El barrio Cabín 9 protagoniza una historia de militancia y organización que empezó hace mucho. La llama prendida en la década del setenta hoy sigue ardiendo. El apellido Gauseño está presente en la escuela y en el Centro Social. ¿Cómo trabajar la identidad de los territorios? ¿De qué manera construir comunidad? Ésta es la experiencia de una barriada que enseña sobre derechos humanos y educación.
– Acá habría que hacerle las líneas para que se entienda que es la vía.
– Dibujá alguna persona que esté cruzando.
– Podemos hacer un gris más oscuro.
Más allá los perros ladran cada vez que un caballo pasa al trote tirando un carro. Pero no sólo les ladran a los caballos sino también a los colectivos y a las personas desconocidas, tal como hacen los perros en los barrios.
Más acá están pensando de qué manera pintar al barrio. El mate ronda y la discusión es finita, como el trazo que dibuja el lápiz sobre la pared que previamente pintaron de blanco. Sobre el blanco el barrio va creciendo en el mural, primero el lápiz, después la pintura. ¿Cómo representar el lugar que se habita? ¿Qué referencias hacen a la identidad y no pueden faltar? En Cabín 9 la identidad no se pinta en soledad. Cerca de diez personas dibujan, opinan, imaginan el barrio. Estas personas integran un colectivo, el Centro Social Hermanos Gauseño, que el próximo 30 de junio cumple un año.
Quien también cumple años es Yolanda, vecina del barrio e integrante del Centro Social. Hoy, mientras pinta el mural, cuenta veintitrés otoños. “El espacio ya funcionaba pero en un momento se disolvió y después se empezó a buscar otra identidad más propia del barrio”. A principios de 2018 se empezaron a juntar sábado por medio y en esas reuniones surgió la idea de pensar un Centro Social que tuviera la participación de los vecinos. Para Yolanda, una de las claves para fortalecer la identidad es poner en relación las historias de las y los vecinos.
Este año el grupo se consolidó y el espacio está abierto de lunes a sábado. Además de los vecinos y vecinas, en la organización hay estudiantes y militantes que hace varios años trabajan en el barrio. Son quince personas que en las reuniones van charlando las distintas propuestas que aparecen. Los talleres y actividades son todas gratuitas y abiertas al barrio: los lunes hay Asesoramiento Legal; los martes Feria Roperito y Asamblea de Mujeres; los viernes Taller de Comic; los sábados Apoyo Escolar, Taller de Cine y Taller de Electricidad.
´Venimos buscando generar un espacio abierto al barrio para agrupar las luchas y resistencias desde la autonomía y la solidaridad´, dice la editorial del primer número de la revista “El Cabín 9” que sacaron este año. Yolanda cree que el Taller de Comic, apuntado para los más chicos, es una forma de acercarse a las familias que terminan yendo a las actividades. Ella coordina el Taller de Cine y la idea en un futuro es hacer un documental. “La idea es trabajar las historias de cada uno”, dice Yolanda, que está estudiando el Profesorado de Cine en La Vigil.
Cabín 9 tiene memoria
En el margen derecho del mural que va pintando se distingue una casa verde que hace referencia al lugar que instalaron los hermanos Gauseño en la década del setenta cuando empezaron a alfabetizar en el barrio. Hijos de ferroviarios, Juan Carlos y Miguel Ángel Gauseño nacieron en Pérez a mediados del cincuenta. Sus padres tenían campo en Cabín 9. Cuando se pusieron a edificar los hermanos les pidieron que dejaran en pie una casilla para usarla como espacio donde enseñarle a leer y escribir a los vecinos que en su mayoría llegaban de Chaco. Esta tarea la empezaron junto al maestro Raúl García y esa casilla verde sería el germen de lo que hoy es la escuela primaria Nº 1.209. En aquel momento empezaron a juntar firmas para que se creara la primera escuela en el barrio. Cuando finalmente se creó la escuela, Raúl, Juan Carlos y Miguel Ángel ya no estaban. Los tres eran militantes peronistas. La dictadura se encargó de los tres. Raúl fue asesinado en Rosario el 15 de diciembre de 1976; Juan Carlos fue asesinado en una casa en Granadero Baigorria a los 22 años, el 1 de diciembre de 1976; Miguel Ángel fue secuestrado el 10 de diciembre de 1976 en su lugar de trabajo. Tenía 21 años y una hija, Verónica, que al momento del secuestro tenía seis meses de vida. Verónica, militante de APDH Rosario, sigue buscando a su papá que continúa desaparecido.
