¿Cómo se escribe una poesía? La imaginación como método. Un taller de lectoescritura itinerante que germina en poesías y sueños. El proyecto Luces tiene como objetivo la restitución del derecho al acceso a la literatura como bien cultural. Se desarrolla en Centros de Día e instituciones que trabajan con jóvenes de diferentes barrios de Rosario. La promoción de la lectura y la palabra para construir comunidad.
Un pizarrón, en la puerta de ingreso, anuncia una frase de Pablo Neruda escrita con tiza: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. En un amplio salón comunitario hay dos mesas arrimadas y cubiertas de un mantel negro con vivos blancos. Encima hay libros desparramados. En las paredes, de un color amarillo pastel, se observan grabados de Juanito Laguna, el personaje creado por el artista rosarino Antonio Berni que representa a niños de los barrios marginales. Del techo cuelgan hilos con origami de colores: estrellas, flores, mariposas, barquitos. Es un jueves al mediodía de noviembre. Afuera, la calle es un hervidero y el tránsito en hora pico, un vendaval atronador, imparable. Aquí, en la Asociación Civil Chicos –el Centro de día ubicado en Mendoza 1247– hay un silencio sedoso y se leen poemas que apenas raspan el aire. Como una de las actividades programadas del 33º Festival Internacional de Poesía en la ciudad, se presenta en este lugar el proyecto Luces y se han invitado a poetas del Festival para que dialoguen sobre escritura con los chicos y chicas que forman parte del taller.
Gema tiene 15 años, es del barrio La Tablada, en el sur de la ciudad. Pide leer su poema de los festejos. Ríe con cierto nerviosismo, gesticula, prueba la voz y encuentra el punto justo para recitar: “Festejo haber creado mi propio nombre/Festejaremos/el día que tenga mi nuevo DNI/Festejo cuando me regalan un corazón/Festejo saber plegar una grulla/Festejo encontrar lugares donde sentirme cómoda/Festejo bailar/Festejo las miradas/Festejo los festejos”. Todos aplauden. “Vamos, ¿Quién más se anima? No sean tímidos frente a les poetas”, lanza el profe Lequi. Se levantan algunas manos y nuevos versos salen al encuentro de otros. En muchos poemas suenan repetidamente palabras como: aguante, recuerdo, me gusta, familia, ojalá, quiero, mamá. Late en cada texto un deseo encapsulado a punto de estallar, una realidad cruda y un futuro que desborda de anhelos. Los poetas invitados están conmovidos y quieren saber más: quiénes son esos jóvenes sensibles, qué leen, por qué escriben, qué los motiva. Los chicos y chicas, que ven a ellos como los verdaderos maestros y creadores de esos artefactos raros construidos de palabras y emociones, quieren saber lo mismo. La fórmula, el secreto: cómo se escribe una poesía. Hay match instantáneo. La charla germina, crece, se ramifica, se vuelve un intercambio ameno y cálido que va y viene sobre el lenguaje, la imaginación y los libros.

Por más de una hora se hablará del poder de la observación, de comienzos, de anotaciones, de métodos. Anaclara Pugliese dice que escribir puede servir para reconciliarte con algo o con alguien. Manuel Bozzo pide prestado un fanzine a uno de los chicos y pregunta cómo lo hicieron. eltopo dice que escribir permite vivir con intensidad y que los poemas necesitan aire, un tiempo para que florezcan. Pilar Otero habla de la importancia del espacio colectivo para crear, compartir y circular, que la poesía se hace con amigues. Pilar y eltopo leen sus poemas. En la sala contigua está preparado el almuerzo hace rato. El profe Lequi agradece la presencia de los poetas, los chicos les entregan una grulla de souvenir y todos se acercan a una mesa repleta de sándwiches, pizzas y jugo fresco.
Hablar es decidir
El profe Lequi es Martin José Moreno. Todos lo llaman y conocen así, como Lequi. Tiene 40 años, estudió arquitectura –le quedan cuatro materias– y es el creador del taller de lectoescritura itinerante para infancia y adolescencia que lleva el nombre de “Luces…hay más luz cuando alguien habla”. El equipo de trabajo se completa con otros cuatro integrantes: Nathaly Belardinelli, Carina Demestri, Iván Fernández y Cecilia Greca. Todos –salvo Cecilia que está de licencia– están sentados alrededor de una mesa, toman mate e intercambian ideas sobre el proyecto que el año próximo cumplirá una década de vigencia.
