• Buenas Prácticas
  • Temas
    • Derechos Humanos
    • Transfeminismos
    • Territorios
    • América Latina
    • Trabajo
    • Infancias y Juventudes
    • Educación y Cultura popular
    • Violencia Institucional
    • Economía Solidaria
    • Opinión
    • Micro Radial en Aire Libre
  • Narrativas
  • Publicaciones
  • En primera persona
  • Quienes somos
enREDando enREDando enREDando
  • Buenas Prácticas
  • Temas
    • Derechos Humanos
    • Transfeminismos
    • Territorios
    • América Latina
    • Trabajo
    • Infancias y Juventudes
    • Educación y Cultura popular
    • Violencia Institucional
    • Economía Solidaria
    • Opinión
    • Micro Radial en Aire Libre
  • Narrativas
  • Publicaciones
  • En primera persona
  • Quienes somos
  • Narrativas

Mujeres Trabajadoras: Ciencia pública y conocimiento colectivo

  • 05/06/2025
  • Tomás Viú
Total
0
Shares
0
0
0
0

En la cuarta entrega del ensayo Mujeres Trabajadoras, seguimos explorando el trabajo en sus distintas formas. Ciencia para qué y para quién. La denostación y la meritocracia. Ante el jaque al que llevaron al Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, se organizan quienes hacen ciencia en nuestro país. Universidad pública y la necesidad de defenderla para transformarla. Docencia y precarización. El conocimiento útil y la historia. Quien quiera oír que oiga.

Agustina había hecho entrevistas pero nunca había sido la entrevistada. Llega puntual a la cita en la Biblioteca Argentina, lugar al que va con asiduidad para buscar archivos y documentos que alimentan sus fuentes de investigación. Cuando dice que “hace bastante” que no viene a la Biblioteca se refiere a las últimas semanas y el motivo de ese paréntesis tiene que ver justamente con que está ordenando su archivo e inventariando las fotos que sacó acá. “Siendo historiadora medio que soy un bicho de biblioteca”, advierte Agustina Kresic, Profesora de Historia graduada en la Universidad Nacional de Rosario donde actualmente es docente de Problemática Histórica, una materia del Primer Año Común en la Facultad de Humanidades. Agustina también hace ciencia: es becaria doctoral del CONICET y se dedica a investigar la historia reciente argentina, puntualmente sobre la provincia de Santa Fe.

Aunque haya nacido en Venado Tuerto, se siente rosarina. Y es que nunca más se fue desde que vino a estudiar a sus dieciocho años. “No tengo hijes, tengo gatijes. Vivo con mi novio hace 10 años, soy de Central y fanática del helado”. En su infancia hubo mucho History Channel y una abuela que compraba los VHS de Clarín con las Historias del siglo XX. En la secundaria Agustina era la que se sentaba adelante y siempre quería responder en la clase de historia. “Yo ya sé que vos sabés, dejá participar a tus compañeros”, le pedía la profesora.

A pesar de no haber pensado su presentación en base a lo laboral, esa es la forma que le sale a Agustina. Tal vez tenga que ver la cantidad de tiempo que le insume el trabajo diariamente o el hecho de que trabaja desde que llegó a la ciudad. Toda la carrera la hizo trabajando. A los diecinueve entabló una relación de dependencia y trabajó durante cinco años en un sanatorio. Después fueron otros cinco años en una droguería. Ciertamente esos ámbitos de la salud no se correspondían con lo que ella estaba estudiando. Por eso, cuando se recibió decidió renunciar para dedicarse cien por ciento a la docencia y a la investigación.

Cuando habla con una amiga, Agustina siempre recuerda una escena de su época de estudiante. Afuera llovía a mares. Ella estaba trabajando. Salió, agarró la bici y empezó a pedalear. Llegó a la facultad empapada y así como estaba se sentó en el aula. “Mi condición de estudiante trabajadora me atravesó muchísimo en el orden de la subjetividad. Había una pulsión por la formación. Mi objetivo era recibirme a como dé lugar”. Agustina dice que muchas veces las instituciones educativas son expulsivas con lxs trabajadorxs. Y que “sin embargo tenemos que seguir peleando para sostener este sistema universitario, público y gratuito”.

