En el barrio Coronel Aguirre de Villa Gobernador Gálvez un grupo de docentes se propuso dar respuesta a esta pregunta. Junto con vecinos y vecinas del lugar llevaron adelante una experiencia que denominaron “Taller de Historia Popular”. Utilizando como disparadores algunas fotografías, escritos, objetos o simplemente los recuerdos, comenzaron a reconstruir la historia de las últimas décadas de un barrio atravesado, como tantos otros, por los principales fenómenos sociales y políticos que acontecieron en nuestro país.
Preguntarse cómo se escribe la historia de un barrio es preguntarse también quién o quienes deciden escribirla. Cuáles son los hechos que serán recordados y cuáles quedarán decididamente archivados en el arcón de los olvidos, generalmente, es el resultado de la tensión que subyace a la pugna por la memoria colectiva. Pensar en una forma de construcción de la historia “desde abajo” fue lo que convocó a un grupo de docentes del barrio Coronel Aguirre, en Villa Gobernador Gálvez, a realizar lo que denominaron “Taller de Historia Popular”.
Una serie de encuentros entre vecinos y vecinas del barrio reunidos con el ánimo de recuperar experiencias ancladas en la educación popular y la pedagogía de la liberación; como por ejemplo los talleres de la Universidad Popular de Avellaneda, los trabajos con mujeres en las ciudades de La Plata y Berisso y los workshops elaborados por grupos marxistas británicos. “Se recupera la idea de realizar (la historia) junto con y no para” los sectores populares, aseguran desde la organización de este taller dictado por primera vez el pasado 19 de marzo, abierto para toda la comunidad de Coronel Aguirre en el Centro Cultural y de Derechos Humanos “Oscar Medina”.
En este sentido, Mercedes Castro, docente de historia y una de las gestoras de este espacio explica que “la idea fue empezar a armar algo que no sea la historia institucional del barrio”. Castro asegura que, si bien valoran el trabajo realizado por las y los historiadores de la zona, fueron encontrando que casi no existía un registro de la migración interna que tuvo este poblado ubicado en la zona oeste de Villa Gobernador Gálvez. De alguna manera, para Castro, “los barrios están desdibujados” en cuanto a cómo se fue conformando su fisonomía en las últimas décadas.
“Si te cuentan la historia de Coronel Aguirre, aparece efectivamente la iglesia porque es el primer núcleo poblacional”, sostiene la docente al momento de pensar en los lugares de referencia que tiene el barrio, junto con el club del mismo nombre, el cementerio y el Cristo redentor apostado en medio de la avenida donde habitualmente se renuevan las plegarias por la vida de los y las pibas que se lleva la violencia.
A ese relato, que contempla la gestación de estos lugares emblemáticos, los y las integrantes del taller le sumaron la pregunta acerca de cómo se había dado la propagación y el crecimiento poblacional. “Principalmente, la migración desde el norte de Santa Fe, Chaco, Formosa, Corrientes, Santiago del Estero y Entre Ríos, que es lo que conforma el grueso de la población de Villa Gobernador Gálvez a partir de los años `60 y ´70”, agrega Castro. Cada una de estas familias trajo consigo costumbres que luego tuvieron su correlato haciendo, por ejemplo, que géneros musicales como el chamamé tuvieran una fuerte impronta en la zona.
Imágenes, archivos y palabras
Con la intención de recuperar las historias de la vida cotidiana, los y las organizadoras trabajaron sobre tres ejes temáticos: fotografías, material de archivo y el recuerdo de los y las participantes del taller. “Empezamos a desarmar la idea de archivo, que no es solamente el oficial, sino que en realidad todos tenemos algo valioso para aportar”, dice Castro y agrega: “Cuando no hay objeto, fuente escrita o visual, está también la memoria”. Así fue, que empezaron a emerger las anécdotas que ponían en evidencia las redes de solidaridad entre vecinos y vecinas, las producciones de los actores sociales invisibilizados y la idea de comunidad que se fue transformando con el paso de los años.
“Empezamos a desarmar la idea de archivo, que no es solamente el oficial, sino que en realidad todos tenemos algo valioso para aportar”
Un volante de la Vecinal Coronel Aguirre promocionaba un baile en la calle en los “álgidos” años ochenta, parte del material de archivo que la familia de Castro aún conservaba y que fue puesto en común para desentramar el protagonismo de este tipo de organizaciones hace solo cuatro décadas atrás. “Salió otra cosa muy interesante, porque en otra de las propagandas de la vecinal buscaban una escuela secundaria para el barrio y entre los asistentes hubo ex alumnos y alumnas de esa misma escuela”, cuenta Castro.
El sentido de pertenencia existente en ese momento hizo que fueran los propios vecinos y vecinas quienes se encargaran de hacer un relevamiento de las familias de la zona para identificar la necesidad de fundar un establecimiento educativo que les permitiera a los y las jóvenes no tener que viajar para continuar con sus estudios. “La vecinal fue la que gestionó la creación de la escuela secundaria con el aval de otras organizaciones, como vecinales de barrios aledaños, escuelas primarias de la zona, el dispensario y demás”.
A lo largo del encuentro charlamos sobre las relaciones de solidaridad de los propios migrantes y la tracción de sus familiares para poder conseguir trabajo en los frigoríficos. Eso sucedió hasta que (los frigoríficos) fueron destruidos por Menem en los ´90
Postales que hablan de un barrio con una nutrida vida social, atravesado por una intensa actividad industrial, principalmente frigorífica y metalmecánica, que sufrió el impacto social y económico de la última dictadura cívico militar, en primer lugar, y que luego fue escenario de las consecuencias negativas de las políticas neoliberales de los años noventa. “A lo largo del encuentro charlamos sobre las relaciones de solidaridad de los propios migrantes y la tracción de sus familiares para poder conseguir trabajo en los frigoríficos. Eso sucedió hasta que (los frigoríficos) fueron destruidos por Menem en los ´90”, analizó Castro.