Lequi cuenta que en el 2015 empezó a trabajar en un equipo de acompañamiento a Centros de día en la Dirección Provincial de Promoción de los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Familia. En un rincón de la oficina había una biblioteca pequeña donde se guardaban las publicaciones de talleres que se desarrollaban en las instituciones. Lequi vio allí algo que faltaba, un silencio que le hacía ruido. “Lo que noté es que en todas las publicaciones de las instituciones estaban las voces de los talleristas y coordinadores y que, excepcionalmente, aparecía algo de producción o de la propia voz del joven”, dice Lequi. Entonces, en el 2016, junto a una compañera del equipo, elaboró un proyecto para estimular la escritura y acercar la literatura a los chicos y chicos de los centros de día con los que trabajaba. Fue el comienzo de Luces.

Santa Fe es una provincia pionera en la implementación de políticas en clave de restitución de derechos para las infancias y adolescencias. Hace catorce años se creó una red de instituciones públicas con equipos interdisciplinarios, denominadas Centros de día, que, junto a organizaciones conveniadas con el Estado provincial, se abocaba al trabajo de contención de niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad social. Nathaly es comunicadora social y trabajaba en La Posta, una de estas instituciones, ubicada en Bv. Avellaneda al 300. Carina es fotógrafa e Iván, músico terapeuta. Ambos desarrollaban tareas en el viejo CPI de zona oeste en Bv. Seguí al 5400, hoy DTC (Dispositivo Territorial Comunitario), un espacio para el abordaje de consumos problemáticos.
“Al principio Luces funcionaba solo en el ámbito de éstas instituciones porque el proyecto fue concebido por el Equipo de Acompañamiento a Centros de día. Nació con una característica: el taller era itinerante. Las instituciones que participaban del proyecto, también eran a su vez las sedes que rotaban cada quince días. Si un día nos recibía el DTC, al siguiente era el turno de La Posta y así sucesivamente. Siempre con la misma dinámica: mesa de libros para recibir a les jóvenes, una lectura inicial, la actividad de escritura, leer lo que se hizo en el día y, finalmente, compartir el almuerzo a la canasta”, señala Lequi y pasa el mate.
El primer fruto de esta experiencia fue un libro publicado a fines del 2016. Se llamó “Palabras que cuentan” y recogía los textos de adolescentes y jóvenes de los diversos Centros de día participantes en el ciclo.
A partir del 2022, Luces tomó un rumbo de expansión y crecimiento. Amplió la propuesta de hacer talleres a otras poblaciones y edades. Incluyó a instituciones que trabajan con primera y segunda infancia, estatales y conveniadas (Centros Residenciales y Centros de Acción Familiar distribuidos en diferentes barrios periféricos de la ciudad). Fue en esta nueva etapa que se conformó, bajo la órbita de la Dirección de la Promoción de los Derechos de la Niñez, el equipo de coordinación –con dedicación exclusiva al proyecto– que componen Lequi, Cecilia, Nathaly, Carina e Iván.
La propuesta continuó con su espíritu ambulante y rotativo por diversos territorios barriales. “Esa rotación fomenta la heterogeneidad e integración. En los barrios resulta muy difícil trasladarse de un lado a otro. Entonces con los talleres itinerantes generamos que pibes de un centro de día de zona oeste se encuentren con pibes de un centro de día de zona norte. Y que el intercambio se produzca a través de la literatura, leyendo y escuchándose. Eso es fantástico”, aporta Carina. Nathaly agrega: “La apuesta era romper un poco esa lógica de la cosa tan territorial. Muchas veces veíamos que la carta de presentación de los chicos era decir, por ejemplo, yo soy de Ludueña, pero de la vía para allá”.
