El presidente llegó a la ciudad para inaugurar el ciclo lectivo de la Universidad Nacional de Rosario en un acto con un reducido grupo de invitados. Afuera, cientos de personas se manifestaron para repudiar las políticas económicas, sociales y culturales del gobierno nacional.
Por Martín Stoianovich
“Sí se puede”. La frase está plasmada en una hoja A4 que una señora sostiene con sus manos en la esquina de la plaza San Martín que da a la intersección de Moreno y Córdoba. Está con otras tres señoras que sostienen banderas argentinas. Tal como cuentan, se acercaron para saludar al presidente. Mauricio Macri llega a la ciudad como invitado de lujo para la inauguración del ciclo lectivo de la Universidad Nacional de Rosario, que se celebra en el céntrico edificio de la Facultad de Derecho. Son cerca de las diez de la mañana y hasta el momento la mayor cantidad de personas que transita por los alrededores no busca precisamente saludar al presidente. Hay distintas agrupaciones políticas y sociales, organismos de derechos humanos, gremios y centros de estudiantes. También hay ciudadanos que ante la pregunta eligen llamarse “independientes”. El motivo que los reúne es el repudio a las políticas económicas, sociales y culturales que el nuevo gobierno nacional aplicó en tres meses de mandato. El despliegue militar, que habla por sí solo, también llama la atención: camiones hidrantes y cientos de gendarmes y policías desfilando por las inmediaciones de la facultad. Le marcan la cancha a las organizaciones que, desde la plaza, se hacen escuchar.
Del otro lado de las vallas, donde están los pocos macristas que pudieron llegar para saludar al presidente, también hay varios opositores. Primero cruzan algunas críticas, disparándolas al aire, sin mirarse a los ojos. Segundos después se dejan llevar por la tentación. El discurso de “la grieta” caló hondo y es el argumento perfecto para erradicar el filtro, para olvidarse del respeto.
Duele la risa de dos mujeres que están paradas frente a la entrada de la Facultad por calle Moreno. Hay una señora apostada sobre la escalinata de la entrada que despliega una bandera con la leyenda “Macri = Hambre”. Pareciera que contiene el llanto. Se para sola en los escalones más altos frente a las pocas personas que por casualidad van amontonándose. Dice que tiene miedo de quedarse sin trabajo y, como si fuese necesario, aclara que no es kirchnerista. La risa de las dos mujeres paradas sobre calle Moreno duele, porque está dirigida a esa señora. La situación genera el enojo de otras personas que comienzan a cantar contra Macri. “Sí se puede”, ya se convirtió en canción y ahora unas diez personas la entonan respondiendo en defensa del actual presidente. “Algunos se ríen y se burlan porque nunca pasaron hambre”, comenta un señor que mira atónito.
“Señora, no se rebaje, sabe cómo son”, dice una muchacha a una mujer que discute con otra. “Algo habrás hecho”, responde -no tan- por lo bajo una mujer a un hombre que luego de criticar a los gritos la masividad de las fuerzas de seguridad, cuenta que estuvo detenido durante la última dictadura cívico militar. “Siempre hay algo para hacer, podés salir a vender limones o pimientos”, responde otra señora a un cronista de radio que le pregunta por los despidos masivos de los últimos meses. Es preciso desmitificar la ingenuidad que se le otorgó a los sectores que apoyan al macrismo. No hay ingenuidad en la afirmación “Algo habrán hecho”. No hay ingenuidad en la convicción de darles poco a los nietos de los que vivieron y murieron con poco. No hay ingenuidad en quienes creen que discutir la política en la calle significa “rebajarse”. Entre los macristas, el punto en común es la risa: no es ingenua la alegría.
Pero también hay lugar para las ironías y las contradicciones. Un joven venezolano que apoya a Macri sostiene un cartel con un mensaje en el que dice “Maduro no es igual a Chávez” entre otras leyendas. Una mujer extranjera, que arrastra en su habla un tono francés, lo mira mientras hace la cola para intentar entrar al acto. En su rostro se manifiesta la duda. No llega a entender el mensaje. Pero en la televisión Maduro y Chávez sí son sinónimos. Y para esta señora escuchar el apellido Chávez no es algo lindo. Y por añadidura Maduro tampoco. Y como consecuencia el muchacho tampoco. Entonces, ya no hay mensaje político ni debate necesario. Los macristas, ahora, se insultan entre ellos. “Andá a laburar, ponete ropa decente, andá a Venezuela”, critica la señora extranjera. La desinformación también es política. “Los boludos también votan”, comenta una persona que presencia la particular escena. La señora extranjera sigue en la cola, pero en vano: no está en la lista de invitados.
La movida contra el macrismo empezó temprano. El Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) cortó la intersección de Oroño y Córdoba en las primeras horas de la mañana. Criticaron principalmente los despidos y el “protocolo antipiquetes”, además de realizar una intervención artística en donde satirizaron el acuerdo del gobierno nacional con los fondos buitres. Por su parte, el Movimiento Evita, La Cámpora, Nuevo Encuentro, entre otras agrupaciones kirchneristas, se movilizaron a la plaza San Martín, donde desplegaron distintas consignas de repudio con cantos y banderas.
Referentes de Coad también se movilizaron luego de una conferencia de prensa que brindó su consejo directivo. Exigieron la reapertura de las negociaciones salariales y el aumento del presupuesto universitario como bases para un diálogo necesario. El Movimiento Sindical Rosario, conformado por distintos gremios, también se llegó a la plaza declarando “persona no grata” a Macri en medio de duras críticas al horizonte económico del gobierno. Los sindicatos de la CTA de los Trabajadores se hicieron presentes y difundieron un comunicado con distintas demandas y críticas contra el macrismo. Incluso las agrupaciones estudiantiles se organizaron para manifestarse. Partieron desde la Facultad de Humanidades y marcharon hacia la plaza con distintas consignas en defensa de la educación pública y contra los despidos masivos.
