TV, María Chiponi, de la Dirección Socioeducativa en contextos de encierro, y Mauro, que salió de Piñero hace dos días.

– Salí hace dos días y ya estoy acá-, dice Mauro.

– No te soltamos más-, le advierte Sara, sonriente.

– Espero que no, me quiero quedar-, le responde Mauro.

– Dale, por favor, quédate de este lado que tenemos una banda de cosas para hacer y falta gente-.

***

Aunque todos los capítulos anteriores son los que sostienen y encadenan los siguientes, podría afirmarse que Alto Viaje empezó el 14 de agosto en aquella reunión. Sara se había puesto a disposición, pero aún debía resolver la ecuación de sus tiempos de trabajo, maternidad y vida. Después de conocer el local en zona oeste, que en ese momento estaba vacío, se fue pensando cómo haría para conjugar el tiempo de las clases en la cárcel, su peluquería que funcionaba en zona sur y su participación en Alto Viaje. Las cuentas no cerraban. Por eso a Sara se le ocurrió que debía juntar cosas. La única manera era mudar su peluquería a la zona oeste, al local que estaba pelado y que Jesús había puesto a disposición. Ella se lo propuso pero no sabía cómo lo tomaría Jesús. A él le pareció perfecto. Nacía una alianza fundamental. En aquella reunión del 14 de agosto, se dio un diálogo entre Sara y Jesús más o menos así:

Sara – ¡Qué bueno que decís de poner una barbería, porque tengo un alumno que está a punto de salir y es re buen barbero!

Jesús – ¿Cómo se llama?

Sara – Brian, tiene una lagrimita tatuada acá.

Jesús – No te puedo creer…yo lo ayudé a fugarse.

Jesús y Brian ya se conocían.

Jesús cayó preso en 2013. Brian ya estaba detenido. Recuerda que una tarde Brian fue a charlar con su compañero de celda para decirle que se quería fugar. Ellos no se conocían, así que Jesús sintió que también estaba confiando en él. “Estar hablando algo así privado era como que también depositó esa confianza conmigo”, recuerda, y reconstruye. “Yo lo podía buchonear pero en este caso le di un poco de ayuda para que se vaya”. Como Jesús había estado libre hasta hacía poco, tenía los contactos y conocía los movimientos del exterior. Por haber jugado en Central –que tenía una sede en Capitán Bermúdez cerca de Fábrica de Armas- sabía que los días de partido el operativo policial se llevaba todas las miradas y la alcaidía quedaba desguarnecida. Le dijo que esperara al domingo porque había clásico Newells-Central y era un buen momento para irse. “Ordenamos la logística para que se pueda ir”.

Con el diario del lunes, Jesús no duda de que hoy no volvería a hacer lo que hizo. Dice que para Brian esa fuga no fue gratuita, que le salió re caro, que lo cagaron a palos, que le hicieron una causa, y que ya pagó por eso. Hoy, las herramientas de las que habla Jesús, son bien distintas: “Hoy nos enfierramos con una herramienta de trabajo, con un taladro, una amoladora, una máquina de coser. Nos enfierramos con el saber. Queremos enfierrarnos de esa manera. Intentamos todos los días sacar pibes de la calle: que tengan un espacio donde poder tirar magia en el laburo que sepan hacer”.

 “Hay un montón de herramientas para que podamos componer otros modos de estar y ser parte de la universidad. Al servicio de pensar efectivamente lo comunitario y lo colectivo. ¿Cómo registramos lo que le pasa al otro? ¿Cómo se cuida la libertad?”

La fecha que trazaron para la inauguración de Alto Viaje fue el 11 de septiembre, porque el 10 de septiembre Brian salía de la cárcel. Querían hacer coincidir las fechas y que la inauguración funcionara también como el festejo de su libertad. Sara dice que fue mucho trabajo de mucha gente que hizo muchas cosas. “Todos vinimos y aportamos el granito de arena para poder abrir, porque parecía que era pintar y mudarnos. Y nunca es eso, siempre hay mil cosas para organizar. Y abrimos”.

Jesús explica que Alto Viaje es un vagón más de la cadena. “Da la posibilidad de que un compañero que vaya saliendo tenga otros compañeros para pelearla juntos”. En su caso, no tuvo a esos compañeros cuando salió. Pero sí tuvo un padre que le inculcó la cultura del trabajo y que desde 2021, cuando salió en libertad después de ocho años, le dio laburo de paquetero. Varios años antes habían iniciado con el proyecto textil de Ziza, que también nació en la UP 6 de Rosario. En 2016 comenzó a alimentarse el deseo de formar una cooperativa que se desprendía como un proyecto de un taller de comunicación. Pasaría mucha agua debajo del puente hasta que lograron la conformación de la cooperativa.