Lequi (casi arquitecto), Cecilia (psicóloga), Nathaly (comunicadora social), Carina (fotógrafa) e Iván (músico terapeuta) tuvieron que alternar la gestión de los talleres con la capacitación a fin de afrontar el desafío de la mediación en la lectoescritura. Para ello han participado de infinidad de cursos, conferencias y congresos junto a educadores de ámbitos diversos. Todas sus actividades se articulan con los referentes de cada una de las instituciones que trabajan conjuntamente en la mediación de la lectura y escritura. “En muchas de estas instituciones hay jóvenes que no saben leer ni escribir. Por eso es importante el rol de los adultos como mediadores para facilitar la transmisión de palabras. Sucede, por ejemplo, que podemos hacer un taller para 15 jóvenes y hay 10 adultos. Porque muchas veces la tarea es cuerpo a cuerpo”, indica Lequi.
Los talleres son anuales y se dividen en diferentes grupos. Las actividades programadas se adecúan al público destinatario y su grado de alfabetización. En los talleres dedicados a la primera infancia (de 1 a 4 años) se organizan lecturas para propiciar el primer acercamiento con el objeto libro; en las actividades orientadas a la segunda infancia (de 7 a 11 años) se incorporan consignas de escritura y ejercicios lúdicos; y en relación a adolescencias y juventudes (de 13 a 25 años) se planifica un espacio compartido de lectura y escritura creativa, valiéndose de la literatura como herramienta. Estos dos últimos grupos (segunda infancia y adolescencia) culminan el año con la publicación de un libro.
Además, se organizan recorridos por diferentes espacios públicos de la ciudad, como ha sido este año la visita a la muestra “Berni Infinito” en el Museo “Juan B. Castagnino”, o la participación en la Feria del Libro y en el Festival Internacional de Poesía en Rosario.
Va hora y media de charla y la entrevista con el equipo de Luces no amaga con terminar. El mate da la enésima vuelta. Hay una atmósfera serena y un gesto de tanta entrega y compromiso con el proyecto que este cronista pierde la noción del tiempo. Liliana Bodoc es una escritora argentina y referente de la literatura fantástica en nuestro país. En una conferencia ha dicho que “hablar es decidir, es imposible que no haya decisión en acto de hablar…si no tenemos las palabras necesarias para hablar, para decir lo que queremos decir, alguien dirá por nosotros, por lo tanto, alguien decidirá por nosotros”. A esa cita recurre Lequi para explicar el sentido del proyecto cuyo eje es poner en valor la palabra para construir lazos y crear comunidad.

Poemas en la biblioteca
Es la mañana de un martes de diciembre y hay un sol altísimo, exigente, en un cielo sin una nube. El proyecto Luces cierra el año en la Biblioteca Argentina, enfrente a la Plaza Pringles. La sala “Angélica Gorodischer”, en el cuarto piso del edificio, luce colmada. En una pared lateral de vidrio se exhibe una serie de fotografías que capturan momentos de los talleres que se hicieron durante el año. Los chicos y chicas se acercan, observan, se reconocen y ríen. Hoy son los protagonistas del evento. Es la presentación de “Encuentros” y “Palabras que cuentan”, las antologías de sus propias producciones literarias. El resultado final del proyecto que, desde su comienzo –en el 2016– a hoy, lleva publicados ininterrumpidamente un total de 21 ejemplares.
El profe Lequi toma el micrófono y hace un repaso del camino de los libros. Desde que se empezaron a escribir en febrero, el recorrido de los espacios donde se desarrollaron los talleres, la selección y edición de los textos, el diseño de las tapas y carátulas, hasta llegar al último destino: la imprenta. De repente las luces del salón se apagan y se reproduce un video en una pantalla grande. Aparecen los rostros y voces de los chicos y chicas respondiendo interrogantes: cuál es la palabra que más usaste este año, qué hace falta para escribir un poema, qué libro te gustó más en este año, qué le dirías a alguien para invitarlx a Luces, para qué sirve la fantasía. Después, son presentados los educadores y referentes de las instituciones participantes: la Asociación Civil CHICOS, Puentes Amarillos, Presente y Futuro y el Centro Residencial “Enrique Astengo”.
Al final se entrega un libro a cada joven y el profe Lequi invita a una ronda de lectura. Como sucedió en el Festival Internacional de Poesía, se levantan algunas manos y, lentamente, el silencio se puebla de imágenes, colores y deseos.