En el mural empiezan a aparecer las caras de los hermanos y del maestro. Y también la de Mario Ramos, un vecino y militante de Cabín 9 del cual también se encargó la dictadura. Mario, militante de la Juventud Universitaria Peronista fue secuestrado el 17 de septiembre de 1977 y antes de su asesinato fue visto en el centro clandestino de la Quinta de Funes.
La dictadura se encargó de los cuatro. Y los vecinos de Cabín se encargan de prohibir el olvido.
“Cabín 9 tiene memoria”, dice Yolanda, y explica que la idea es recuperar a esos luchadores y militantes que llegaron a alfabetizar y fundaron la primera escuela en el barrio. Empezaron a buscar información sobre la vida de los hermanos y cada 24 de marzo desde hace varios años organizan el Día de la Memoria en la plaza que está frente a la escuela primaria, frente a la vieja casilla verde que todavía está fresca en el mural.
Varias vecinas le dijeron a Yolanda que se acordaban de los hermanos Gauseño cuando este año, junto al espacio Memoria, Verdad y Justicia de Pérez, organizaron la Semana de la Memoria. En el salón de usos múltiples de la escuela secundaria Nº 574 armaron una muestra itinerante. Yolanda cuenta que trabajaron el contenido político del 24 de marzo, las represiones y el silenciamiento. En la secundaria hablaron sobre las situaciones que hoy viven los jóvenes, tratando de establecer conexiones entre los derechos humanos de ayer y de hoy. “Hablamos sobre la estigmatización que hay hacia los jóvenes que son perseguidos en el barrio sólo por juntarse. Si bien no son los mismos modos que durante la dictadura, hoy hay una persecución hacia ellos. Cuando hacemos esas charlas tratamos de contar la historia desde ese lado. Que la gente se pueda apropiar de estos temas porque a lo largo de la historia siempre hay una forma de opresión”.
La Semana de la Memoria fue un eslabón clave que alimentó la construcción de la identidad de la escuela. En la muestra se expusieron las revistas Humor que salieron durante la dictadura y hubo un stand sobre las Madres de Plaza de Mayo. También se pasó un video sobre los hermanos Gauseño. Desde el Centro Social les contaron a alumnos y docentes quiénes fueron y qué hicieron en Cabín Miguel Ángel y Juan Carlos. En ese taller itinerante los nuevos directivos de la escuela conocieron las actividades del Centro Social.
El 22 de noviembre del año pasado Analía Catramado fue nombrada Directora Reorganizadora. Cuando llegó vio que la escuela tenía un número pero no tenía nombre. Pensó en la importancia que tienen los nombres para la identidad. Cuando preguntó, las docentes le contaron que hacía tres años que estaba la idea de ponerle nombre a la escuela pero que ese proyecto nunca se había concretado. Claudio Castañeda, Vicedirector, recuerda que cuando llegaron a la escuela preguntaron sobre los proyectos que necesitaba la comunidad educativa y los vecinos. “Nos parecía oportuno generar un vínculo con la comunidad y los docentes. La idea fue buscar la identidad de la escuela”.
El objetivo era que la comunidad de Cabín eligiera la forma de nombrar a la escuela. Los y las candidatas que llegaron a la elección fueron María Elena Walsh, Eduardo Galeano, Alicia Moreau, Paulo Freire, Alfonsina Storni, René Favaloro, Ernesto Sábato y Juan Carlos Gauseño. Una vez que se definieron las ocho personas postuladas para la elección, empezó la campaña. Las profesoras contaron sobre las y los distintos candidatos, se pegaron afiches y se mostró un video con una reseña de la vida de cada quien. Alumnos y docentes debatieron.