Cuando recuperó su libertad, Jesús no podía sumarse de lleno al Frente de Liberados porque antes tenía que asentarse con el trabajo de paquetero con el cual sostenía a su vida y a sus hijos. “Estuve acomodándome con mi trabajo y con una espalda para poder estar acá en Rosario y no viajar. Porque si yo viajaba no podía ir a reuniones. Todo requiere tiempo”. Para lograr su objetivo de estar más en Rosario, Jesús fue formando a otra persona, que había estado detenida con él, para que pudiera reemplazarlo en los viajes. “Le enseñé el oficio y cuando él ya pudo irse de viaje con los otros pibes, yo pude quedarme en Rosario y organizar la textil, ir a cursos, a charlas, a reuniones”. Desde 2023 está a full en el Frente de Liberados. Explica que cada unidad productiva tiene que estar en un lugar, y que para eso se necesita gestionar los alquileres, acondicionar los espacios y demás. Que todo lleva tiempo y plata. Mientras Jesús cuenta su historia, se escucha potente el ruido de la máquina con la cual a medio metro Esteban, una de las seis personas que trabaja en Alto Viaje, le está cortando el pelo a un cliente.

Cuando intenta reconstruir el origen del vínculo, María Chiponi tira de la punta de un ovillo que se fue haciendo muy grande. “Es un vínculo que viene de hace muchos años en los espacios formativos de la universidad en distintas unidades del sur de la provincia de Santa Fe”. Cuenta que desde 2014 la Universidad tiene sus primeros proyectos de extensión y que eso se empieza a institucionalizar, primero en un Programa de Educación en Cárceles de la Facultad de Ciencia Política, y después en una Dirección en el Área de Derechos Humanos. “Se institucionaliza una práctica educativa donde pensar también el rol político de la Universidad”. A lo que apunta María es a la intención de romper un poco el imaginario social que establece que la universidad sólo tiene que ver con aquel que estudia una carrera universitaria. Como una forma de achicar esa lejanía, lo que hicieron fue construir un proyecto en el marco de una universidad que se proponía situada con su entorno.

Aquellos primeros proyectos de extensión estaban focalizados en el derecho a la educación y los derechos culturales. María cuenta que empezaron a pensar qué otras cosas había en la universidad para trabajar adentro de la cárcel. “Basado en esto del deseo. Lo que se va proponiendo es efecto de muchas conversaciones en los espacios de trabajo”. Dice que el motivo original que explica el proyecto de Alto Viaje tiene que ver con que en la Unidad 6 había un montón de pibes que cortaban el pelo adentro de los pabellones. Así empezaron a proyectar un espacio de peluquería más allá de las paredes de la cárcel. “Poder llevar saberes que profesionalicen eso como una herramienta de trabajo para el afuera”, cuenta María, para quien el proyecto de Ziza había puesto sobre el tapete el hecho de pensar el adentro y el afuera. “Es poder pensar más ampliamente el sentido formativo de la universidad, generando condiciones de posibilidad. Se estalla esa idea de sólo pensar el adentro”. Sin dejar de soslayar la potencia que tiene la pata educativa durante el encierro como forma de mitigar los daños y como herramienta para pensar lo colectivo y lo comunitario, dice: “El afuera es fundamental porque de la cárcel te vas”.

“Tener un oficio que todo el mundo necesita, como la barbería, genera un lugar de poder en un buen sentido. Esa persona tiene un bien de intercambio”

En esas tramas fueron articulando y tejiendo desde el Área de Derechos Humanos de la UNR junto con el Área de Extensión y la Escuela de Oficios, que funciona desde hace cuatro años. Así empezaron a armar estos talleres. Y así también es como la conocieron a Sara y la convocaron como docente capacitadora de los espacios de peluquería en distintas unidades. Otro de los cursos es el de Acompañante Terapéutico que lo organizan con el Programa Andrés. Y el año pasado también sostuvieron en Piñero la capacitación de carpintería, donde trabajaron con el Comité Nacional para la Prevención de la Tortura acompañando un proyecto autogestivo de carpintería del que participaba Mauro.

María repara en la potencia de una paradoja: la institución carcelaria que tanto daño produce es la misma que los encuentra para que hoy se generen cosas como Alto Viaje. Dice que cuando se empezó a pensar en el afuera, el Frente de Liberados fue tomando muchísima potencia. “De repente los pibes que venían formándose con Sara en el espacio de peluquería salen en libertad”. También dice que a veces se idealiza el hecho del afuera y de que alguien te espere. “Cuando volvés de estar en cana te encontrás de nuevo con tu familia, con tus hijos, tenés un montón de problemas. Es difícil el afuera. Pasó mucho tiempo”. Además María señala la complejidad del contexto actual en el cual prima todo el tiempo la eliminación del otro. “La sociedad no está queriendo hacer mucho lugar a las personas que transitan la cárcel”. Por eso retorna nuevamente la idea de disputarle el sentido, no solamente a la cárcel, sino también a la Universidad. “Hay un montón de herramientas para que podamos componer otros modos de estar y ser parte de la universidad. Al servicio de pensar efectivamente lo comunitario y lo colectivo. ¿Cómo registramos lo que le pasa al otro? ¿Cómo se cuida la libertad?”.

