Luciano se multiplica
Luciano Arruga tenía 16 años cuando en la madrugada del 31 de enero de 2009 fue desaparecido luego de que fuera interceptado por personal policial del Destacamento de Lomas del Mirador, en el partido de La Matanza. Tuvieron que pasar 4 años para que la causa judicial cambiara la carátula de “averiguación de paradero” por la de “desaparición forzada de personas”, un largo reclamo de sus familiares, amigos y abogados de APDH y el Cels. El único detenido en la causa es un policía implicado en la primera detención de Luciano, donde fue torturado, en el año 2008. Víctimas de la violencia institucional y gatillo fácil de todo el país se hicieron presentes en la Cuarta Jornada por los Derechos Humanos de los Pibes que se realizó en la tarde del 26 de enero pasado. Allí estuvo Vanesa Orieta, hermana de Luciano quien afirmó: “Las familias pobres no debemos naturalizar el miedo a la policía”. Allí también estuvo enREDando y compartimos la crónica.
Por María Cruz Ciarniello
Vanesa Orieta está allí, frente a una multitud de jóvenes, militantes, vecinos de Lomas del Mirador y periodistas de algunos medios masivos que se acercaron en la calurosa tarde del 26 de enero a lo que fue la Cuarta Jornada Cultural por los Derechos Humanos de los pibes.
4 años se cumplen de la desaparición en democracia de su hermano, Luciano Arruga. Él tenía 16 años cuando la madrugada del 31 de enero de 2009 desapareció luego de estar detenido ilegalmente en el Destacamento Policial de Lomas del Mirador, en el partido de La Matanza.
Cuatro cuadras del barrio fueron copadas con una multitud de personas que recordaron a Luciano y a través suyo, a los tantos pibes que el sistema mutila con el fácil gatillo del aparato policial. En su mayoría, jóvenes pobres, que viven en barrios pobres, que nacen en el seno de familias más pobres aún, sumidas en la desesperación de la exclusión social.
La tarde, donde pancartas, bandas de rock, feria, murales y voces pidiendo justicia por cada uno de los cientos de casos de pibes asesinados y torturados por las fuerzas de seguridad del Estado, encontró en la voz firme y pausada de Vanesa, un silencio sublime y una emoción que perforó en los ojos de quienes atentamente escuchamos cada una de sus palabras.
Vanesa habló de su hermano, del rol que Luciano tenía en su familia. De sus ganas por crecer y aprender y su insistencia a no dejarse verduguear por la policía bonaerense, la misma que lo obligaba a salir a robar para ellos. Luciano Arruga se negó hacerlo y hoy está desaparecido. “Luciano era un pibe muy solidario. Sacaba lo que no tenia para dárselo a otro. Yo conocía a mi hermano y hablamos a través de él. Luciano no pudo cumplir sus sueños porque éramos una familia pobre. Quizás hubiese sido diferente si hubiésemos tenido plata, pero a pesar de todo Luciano tenía alegría, mi hermano era ese morocho con esa sonrisa, con la alegría y ganas de hacer cosas con ganas de aprender”, dice Vanesa y continúa, con la voz calma y con la palabra justa que recuerda a su hermano.
“Luciano leía mucho. Le tocó ir a escuelas como ocurre en muchas escuelas del conurbano donde muchas veces se excluye a los pibes. Se crió en una familia con muchas carencias, y con una madre que yo admiro porque tuvo que salir con todas las dificultades que trae ser pobre en esta sociedad, a luchar, a salir a laburar y darle de comer a esos tres hijos”. “Luciano salía con un carrito a trabajar, salía a buscar cartones para poder llevar un mango a la casa. Ese era Luciano. Mi hermano era una persona que quería luchar, defenderse, salir adelante, estudiar. Le gustaba tocar la guitarra, jugar a la pelota, era hincha fanático de River. Luciano no pudo cumplir ni uno solo de esos sueños que él tenía.”