Pero además de las posturas de los distintos partidos, organizaciones sociales, gremios y centros de estudiantes, se hizo sentir la opinión pública:
Felipe: “La educación pública no es un gasto y los recortes no son bien recibidos. El Estado se tiene que caracterizar por cosas que no son la represión, el recorte, y el gobernar para los poderes concentrados”.
Juan Carlos: “En 100 días nos encontramos con cada vez más despedidos. Empresas y fábricas cerradas, lo mismo que los noventa pero mucho más rápido. Están apurados por cerrar con EEUU para que aprueben fondos para hacer la bicicleta financiera a la que nos tienen acostumbrados”.
Alejandra: “No estamos a favor de las decisiones que está tomando el presidente Macri. Manifestarnos de manera pacífica, demostrar que podemos hacerlo sin generar violencia. Es innecesario el despliegue de fuerzas”.
Cintia: “Es irónico que abra un ciclo lectivo ya abierto, es a puerta cerrada y sin estudiante”.
Ana: “Soy costurera de una textil municipal de Villa Gobernador Gálvez. Soy capacitadora, recuperé 30 mujeres con la Asignación Universal por Hijo que vienen a coser. Reclamo que esa gente que yo capacité el año pasado pueda tener trabajo formal y no tengamos que volver a las calles. Estoy reclamando mi derecho, en el 2001 me quedé sin máquinas y volví a recuperarlas. Tengo miedo de tener que vender todo lo que tengo para comer”.
La metáfora de la casa
Mauricio Macri llegó a Rosario pasadas las once y media de la mañana. Minutos antes de las doce del mediodía llegó a la Facultad de Derecho. Allí lo esperaba en el Aula Magna un reducido grupo de personas que entró al lugar con invitación. Estaban presentes nueve de doce decanos de las distintas facultades de la Universidad Nacional de Rosario (No asistieron los de Ciencia Política, Humanidades y Psicología). Además estuvieron referentes políticos del PRO a nivel regional: entre ellos la diputada nacional Ana Martínez y el diputado provincial Roy López. También hubo banca del radicalismo, con los concejales María Eugenia Schmuck y Sebastián Chale. Los referentes del Frente Progresista Cívico y Social se desparramaron por todo el lugar. Además del gobernador Miguel Lifschitz y la intendenta rosarina Mónica Fein, que subieron al escenario con Macri, estuvieron el diputado nacional Mario Barletta y el intendente santafesino José Corral.
Dentro del Aula Magna se materializó la paradoja de la que habló una estudiante en la calle: se abre el ciclo lectivo sin los alumnos. Días después de que criticara a la militancia universitaria en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias ante la Asamblea Legislativa, Macri desfiló por la facultad vacía en donde el rastro de los estudiantes solo quedó en las banderas de las organizaciones colgando desde los balcones internos. Mucho traje y protocolo. Pulseras de colores para identificar a los invitados.
Una joven militante del PRO se sentó al lado de este cronista, le sacó fotos a su pulsera rosa que decía “Presidencia de la Nación” y la compartió en su Facebook. Elogió el 4G de la Facultad, habló de la puntualidad de los alemanes y la puso en contraste con la argentina, mirando su reloj y estimando que el presidente debería estar llegando. Luego escupió sus pensamientos: “No hay ni un solo morochito acá, son todos blanquitos”. “Son indicadores”, concluyó mientras miraba hacia adelante. Lo dijo entre risas, buscando un cómplice que no encontró. Acá tampoco hay ingenuidad.
Después desplegó su metáfora de la casa: “Mirá cómo estaba el país hasta diciembre, hay un montón de cosas por hacer. Poné el ejemplo de una casa: si durante doce años no se revoca, después hay que hacer un montón de cosas para volver a usarla. A veces hasta hay que tirarla abajo para construir otra”. Acaso es la política de la destrucción. Acaso es el mensaje que Macri dejó en aquel mismo discurso del 1 de marzo. Acaso será, de ahora en más, el escudo macrista contra toda crítica a su gestión.
Luego, iniciado el discurso, Macri habló de la revolución de la educación, volvió a hablar de puentes metafóricos, de pobreza cero, de diálogos y de “encarar juntos” los desafíos. Fue simpático con el rector de la UNR, Héctor Floriani, con quien compartieron sonrisas en el escenario. Hizo chistes y compró aplausos. No hubo mención sobre las demandas y críticas que afuera crecían al paso de los minutos.
El discurso de Macri, a tres meses de su asunción, comienza a caer cada vez más frecuentemente en las repeticiones, en las generalidades y las prédicas al buen estilo Ravi Shankar. Y sus seguidores aplauden. Vale repetir: no hay ingenuidad.
2 comentario
excelente analisis, discurso vacio para reprimir , hambrear y hacer sus negocios
ademas Duran Barba se le termino el repertorio o no acepta la paritaria de aumento de suledo
Para los que no vivimos en Rosario y no disponemos de informacion veraz, este es un excelente articulo. Ya escuche voces Corralistas-Barletistas de la radio local donde vivo diciendo que solo eran unos pocos. Lo que importa es que evidentemente “algo estaran haciendo los votados por el 51%” que para moverse por las calles de la Argentina necesiten de tanta custodia y con muchos menos adeptos que le hagan la corte, quizas menos de loq que manifestaban pacificamente.
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