Este tipo de proyectos ponen en tensión aquellos destinos pos encierro, que en su mayoría parecieran acotados y restringidos sólo a los oficios tradicionales. Frente a esto: el deseo, los intereses, las ganas. “La idea es poder hacernos la pregunta, a veces se puede y a veces hay que hacer otras cosas antes para llegar a lo que nos gusta. Pero es muy valioso, porque si no hay deseo que te sostenga en ese afuera…”. La idea de María queda sobrevolando, mientras suena de fondo un reggaetón y el ruido de la máquina que sigue cortando. María destaca la situación novedosa que se dio en la Unidad 6 con los varones haciendo colorimetría, como también aquellos pibes sentados en la máquina de coser en la unidad textil. “Que los varones también pueden coser, poder hablar de la perspectiva de género pero no bajando el manual sino haciéndolo”.

Jesús participó de la textil cuando en la pandemia tenían que hacer trecientos barbijos entre cuatro personas. Recuerda que antes “los pibes se comían ese bolazo de te vas a coser y no vas a jugar a la pelota”. Quien se está cortando el pelo en este momento, mientras escucha la charla de refilón admite que él era uno de “los que agitaba”. Pero Jesús dice que después fueron entendiendo. Durante la pandemia, los únicos que podían salir de los pabellones eran los pibes de textil. “Sólo ellos salían y veían otras caras o hacían otra cosa”.

Durante la charla retorna la idea del oficio como un poder durante el encierro. “Es un saber que te permite negociar algo”, dice María. “Y la cárcel es eso, es negociar todo el tiempo”. Jesús apuntala: “Sí, todo el tiempo. Te corto el pelo pero vos me ayudás en esto que me está haciendo falta a mí. Es un ida y vuelta”. Mauro, que venía escuchando atentamente, le pone título a la crónica: “Es sobrevivir legal. Cuando nos empapamos de las organizaciones, de los talleres, del trabajo, sobrevivimos legal. Lo decidimos, porque también podríamos decidir sobrevivir ilegal”.

Mauro estuvo preso dos años durante su proceso, que aún continúa. Como todavía no hay sentencia, salió en libertad. El año que viene espera un juicio y puede haber una condena. Hoy Mauro lo conoció a Jesús. “Jesús es parte de mi libertad. María también es parte de mi libertad. Estoy en libertad gracias a ellos, porque articulamos entre todos para que hoy yo esté acá”. Las palabras de Mauro repican en toda la peluquería. Jesús rompe el silencio. “Es re fuerte eso que dice de que somos parte de su libertad”.

´Cumplí el proceso pero en libertad. El año que viene tenés el juicio, tenés que presentarte, pero te vas´. Así le dijeron a Mauro cuando lo llamaron hace un tiempo para darle la noticia. Lo primero que le preguntaron quienes estaban preso junto a él fue qué abogado tenía. Pero Mauro tiene un defensor público. “Yo no tengo plata, no tengo nada. La pelee a mi libertad, y la pelee con ellos. Lo llamaron a Jesús para ver si yo iba a estar volcado al grupo, la llamaron a María para que les pase un informe, me hicieron una entrevista a mí”. María suma que Mauro viene de un proceso de trabajo en Piñero con la universidad. Cuenta que él ingresó en la carrera de Comunicación estando detenido, que después estuvo en varios talleres de la Bemba y Universidad como el de Filosofía y el de Encuadernación.

Además de textil y barbería, Jesús repasa que actualmente tienen el curso de carpintería, reciclado y panificación. Y que se sumará un curso de música que coordinará el Pacha. “Paralelamente, la cooperativa de reciclado con la que vamos a eventos. El proyecto textil de Ziza nucleó todo”. María dice que el marco formal de la cooperativa permitió hacer todos los convenios que hoy tienen los espacios de trabajo de liberados, y que “eso es súper importante para generar recursos”. Sobre esto, Jesús enlaza con lo anterior: “Nos ampara para recibir a un compañero que está esperando una condena. Queremos que en esa espera los pibes laburen. En la cárcel todos nos queremos salvar. Nosotros buscamos que la manera sea colectivamente, en lo legal, en el trabajo”. Cuenta que algunos no están en la cooperativa pero laburan en otros lados. “Son pibes que juntan pibes de sus barrios”.