“Luciano tenía un espíritu hermoso. Pero Luciano cambió a partir del momento en que un grupo de policías se le acerca y lo aprieta para salir a robar para ellos, tenía miedo de caminar tan solo 10 cuadras para ir a mi casa. Con sólo 16 años había pasado por varias comisarías: Don Bosco, la 8va, la de Acha, este mismo destacamento. Con 16 años fue detenido, fue llevado a una celda, fue golpeado, torturado y amenazado. A mi hermano se la tenían jurada porque mi hermano le había dicho no a salir a robar para los policías que trabajan en este lugar. A pesar de eso, Luciano salía a la calle y se enfrentaba con cada una de estas situaciones. Muchas familias que están en el barrio pobre naturalizamos, se naturaliza las golpizas, el miedo a la policía. Las familias naturalizamos el miedo a la policía. ¡No es natural! No debemos naturalizar que nos aprieten, nos amenacen, nos hostiguen. Pero volviendo a Luciano, él intentaba no tener esa locura que tenemos y él si se preguntaba por qué le pasaba esto a él y lo único que yo le decía era que se cuide, si te decían que no los mires a la cara, no los mires, bancarse el verdugueo para que no te lleven en cana, y él me decía pero por qué me tengo bancar que me peguen, que me digan que soy un negro de mierda, villero. Porque es así, le decía yo. Porque no se puede cambiar, porque nosotros tenemos que zafar, porque si vos te pones a gritarle a estos tipos lo único que va a pasar es que te van a encerrar y ahí ya no te podemos defender. Recuerdo cada charla y la verdad, son un puñal para mí. Esto lo tenemos que cambiar. Esto tiene que cambiar por todas las familias que sufren la violencia institucional en los barrios. No podemos hablar de democracia si tenemos estas torturas. Algo está mal, tenemos que ser conscientes de que estamos fallando como sociedad. Tenemos que ponernos en la piel de quien lo está sufriendo, la tortura no es algo del pasado. Tenemos que empezar a laburar esas cosas; hoy más que nunca las banderas de los DD.HH tienen que estar más arriba porque quienes sufren son los que no tienen voz.”
Vanesa Orieta, también habló de la estigmatización de los barrios pobres. De los pedidos de mayor seguridad de un sector de la sociedad que pide más presencia policial a la vez que esa misma policía amenaza, persigue y tortura a jóvenes de los barrios humildes del conurbano bonaerense. El Destacamento de Lomas del Mirador fue abierto a partir de un reclamo por seguridad de un grupo de vecinos, en el año 2007. “Lo que no se dice es que la policía libera las zonas para que los pibes vengan a robar a estos barrios. Este era el lugar más inseguro. Estos mensajes de más seguridad en los medios masivos, en los partidos políticos siguen siendo fuertes. No hay seguridad y aumentan cada día los casos de gatillo fácil. Tenemos que ver entre todos cómo nos dirigimos a esos sectores que piden más vigilancia en los barrios pobres; no necesitamos más policía, necesitamos más políticas para evitar que los pibes roben. Para hacerla visible tenemos que movilizarnos”, expresa Vanesa.
Un giro fundamental
La conferencia de prensa también contó con la presencia de Pablo Pimentel, presidente de la APDH de la Matanza, Juan Carlos Combi, abogado de la familia y Eva Asprella, integrante del Centro de Estudios Legales y Sociales, Cels, quienes se refirieron a la causa judicial por la desaparición de Luciano, la cual tuvo un giro fundamental a partir del cambio de carátula que hasta el momento era la de “averiguación de paradero”.
Hoy, el caso de Luciano comenzará a ser investigado por la Justicia Federal como “desaparición forzada de personas”, un largo reclamo realizado por familiares y amigos. Y esto es fundamental. “Es confirmar ante la sociedad lo que veníamos denunciando de forma desesperada en los espacios públicos, que era el único lugar que nos dejaron”, expresó Vanesa ante la agencia Pelota de Trapo.
A su vez, en estos días fue detenido y pasado a disponibilidad el oficial principal Julio Diego Torales quien prestaba servicios en el destacamento de Lomas del Mirador. Torales se encuentra imputado por el delito de “severidades”, por la primera detención que sufre Luciano, donde literalmente fue golpeado y torturado en septiembre de 2008. Sin embargo, Torales no se encuentra mencionado entre los 8 policías sospechados en la causa por su desaparición, sino por el primer arresto que sufre Arruga. “No estamos alegres por ninguna detención. Vamos a estar contentos cuando aparezca Luciano”, reafirmó Vanesa, su hermana, en la jornada por Justicia para los pibes. “Queremos juicio y castigo”, sentenció su abogado. Desde el Cels también reafirmaron: “No festejamos ninguna prisión preventiva. Queremos encontrar a Luciano. Desde el Cels queremos sumar fuerza como organismo y que la causa pueda tener algún tipo de respuesta. Reclamamos que tanto la justicia federal, los investigadores de Asunto Internos y los encargados del Juri a la primera fiscal de la causa den una respuesta a cada uno de los pedidos que se realizaron”.
