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Mujeres Trabajadoras: la educación en territorio

  • 16/05/2025
  • Tomás Viú
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Especial – Mujeres Trabajadoras

¿Cómo se aprende en cada época histórica? ¿Qué hay adentro de la educación? ¿Cuánto puede un cuerpo (docente)? En esta primera entrega de un ensayo que incluirá diversas historias de mujeres trabajadoras, charlamos con Patricia, que se dedica a observar y a escuchar con todo el cuerpo. Trabaja de puente, de arquera y de red. La educación y los tiempos de la comunidad.

– Es necesario aprender pero es necesario vivir-.

La frase pertenece a Patricia Alfonso, quien se presenta como una educadora. “Una educadora con conciencia”, agrega. Explica que le apasiona ayudar y está convencida de que “compartir el conocimiento es la manera de ayudar a la gente”.

Patricia es la coordinadora pedagógica del equipo docente que trabaja en el aula radial que pertenece a la EEMPA N° 1313 y que funciona en el corazón del barrio Pumitas, en un espacio que les presta la comunidad Qadhuoqte. Abajo del estudio de radio de la primera emisora qom de la ciudad, están dando clases. Patricia irá saludando a las alumnas que llegarán tarde, pasarán por el costado y entrarán al salón. Hablará de las necesidades y las urgencias de este territorio en el que trabaja desde el año pasado. Contará lo que implica su rol, las tareas y los penales diarios. Pero antes, separa dos sillas plásticas que estaban apiladas y las coloca en el patio, a un metro y medio del aula y a poco más de la zanja que aún forma parte del paisaje cotidiano de este barrio de la zona noroeste de Rosario que se apoya sobre el arroyo Ludueña.

“Trato de que estén conectados con este espacio y que sientan que tienen que continuar, que acá tienen un lugar y que lo tienen que ocupar”. Mucho más acá de las cuestiones administrativas y burocráticas que debe atender y que forman parte de su labor –anotar a las personas, hacer informes, tomar asistencia-, Patricia siente que debe estar en contacto de una manera mucho más cercana. “Si faltan pregunto qué está pasando; si hubo algún problema veo de qué forma los podemos asistir. Hay entornos muy complejos donde tenés que preguntarte cómo va a hacer esta persona para aprender”.

El hecho de haber trabajado en distintos puntos de la geografía rosarina, a Patricia le permite saber que cada lugar tiene sus necesidades y sus urgencias. “Acá vemos de cerca necesidades básicas insatisfechas. Pero muy básicas”, subraya, y cuenta como botón de muestra el tiempo que pasan algunas personas sin comer nada. “Sale de nuestra intención humana, de nuestra visión respetuosa el hecho de compartir algo. Eso en otros espacios no necesitás hacerlo”.

Gran parte del trabajo de Patricia es observar. Se dedica a escuchar con todo el cuerpo. “La escucha está más que nada en la observación. No hay una escucha de oído sino que hay que detenerse a observar”. La acción de escuchar muchas veces choca de frente con la dinámica y los tiempos de las instituciones. Dice Patricia: “La escuela muchas veces no tiene un tiempo para que te sientes a escuchar a la persona que está enfrente”. Cuando la palabra no abunda, su oído es la mirada. “Algo que tuvimos que ver acá es esto de las palabras, que a veces se omiten. Esos silencios son los que están hablando”. Patricia se refiere al poder de este elemento del lenguaje sonoro: todo lo que esconde y todo lo que muestra el silencio. “Es una necesidad contemplar cómo es cada uno”.

´¡Guau!´, pensó Patricia cuando pisó este lugar aquella vez. En su primera experiencia trabajando de esta manera, dice que lo elige aunque sea un desafío. “Este lugar es mío, me siento muy bien”. El desafío tiene que ver, nuevamente, con los tiempos y modos de la comunidad, que generalmente son distintos a los que Patricia estaba acostumbrada. Por eso la importancia de detenerse a entender. “Cuando comencé a trabajar acá la primera palabra que se me vino a la mente fue idiosincrasia”. Dice que por suerte tiene un grupo de compañeros y compañeras que la ayudan a pensar esa palabra. “Nos encontramos en un espacio donde hay una manera de ser distinta a la que tenemos nosotros. Otros valores, otros conocimientos. Acá parece que el tiempo pasa más lento. La escuela dentro de ese tiempo lento a veces ingresa pero desfasada”.

En 2004 Patricia se recibió como profesora de educación primaria –en ese entonces se llamaba EGB1 y EGB2-. Pero después vio que lo suyo estaba en investigar cómo se aprende. Desde el sujeto, desde las metodologías. Hacia ahí fue, estudió una segunda carrera y se recibió de profesora en ciencias de la educación. En el transcurso de la formación docente, fue pensando. `Esto no es solamente transmitir conocimiento con una fecha, con una hora, con un espacio`. En ese cabildeo propio de los monólogos interiores, continuó dándole vueltas al asunto. `Acá hay que interesarse por el cómo y el quién está del otro lado´. Así fue creciendo su interés por las corrientes pedagógicas y por la psicología. “Me atrapó la mirada de este sujeto, cómo construye su idiosincrasia pero también cómo aprende”.