Jesús recuerda que estando detenido “te da tanto el tiempo que la cabeza va a mil”. Habla de las necesidades que siguen estando afuera. “Estás en cana pero tu hijo va a la escuela, estás en cana pero tu señora necesita que el pibe coma todos los días o necesitás plata para que tu mamá tenga tal cosa”. Es ahí cuando el narco entra con tanta fuerza. Y es ahí donde vienen librando una batalla desigual. “Nosotros creamos un pabellón donde se habla de cultura de laburo. No aceptamos que nadie venda droga en el pabellón. Ahora vamos perdiendo 10 a 0 con el narco, van ganando más pabellones y hay más pibes con altos perfiles en cárceles que parecen norteamericanas”.

María traza una mirada amplia cuando afirma que se trata también de una discusión sobre la seguridad. “El alto perfil es una respuesta de la política pública a la seguridad ciudadana. Mauro viene de una cárcel como Piñero donde hay un montón de personas detenidas bajo esa definición de un régimen excepcional que es muy restrictivo respecto al acceso de cualquier derecho y condición mínima de vida”.

***

Esa pared estaba pintada de verde, allá estaban las máquinas, esto estaba pelado. Grupalmente van repasando todos los cambios que tuvieron que hacer para poner a punto Alto Viaje. Actualmente trabajan seis personas: Sara, Flor, Esteban, Brian, Jesús y Joana, que vende indumentaria. El lugar donde funciona la peluquería-barbería es también el showroom donde ella puede mostrar lo que vende. Antes sólo vendía online pero desde que se armó el proyecto pasó a tener un espacio físico.

Si bien Brian forma parte del equipo de trabajo, por el momento está licenciado. La explicación de Sara: “Es duro el mundo laboral. Y Brian tiene dos hijas. Como no hay política de Estado que ampare estos proyectos, encontró otro trabajo efectivo y en este momento está de licencia en Alto Viaje”. La realidad aparece disociada del deseo. Brian sabe el oficio de barbero pero está trabajando para una empresa de limpieza en un supermercado. Sara aclara que lo licenciaron porque no lo quieren dejar ir y que le prometieron que lo irán a buscar cuando tengan algo concreto para ofrecerle. La licencia se transforma en un gesto de cuidado: es el modo que encontraron para seguir alojando a Brian en el colectivo. Pero la contracara es menos amorosa: “Seguridad sería que Brian pueda estar laburando acá con una asistencia del Estado como política de seguridad social. Seguridad es poder tener laburo, que tus hijos coman todos los días. Todavía nos falta para construir esa mirada integral de cómo se construyen las políticas de seguridad”, dice María.

Una de las características de cómo fue pensado el proyecto lo vuelve más potente: Alto Viaje no fue pensado exclusivamente para liberados. María destaca una cuestión de clase. “Primero es un proyecto laboral, el proyecto de Sara que se encontró con Jesús. Lo primero que se pensó es el trabajo. No es un proyecto aparte para los chicos aparte”. La perspectiva que señala hace sentido con la ética de lo comunitario. “Pensar un proyecto desde el trabajo y desde los encuentros. Eso cambia la perspectiva de pensar siempre proyectos focalizados”. Efectivamente, en Alto Viaje confluyen las trayectorias de quienes pasaron por la experiencia de estar detenidos junto con quienes nunca estuvieron presos. Para María “ahí hay algo que es transversal” en esa disputa por el sentido. “Para salir a discutir el sentido social sobre la cárcel y las personas que la transitan necesitamos generar condiciones de igualdad. Este proyecto está en esa”.

De la misma manera en que el tiempo de la cárcel suspende un montón de cosas, y habilita otras como cada uno de los proyectos que se fueron gestando en ese tránsito, los proyectos en el afuera también tienen sus tiempos de maduración. Esto explica una vez más que Alto Viaje no viene de la nada. “Es aprender a construir con ese tiempo. Ese es el gran aprendizaje”, sostiene María.

Sara está atendiendo a una clienta mientras escucha los relatos de sus compañerxs. Hace una pausa en el laburo para aportar: “Me siento súper contenta. No es la primera vez que alguien me propone hacer junta, pero era con Jesús. Estamos de acuerdo en un montón de cuestiones y nos une el vínculo carcelario. Eso no lo entiende cualquiera”.

Una escena pinta la cosa de cuerpo entero. Cada vez que los compañeros de Jesús vienen de paquetear y vuelven de viaje, llegan a las ocho de la noche y a esa hora ya nadie les corta el pelo. Hasta que abrió Alto Viaje, y entonces Esteban les hace el aguante y los espera para cortarles. Así lo enuncia Jesús: “Es muy loco tener una barbería y decir vengo de trabajar y me puedo cortar el pelo mientras hacemos la cuenta de lo que ganamos trabajando”.

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Tomás Viú

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