Al trabajar como docente en primer año, Agustina puede ver de primera mano cómo en el último tiempo fue disminuyendo el ingreso de trabajadorxs a la facultad de Humanidades. “Cada vez menos trabajadores pueden acceder a la universidad en función de la sobreexplotación que supone llegar a fin de mes en este contexto de ajuste y crisis”. A esta ecuación Agustina suma la precarización que envuelve al trabajo de la planta docente, cuyo salario está por debajo de la línea de la pobreza. “No hay perspectivas de que eso cambie. En esta desidia generalizada tenemos que estar todos juntos porque si no nos pasan por encima”.

Desmenuzando el cuadro de situación del mapa laboral en CONICET, Agustina explica que las y los trabajadores más precarizadas son los del artículo 9, que son personal de apoyo, es decir, que no son investigadores (secretarios, mantenimiento, sistemas, etc.). “Son contratos basura que se renovaban año a año y a medida que fueron sucediéndose las gestiones de gobierno se fueron acortando, sobre todo a partir del macrismo que los empezó a renovar cada seis meses”. Agrega que desde la asunción de Salamone se siguió precarizando: actualmente los contratos sólo duran tres meses. “Fueron los primeros en ser despedidos al momento del cambio de gestión. Sin embargo, la organización de lxs trabajadorxs logró torcer ese rumbo, conseguir nuevamente contratos, igual de precarios pero contratos al fin”, cuenta, y analiza: “Estás en ese dilema de trabajar en una situación de precariedad extrema. Pero a la vez con organización suplir un poco eso”.

El sociólogo e investigador Ariel Goldstein hace pocos días hizo un posteo en X donde denuncia la circulación de un documento firmado por la Fundación Libertad y Progreso con un plan que pretende desmantelar el CONICET, «eliminando la Carrera del Investigador Científico y reemplazándola con contratos atados a proyectos de corto plazo, evaluados por criterios políticos y de mercado», advierte. Este plan se enmarca en el recorte presupuestario que se viene llevando adelante desde el gobierno nacional: a la caída del 30% del 2024 se le agrega un nuevo desplome del 22% en el primer trimestre de 2025.

Agustina señala que los ingresos a carrera están parados y que aquellas personas que rindieron el examen en 2022 aún están esperando que se efectivice su ingreso al organismo. Pero además del recorte se le suma la denostación sistemática. “Es muy difícil trabajar en un contexto en el que la ciencia pública es absolutamente denostada. Hay una suerte de jerarquización, como si hubiera ciencias importantes y ciencias que no lo son”, dice Agustina, y agrega que en un momento circuló el rumor de la desaparición del área de ciencias sociales. “Esa denostación hacia las ciencias sociales tiene que ver con una lectura bastante obtusa de lo que es construir conocimiento y el desprecio hacia el pensamiento crítico que es lo que yo interpreto que quieren exterminar. Si producís una masa crítica, no podés hacer las cosas que están haciendo”.

La historia se propone buscar posibles respuestas a ciertas preguntas. ¿Cómo actualizar ese pasado en el presente? ¿Cómo llegamos a dónde llegamos?, se pregunta Agustina. Para esas preguntas no tiene repuestas. “Hay una negación en la respuesta a esa pregunta porque tocamos fondo a tal punto que es inverosímil”. Agustina siente que por momentos está viviendo en una distopía. “Abrieron todos los frentes de batalla, no nos dan paz en ninguno. Te hacen cagar de hambre, te cagan a palos, te bastardean, te ningunean, te niegan como persona”. Agustina remarca que para poder llegar a esta encrucijada previamente se generó un consenso. “Hay algo de la ruptura del lazo social, ya no es la grieta, tiene que haber una explicación superadora”.