Asimismo, el destacamento policial que familiares y amigos de Luciano lograron cerrar para convertirlo en un Espacio de Memoria actualmente se encuentra custodiado por la Gendarmería Nacional, con el objetivo de resguardar algunas posibles pruebas que puedan aportar a la investigación. “La idea es que no se puedan alterar las pruebas del hecho. Tengamos en cuenta que las medidas probatorias no solo están tendientes a buscar cualquier indicio de un cuerpo sino también a encontrar cualquier otro elemento que nos sirva de este lugar que funcionó como centro clandestino, recordemos que la primera detención de Luciano fue en esta casa y si observan, esto es una casa, no contiene lugares para alojar detenidos y sin embargo, Luciano estuvo detenido acá por la naturalización que existe. Aquí lo tuvieron durante 9 horas, lo torturaron, lo golpearon y ahí aparece la primera gran detención de Luciano. Es el primer antecedente de la desaparición de Luciano, el 22 de septiembre de 2008.”, explica Combi, abogado de la causa.
Combi recuerda a su vez, cómo fue el inicio de la investigación. “Al principio no tenía abogados. En los barrios humildes muchas veces pasa eso. Acá hubo una familia que se movilizó y el caso tomó repercusión pública. Los primeros días, estaba Vanesa sola, con su familia y sus amigos. La fiscalía tomó los escritos de Vanesa, pero la fiscal no tuvo mejor idea que delegar la investigación al mismo personal policial sospechado de la desaparición de Luciano”, remarca, haciendo visible las irregularidades cometidas y la indiferencia al reclamo que realizaba la familia. “Muchas veces a la gente de los barrios no se le cree”, apunta el abogado.
Luego de 45 días del hecho, con la colaboración de la APDH y a partir del cambio de fiscalía, comienza a avanzar la investigación y el caso cobra repercusión en la sociedad. “Aparece un dato fundamental que es el secuestro de libros y la irregularidad de los móviles en la noche en que desapareció Luciano y aparecen los perros en el rastrillaje dando cuenta de la presencia de rastros en un móvil policial y en el destacamento. Casualmente dá positivo en dos lugares claves. Y aparece un móvil estacionado dos horas y 9 minutos donde no debería estar y donde los policías nunca manifiestan haber estado. Son irregularidades que concatenadas hacen a una convicción suficiente como para creer que estamos ante un caso de desaparición forzada con la participación de todos los policías del destacamento. Sin embargo para la justicia esos perros no han tenido el efecto para lo cual los convocaron. Recién hoy estamos discutiendo en el fuero federal, luego de 3 años y medio, de una desaparición forzada, y estamos a la espera de que la justicia federal acoja este pedido”.
Familiares y amigos saben que muchas de las pruebas fundamentales en la causa judicial pudieron borrarse luego de 4 años de impunidad. Sin embargo, la lucha no es solo por Luciano, sino por tantos otros jóvenes que son arrestados por “portación de cara”, que son ninguneados por la policía, torturados, golpeados, perseguidos una y otra vez. Por todas las víctimas de la violencia institucional: 3700 jóvenes fueron asesinados desde el inicio de la democracia a la fecha, según el último informe de la Correpi.
Por ello, reafirma cada vez que puede, la hermana de Luciano Arruga: “Tenemos que ver cómo trabajar estas cuestiones que golpean a los más jóvenes y tenemos que tomar los derechos de los pobres como urgencia, que nos pongamos en esta lucha es ponernos en un mismo camino y tomar conciencia de que cuesta vida, vida de pibes.”
Más historias
Durante toda la jornada, los testimonios fueron encontrándose unos con otros. Historias diferentes y muy similares entre sí. La pobreza como marca en la piel. La presencia del aparato policial ejerciendo su violencia sobre los más jóvenes. Detenciones ilegales, gatillo fácil, torturas, desaparición. Los familiares caminando la calle para encontrar justicia aunque sus voces casi nunca sean escuchadas por el poder político y el poder judicial. Como si esas voces no importaran, como si ellas no tuvieran nada que decir. Son tantas historias que se multiplican en lugares invisibles, olvidados, apartados y muchos de ellos, atravesados por la indiferencia de la sociedad y la corrupción en todos los niveles del Estado. Son historias de vida y también, de muerte e injusticia. Y al mismo tiempo, de lucha, de una tremenda resistencia contra la impunidad.