La votación fue con el sistema de la boleta única. Usaron los box que la Provincia mandó para las PASO. Como varios chicos de quinto año habían sido auxiliares en las elecciones provinciales, en este caso fueron ellos los que les enseñaron a votar a los más chicos. Había tres urnas, una de alumnos, una de docentes y personal de la escuela y otra para vecinos y vecinas. En el cuaderno de comunicaciones invitaron a padres y madres a votar y el padrón de los alumnos funcionaba como la asistencia. Cada cual ponía una cruz en la opción elegida, doblaba la boleta y la ponía en la urna. Al final del día las urnas quedaban guardadas en la dirección y al día siguiente continuaba la votación que duró tres días. “Vino un montón de gente del barrio”, dice Claudio. “El que no conocía la historia tenía la oportunidad de saber”.
Con 276 votos ganó Juan Carlos Gauseño, seguido por René Favaloro (146 votos), Alfonsina Storni (62), María Elena Walsh (52), Ernesto Sábato (47), Paulo Freire (32), Eduardo Galeano (29) y Alicia Moreau (18). Claudio recuerda que antes era una escuela técnica y que hace tres años pasó a ser una Escuela de Educación Secundaria Orientada en Ciencias Sociales. “Siendo de ciencias sociales, ¿cómo no va a tener un nombre de alguien que trabajó socialmente?”, pregunta de forma retórica y dice que “los vecinos y los chicos están re contentos”. Cree que al momento de la elección se identificaron con lo que hizo Juan Carlos Gauseño en el barrio y que lo vieron como a un par. “Él alfabetizó, lo secuestraron, lo mataron y le hicieron el velorio a cajón cerrado y rodeado de policías. Juan Carlos enseñaba con los pocos recursos que tenía en una casilla de chapa. Los otros candidatos son inalcanzables, son famosos”.
Analía piensa que el nombre de Juan Carlos es muy representativo por su trabajo en el territorio. Este viernes a las 13:30 harán la ceremonia donde la escuela pasará a llamarse oficialmente Juan Carlos Gauseño. “Creo que en este nombre él aparece. Salió porque se le dio la voz a la comunidad”. Como antecedente, en 2012 alumnos y profesores de la EEMPA Nº 1.325 que también está en el barrio habían bautizado a la escuela con el nombre de “Raúl García”. Para Claudio era importante que los alumnos y alumnas de quinto año se fueran de la escuela con el nombre que ellos mismos construyeron. Dice que Cabín está muy estigmatizado “con la falopa, los tiros, la muerte” pero que en la escuela hay seiscientos veinte pibes que tienen muchas ganas de hacer y de ser. Menciona a los chicos de la categoría sub 16 que salieron campeones en el Santa Fe Juega y que ahora están juntando plata para comprar camisetas para ir a jugar a Arroyo Seco.
Analía plantea que hay que vivir las realidades y estar en los lugares para ver cómo se vive en lo diario. “El que quiera venir a conocer Cabín que venga. Los medios tienen que opinar desde las voces de quienes están en el lugar”. Hace veinte días armaron una cooperadora escolar y una de las integrantes del Centro Social es la Presidenta. Las madres están trabajando en la escuela. “La idea es trabajar en redes para la comunidad”.
Insistir
En el mural está pintado el tanque de agua, otra de las referencias espaciales de Cabín. Todos los días, en un horario determinado, deben ir al tanque con un bidón y hacer la cola para buscar el agua potable que no hay en el barrio. “Con estos temas queremos organizarnos, juntar firmas, repartir volantes”, dice Yolanda. Además de juntarse para pensar los talleres, en el Centro Social discuten los temas de la coyuntura. “Si hay paro o movilizaciones charlamos por qué, si no llegamos a fin de mes por qué es que no llegamos o por qué se nos complica a quienes estudiamos”.
El barrio de Cabín 9 se formó a la vera del Ferrocarril Oeste Santafesino. Los hermanos Gauseño se tomaban todos los días el tren para ir de Pérez a Cabín. Pero hoy no hay trenes interurbanos de pasajeros y Cabín 9 quedó desconectado de la ciudad de Pérez. Para ir de un lugar a otro hay que tomar dos colectivos, un remís o caminar mucho. A unas cuadras de donde están pintando el mural la calle se llama “Fin del Municipio”. Se supone que de un lado está Rosario y del otro Pérez. Aquellas personas que se bajan del colectivo unas cuadras después de la vía deben pagar tarifa interurbana o bajarse y caminar.