La fuerza de la pregunta que funciona como motor. Interpelarse cómo se aprende la llevó a hacerse nuevas preguntas que se fueron ramificando como un rizoma. Las respuestas las fue encontrando en el contexto social y en la política. “Hoy me encuentro muy atravesada por una lectura política de cómo podemos aprender en determinado contexto y en determinada época histórica. Y ni hablar de cómo podemos aprender inmersos en historias familiares muy complejas”.

A Patricia la ayudó mucho haber empezado trabajando con niños. Hoy le resulta una herramienta a la hora de intentar conectar con la persona y no tanto con el deber ser. En este sentido, a la balanza de la pata formativa -los textos, las teorías, los y las autoras-, le suma el bagaje que sólo es hijo de la experiencia. “Trato de tener una mirada más amplia porque no estamos desconectados, no vivimos en una burbuja”. Dice que la teoría le ayudó “a abrir la mente, a tener una lectura más compleja, inter y transdisiciplinaria”. Pero estudiando la segunda carrera se cuestionaba la disociación muchas veces existente entre teoría y praxis. “La teoría estaba bien pero eso después no pasaba en los salones”. Un profesor suyo de naturales las nombraba como ´palabras rimbombantes´. “Es todo perfecto, todo funciona. Pero cuando vas al territorio, a la realidad, no hay una teoría”.

Hasta hace poco trabajó en EEMPA como profesora de lengua y literatura. También da clases de Seminario en Ciencias Sociales y filosofía. Además de estar físicamente en el aula radial, realiza tareas administrativas en la escuela sede, que está a pocas cuadras por calle La República. Su mayor energía la destina a este trabajo y cuando puede va tomando algunos reemplazos en otros lugares. Hace un tiempo dejó de trabajar en el ámbito privado porque había cuestiones estructurales con las que ya no se sentía cómoda.

Desde su punto de vista, el valor de la educación pública es un debate que debería haber quedado saldado en los 90´ “cuando se instaló que lo privado era mejor que lo público”. “Ahora pareciera que vuelve a ponerse en tela de discusión. Pero no. Lo público es un espacio donde todos tenemos la posibilidad de ser quienes somos y de aportar algo”. Una vez más, a Patricia la respalda la experiencia: trabajó en instituciones públicas de educación en tres niveles distintos (primaria, secundaria y terciaria). Dice que cada espacio es sumamente enriquecedor. “Este espacio donde todos somos iguales nos permite crecer. En todo sentido”. El posicionamiento de Patricia es político y lo defiende desde ese lugar. “En las escuelas públicas podemos mostrarnos como sujetos políticos. En los ámbitos privados de educación ya estás tomando una decisión desde el momento en que dejás de hablar de política en los cursos”. Ella propone sostener, defender y reivindicar este valor en este momento histórico. Se refiere al rol de los y las docentes como actores sociales. “Tenemos que hacer lo posible por quedarnos (en la educación pública) y hacer algo significativo mientras estemos acá”.

En 1975 Michel Foucault teorizó sobre el panóptico como mecanismo de ejercer el poder en las sociedades contemporáneas. La arquitectura carcelaria había sido diseñada por Jeremy Bentham en 1791. Patricia hace foco en el ataque constante que recibe la población docente de parte de los gobiernos actuales. “El gobierno es como un inmenso panóptico desde el cual nos están observando todo el tiempo. Somos los cuerpos sobre los cuales recaen órdenes de todo tipo. Y a veces no nos da tiempo a pensar qué es lo que nos está sucediendo”. En una suerte de lucha contra el tiempo, Patricia plantea la necesidad de problematizar las cosas mientras están sucediendo. Nuevamente son las preguntas las que hacen avanzar la historia. “¿Qué está sucediendo? ¿Por qué pasa esto? ¿Qué podemos hacer nosotros?”.

Al hecho de que el aula radial no tenga un espacio físico propio, se le suma la incertidumbre sobre lo que pasará el año que viene una vez que termine el ciclo de tres años para el que fue abierta. “Depende de la voluntad de los mandatarios de turno esto puede continuar o no. Entonces, ¿qué idea tienen de educación? Es muy precaria. Y nos precarizan. Se termina el ciclo y se termina nuestro trabajo”. Patricia habla de la educación para la foto, a como dé lugar, de su utilización como mecanismo de propaganda y no como dispositivo real de integración.

Tres palabras le alcanzan a Patricia para pintar a los gobiernos que encabezan respectivamente Pullaro y Milei: eufemismos del individualismo. Según su mirada, vinieron a profundizar lo que se había empezado a esbozar con el macrismo, con el agravante de que actualmente “no hay tapujos”. “Estamos yendo a un individualismo salvaje y exacerbado”. Patricia lamenta que aún haya gente que lo apoye, lo justifique o mire para otro lado. “Docentes mismos justifican este tipo de cuestiones. Juegan con nuestro sentimiento de culpa porque el docente quiere hacer todo perfectamente, cumplir, dar lo mejor. Ellos utilizan ese sentimiento en nuestra contra”. Como una moción de orden, o como una prescripción médica, Patricia propone: “En la docencia necesitamos un psicoanálisis general”.

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Tomás Viú

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