Otoño Uriarte desapareció en Río Negro el 23 de octubre de 2006. 6 años pasaron desde que encontraron su cuerpo en una Usina cerca del lugar donde vivía, en Fernández Oro. “Ahí comienza la investigación, aunque la justicia nunca investigó, las pruebas que acercamos no las tuvo en cuenta y lo que hizo fue investigar a la familia y al entorno. Río Negro es una provincia que tiene muchos casos de muertes impunes y la mayoría con vínculos policiales y mal desempeño judicial”, dice su hermano Leandro, presente en el Festival en Lomas del Mirador.
Al día de hoy, la familia continúa esperando la realización de pruebas de ADN que todavía no se efectuaron por “falta de fondos”. “Se inauguró un laboratorio de alta complejidad en Bariloche. Todo el material que estaba para analizar fue derivado allí y solo se hizo el análisis del material que no era tan relevante. Hay vello púbico con resto de semen que determinaría quienes son los responsables y no se realiza por falta de fondo, nosotros creemos que es falta de voluntad política. Concretamente, lo que hemos visto es que hay un grupo que pudo haber sido entregador que tuvo un vínculo directo con la desaparición de Otoño y hay un trasfondo político que ha estado operando para que la cause se estanque.”
Otoño Uriarte tenía 16 años cuando desapareció. “Era una joven con mucha alegría y vida, como cualquier joven de la casa de un laburante, mi viejo es artesano, somos humildes, trabajadores, nos criamos con muchos sueños y mucha vida. Y eso era Otoño, por eso, nuestra lucha es por la vida. Queremos que esto no vuelva a suceder”.
Junto a Leandro, se encontraba la mamá de Brian Hernandez, quien murió alcanzado por una bala policial que le dió en la nuca, cuando se encontraba en el interior de un auto junto a sus amigos. La versión oficial indicó que el policía disparó al ver una supuesta arma dentro del auto de los jóvenes. Las pericias determinaron que la falta de iluminación en la zona impedía ver con claridad el arma hallada y que a su vez, esa misma pistola “encontrada” no era apta para el disparo. A pesar de ello, se dictó la falta de mérito para el policía Salas, el juez ordenó su libertad y desestimó que el arma hubiera sido “plantada” por la policía. “Se sabía de golpes, torturas que no se llegan a conocer porque las familias ni cuentan por miedo a la policía, pero los policías de Neuquén se manejan con impunidad. Brian no alcanzó a vivir, esa noche ese tiro le atravesó la cabeza y el futuro. Hoy el asesino está libre”, señaló Elizabeth, su mamá.
Otras voces circularon, contaron su historia y compartieron el mismo reclamo de Justicia en la tarde del 26 de enero de 2013. Los familiares de Matías Benhardt y Rubén Carballo. La voz clara de Celeste Lepratti, la hermana de Pocho asesinado en 2001 y la del hermano de Darío Santillán. Se recordaron los casos de Atahualpa, de Quique Lezcano quien se encuentra desaparecido, de Jorge Pilquimán quien apareció muerto flotando en un piletón en Bariloche luego de que fuera sacado a la fuerza por personal de seguridad de un boliche, de los tres pibes militantes del Movimiento 26 de junio asesinados en Rosario, en Barrio Moreno. El caso Mariano Ferreyra y Carlos Fuentealba. Y otras voces que sumaban su lucha y su acompañamiento.
“A mí no me sirve de nada tener justicia por Luciano si después veo a una madre llorando porque le mataron a su hijo en un barrio. Tenemos que movilizarnos como sociedad. Esto golpea a los más pobres y sus derechos son un tema de urgencia. Necesitan que nos pongamos al lomo esta lucha, necesitan los pibes que los defendamos y eso nos tiene que encontrar a todos en un mismo camino, más allá de las diferencias políticas”. Así se despidió Vanesa, en la conferencia ante los medios de comunicación. Hubo aplausos cerrados, emotivos y un ¡presente, ahora y siempre!, por Luciano. Por este pibe morocho, sonriente y de gorrita que la policía hizo desaparecer porque se resistió a robar para ello o porque se rebeló al sistema que opera con el gatillo fácil del aparato policial impune. En él están los muchos Lucianos que también desaparecen, de la misma manera, por las mismas fuerzas de seguridad, en los mismos barrios pobres de las grandes ciudades. Luciano se multiplica en su lucha y en su cuerpo ausente, que es pura presencia.