Rosa va a cumplir sesenta años y vive en Cabín desde 1982. Es la tercera de trece hermanos y madre de seis chicos. Nació en Chaco y trabajó desde los seis años. Dice que hay cosas que mejoraron desde que llegó al barrio, como por ejemplo, el hecho de que hoy entran los colectivos o el pavimento que ahora llega hasta el Centro de Salud. Recuerda que en aquel momento era todo campo. Hacía la leche en su casa y la llevaba al jardín. De esa manera empezó a hacer trabajo comunitario. En los años en que costaba conseguir los alimentos básicos, Rosa participaba en un centro cultural donde hacían las compras comunitarias para los vecinos. Y en 2001 empezó a participar del movimiento piquetero.
Cuando enumera las urgencias del barrio, Rosa nombra al agua y a la salud. Dice que el dispensario entrega turnos cada tres meses. “Mientras tanto te podés morir. Si llamás a una ambulancia por una emergencia te preguntan hasta tu fecha de nacimiento y vienen según quién los llame”. Cuenta que si por una emergencia llama a Rosario le dicen que le corresponde Pérez pero que si llama a Pérez le dicen que le corresponde Rosario. Yolanda explica que el dispensario funciona pocas horas y que no tiene muchas guardias. La salud, entonces, es otro tema recurrente. “Somos nosotros los que vivimos esta realidad todos los días. Nuestra idea es sumar más vecinos para que nos organicemos y enfrentemos estas cosas, manteniendo la autonomía y la independencia”.
La Asamblea de Mujeres funciona en el barrio desde hace diez años. Se juntan en el Centro Social los martes a la tarde, llevan materiales para leer y para discutir. Desde hace varios años vienen trabajando la cuestión del aborto y este año nuevamente van a acompañar la lucha por la legalización. “Tenemos que discutir sobre estas cosas y tomar un posicionamiento”, dice Yolanda. “Que las compañeras que se acercan sepan cuáles son sus derechos, cuáles están habilitados y cuáles no”. Cuenta que también trabajan el tema de la violencia y que “hay muchas compañeras del barrio que se han acercado a manifestar distintos casos”. Todos los años viajan al Encuentro de Mujeres. Entre todas juntan plata para poder viajar. Hacen rifas y cocinan locro y empanadas. “Que las mujeres sepan que hay un espacio para juntarnos y tirar ideas. Estando organizadas vamos a poder pelear juntas”, invita Yolanda.
Rosa va a los Encuentros de Mujeres desde 1992. “Empecé a ir y ya no lo dejé. Aprendí un montón de cosas, por ejemplo, yo era muy tímida para hablar”. Rosa vivió cosas que no quiere que se repitan. Por eso milita. En 1978 empezó a trabajar en el Swift. Un día, cuando salía de trabajar y estaba yendo a esperar el colectivo, unas personas se bajaron de un auto con ametralladoras y linternas y la hicieron subir. Nunca supo a dónde la llevaron pero la tuvieron en un galpón hasta el otro día.
También milita porque le hace bien salir y juntarse. Sus hijos ya son grandes pero ella sigue. Piensa que es una forma de mostrar que hay gente que está trabajando para que la violencia no siga aumentando. Por eso participa en el Centro Social, en el grupo de obesos del barrio y en la Asamblea de Mujeres. También estudia electricidad en el Centro Social. Dice que en algo tiene que ocupar la mente. También dice que los hermanos Gauseño hacían lo que ahora hacen ellas. “Eran luchadores y los desaparecieron a los dos”. Yolanda, con cuarenta años menos que Rosa, apela a la constancia. “Somos los de abajo los que nos tenemos que organizar para poder pelear todos los días. Es un trabajo de a poco. No pensamos que de un día para el otro vamos a lograr que todos los vecinos y vecinas estén organizadas. Pero vamos a insistir”.