Las huellas de la historia colectiva
El cúmulo de testimonios que fueron volcándose a lo largo de las casi tres horas que duró este primer encuentro forma parte de un registro que los y las organizadoras atesoran para empezar a trazar este mapa histórico de lo sucedido en las últimas décadas de la vida de Coronel Aguirre. Para Castro, en la mayoría de las voces se vio reflejado “el inmenso laburo” de las y los trabajadores de la zona para continuar con sus estudios y lograr que sus hijos e hijas también pudieran forjarse un camino diferente a través de la educación. “El disparador de la escuela fue buenísimo porque salieron anécdotas del tipo: sí, me acuerdo que en el medio del barro iba tu papá con el papá de él o mi papá y mi mamá siempre cuentan que hicieron los cimientos de las primeras aulas y demás historias de ese estilo”.
Se recordó la existencia de un “corredor seguro” por donde las vecinas y vecinos tenían la certeza de poder volver a sus propias casas sin sufrir mayores sobresaltos, “registrando, por ejemplo, que no había bombitas, porque el alumbrado público era otro, para cambiarlas ellos mismos y hacer que sus hijos e hijas puedan volver seguros de noche”, cuenta Castro.
Eran años, principalmente durante las décadas de los setenta y ochenta, en que la escuela era un lugar de referencia, no solo como espacio de intercambio de saberes, sino también como uno de los lugares de participación colectiva donde se discutían las distintas problemáticas que atravesaban a la mayoría de las familias del barrio. “Durante la dictadura no había otra forma de participación y mucha gente se acercaba a la cooperadora de la escuela por ser, de alguna manera, una institución que nadie iba a tocar”.
“Después de la dictadura, hubo un florecimiento de organizaciones que solían convivir a pesar de las numerosas discusiones y lograron cuestiones como la pavimentación de algunas calles, la concreción de la escuela secundaria o la mejora del dispensario”, explica la coordinadora del Taller. Toda una forma de organización que sufrió un duro impacto durante la década de los noventa donde, según la docente, se desanudaron estos lazos colectivos y se reafirmaron frases como el «no te metás» o «hacé la tuya» provenientes de la época de dictadura.
Durante la dictadura no había otra forma de participación y mucha gente se acercaba a la cooperadora de la escuela por ser, de alguna manera, una institución que nadie iba a tocar
La memoria de quienes sufrieron las peores consecuencias del terrorismo de Estado también estuvo presente en la persona que da nombre al Centro Cultural donde se llevó a cabo esta experiencia. “Oscar Medina fue un vecino, militante, trabajador comprometido con sus compañeros de clase y un orgullo porque es nuestra imagen de la lucha por los Derechos Humanos”, con esas palabras Castro se refirió al obrero metalúrgico y delegado sindical secuestrado y desaparecido en octubre de 1976.
No quedarse en la queja
Si bien han cambiado los modos de vinculación entre las familias del barrio, porque también se han complejizado las problemáticas que los afectan, Castro asegura que uno de los motivos que motorizó este taller es “no quedarse en la queja de la historia”. Tratar de recuperar experiencias pasadas que sirvan de guía para pensar posibles soluciones a los problemas actuales del barrio, evitando recaer en salidas ya probadas que no arrojaron mayores transformaciones. “Si algo nos proporcionó este encuentro es que no podemos estar lejos de la comunidad. Si queremos hacer una historia no podemos hacerla a contrapelo, tenés que convocar a las familias y la escuela tiene que volver a ser ese lugar abierto donde se generan cosas”, afirma la docente y recordó que el establecimiento Nº 1.204, que funciona en el barrio, junto con la vecinal fueron claves en la gestión de las redes de agua potable y gas para gran parte de las familias de los alumnos y alumnas. “La escuela era la sede de reunión y existía una apropiación” del espacio.
Si algo nos proporcionó este encuentro es que no podemos estar lejos de la comunidad. Si queremos hacer una historia no podemos hacerla a contrapelo, tenés que convocar a las familias y la escuela tiene que volver a ser ese lugar abierto donde se generan cosas
Volver a encontrarse, ese parece ser el desafío luego de casi dos años en que la pandemia debilitó los vasos comunicantes en algunas comunidades barriales. Recuperar la memoria de los espacios, rememorando las conquistas de las generaciones anteriores que puedan proporcionar herramientas para este presente. “Quizás sean otras las formas, no vamos a replicar lo mismo, pero tenemos ahí un sustento para volver a beber algunas experiencias que nos sirven, nos alimentan y nos deberían generar otros lazos posibles”, dice Mercedes Castro.
Para la docente, la dinámica de buscar la vinculación identitaria y los orígenes de un determinado lugar es algo que aplica en su labor diaria. “Intento saber cuántos años tiene la escuela donde trabajo, cómo se relacionó con otras instituciones o si nació de una vecinal. De esa manera, que es lo mío, lo chiquito, lo cotidiano, mucha gente hace lo mismo”. Se trata de emprender una disputa cotidiana contra “el discurso de la meritocracia y la violencia real concreta” que afecta a muchos de los barrios en la actualidad. “No sé cuánto vamos a cambiar, pero algo hay que hacer y la experiencia del taller me demostró que la gente tiene muchas ganas de hablar; eso me pareció fantástico”.