En este contexto, a Agustina le parece central recuperar dos preguntas: ¿Ciencia para qué? ¿Ciencia para quién? “La existencia de CONICET habilita la diversificación de quiénes pueden hacer ciencia”, dice y se pone como ejemplo: “Yo que soy hija de trabajadores hoy tengo una beca doctoral que me está permitiendo investigar, instancia de formación a la que no podría haber accedido de otra forma”. En consonancia con esto, destaca el carácter meritocrático que implica el sistema de CONICET: “El Sistema Público de Ciencia y Técnica argentino es extremadamente transparente y meritocrático. Hay que tener muchísimos antecedentes, demostrar idoneidad, invertir un montón de horas de trabajo para que te evalúen y te pongan en un orden de mérito para ver si entrás al doctorado. Después seguir juntando antecedentes para aspirar a una beca posdoctoral y recién después entrar a carrera”.

La expresión inglesa “bluff” hace referencia a un montaje o estrategia que luego se revela falsa. En aras de la precarización, históricamente se ha intentado asociar a algunos oficios y profesiones con la vocación. Las tareas de cuidado, la enfermería y la docencia son los ejemplos más palpables. Agustina nunca sintió esa vocación docente. Incluso de chica miraba de costado a sus tías que eran maestras de grado. Lo que la convocó fue la pasión que vio en algunas docentes que le tocaron en la formación universitaria. Y además, claro, el hecho de que era una salida laboral. “Iba a ser profesora pero no sé si terminaba de entender lo que significaba eso. La docencia universitaria va de la mano de la investigación. Ahí es donde surge la otra pata de mi laburo”.

El trabajo de investigación puede ser visto como algo solitario o tedioso. Para Agustina, cobra mucho sentido cuando se comparte con otras personas. “El conocimiento se construye colectivamente”, sostiene, y ensancha la explicación: “No hay forma de que produzca ciencia estando sola en mi casa inventariando fuentes y escribiendo un artículo. Necesariamente tiene que haber una circulación, una puesta en común, un ir y venir con otres que permita construir ese conocimiento y que ese conocimiento sea útil”.

Agustina piensa en términos gramscianos. Ensaya a partir de la idea de hegemonía y contra-hegemonía. Pone el foco en una de las claves: la de hacer con otrxs. “Es una de las batallas que está dando la cosmovisión que intenta volverse hegemónica. Quieren que nos quedemos en nuestras casas, encerrados y solos, revolcándonos en nuestra miseria”. Le parece sintomático que solamente se hable de la riqueza que generan lxs trabajadorxs a partir de las pérdidas que se generan con los días de paro general. “Después sólo tenemos que estar debajo de la bota y resistir a esa soledad autoritaria que nos quieren imponer”. A ese paradigma Agustina le suma “la contra hegemonía” que se puede construir. Dijo Spinoza que nadie sabe lo que puede un cuerpo. Para Agustina, “el feminismo ha dado clarísimo, patentísimo, excelentísimo ejemplo de que eso es así”. Ella está convencida de que ese es el camino. “Hay que hacerlo en conjunto porque no hay otra salida”.

0
0
Tomás Viú

También podría interesarte
Leer más

Mujeres Trabajadoras: una historia hecha de fotos

  • Tomás Viú
  • 28/05/2025
Leer más

Mujeres Trabajadoras: “Nuestra razón de vivir: la lucha”

  • Tomás Viú
  • 21/05/2025
Leer más

Mujeres Trabajadoras: la educación en territorio

  • Tomás Viú
  • 16/05/2025

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Un proyecto de la Asociación Civil Nodo Tau. enREDando es parte de la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (Arecia)

  • Quienes somos
  • Contactanos
  • Sobre Nodo Tau
  • Archivo de noticias

LA INFORMACIÓN DE ESTE SITIO SE DISTRIBUYE CON UNA LICENCIA CREATIVE COMMONS BY-SA-NC

Ingresa las palabras de la búsqueda y presiona Enter.