Belén Cardozo es madre soltera de cinco hijos con quienes comparte su forma de ser en el mundo. Trabaja, estudia, milita. Se organiza de forma cooperativa y se dedica a hacer trabajo social. Es integrante de Pariendo Justica, cooperativa de trabajo formada íntegramente por familiares de víctimas de violencia. “Una trabaja desde la empatía, desde el amor. Eso es lo que realmente salva”. Belén trabaja de crear vínculos y sus días parecieran tener mucho más de veinticuatro horas.
Sentada en una silla de las tantas mesas que tiene el comedor de La Toma, Belén se ríe. Habla de temas tremendos. Pero ella sostiene la mirada y sonríe, transmitiendo confianza y seguridad. Una de sus hijas la acompaña en la entrevista, antes y después. Arriesgo que la alegría es su antídoto, un arma poderosa que le permite hacer y multiplicar. Durante varios tramos de la charla dirá que es feliz haciendo lo que hace. Y que está orgullosa.
Belén Cardozo forma parte de Pariendo Justicia, una cooperativa de limpieza y mantenimiento formada íntegramente por familiares y víctimas de violencia. Somos un grupo de familiares de víctima, parias de la justicia. Unimos voluntades para transitar este largo camino, sin banderas políticas ni religiosas. De esa manera se identifican en redes sociales, y en ese largo camino por justicia que empezó con un abrazo en las puertas de Tribunales fue apareciendo también otra forma de compartir el tiempo: el trabajo. Hacen limpieza en diferentes espacios. Belén trabaja cuatro horas de lunes a viernes en el edificio del CAJ (Centro de Asistencia Judicial) ubicado en Corrientes y Cerrito.
Nacida y criada en barrio Alvear, zona sudoeste de Rosario, Belén llegó a Pariendo Justicia en 2022 por un hecho de violencia de género. Ese agrupamiento que empezó como el acompañamiento de los familiares de víctimas de siniestros viales, con los años se fue ampliando hacia otros tipos de violencias. “Somos acompañantes de víctimas, de lo que sea”, aclara Belén, y agrega que quienes trabajan en el CAJ son abogados, trabajadoras sociales y psicólogas. “Un equipo terapéutico bastante armado. Muchas veces no sabemos cómo proceder judicialmente y ellos nos dan una mano”.
Belén no sabía cómo podía acceder a algunos derechos, pero ese desconocimiento inicial se fue destrabando a fuerza de preguntas. La timidez también se fue evaporando a medida que sintió que no estaba sola. “Al principio era muy tímida, no entendía cómo era todo, después me incluí demasiado bien”. Cuando empezaron eran cuatro o cinco y hoy son diecisiete. De aquel tiempo a esta parte, Belén hoy siente que no puede estar sin compartir con sus compañeras. “Llegué como una víctima y hoy soy una de las que acompaña, ya sea con el acceso jurídico o con cualquier cosa que estén necesitando”.
Su tiempo de trabajo en el CAJ se divide entre las tareas de limpieza y el acompañamiento a las víctimas. “Viene una persona con un problema y a lo mejor no sabe cómo seguir la rama del acceso jurídico”. Belén cuenta que, por ejemplo, en el equipo cuentan con la abogada feminista Juliana Tagliati y que van haciendo los vínculos para poder guiar el proceso legal. “Saber desde qué punto puedo ayudar. Si el familiar necesita que alguien esté para contenerlo, si no saben leer o escribir, ahí estamos cualquiera de las compañeras. A mí me ven más ahí porque trabajo de limpieza y me hago el espacio para hacer el acompañamiento”.
Belén se refiere a las situaciones en las que toca acompañar a las madres que perdieron a sus hijos adolescentes. “Hay mamás que están realmente solas después de perder a sus hijos. Volver a relatar lo sucedido es realmente impactante para ellas. A lo mejor necesitan ese abrazo. No estás sola, estamos nosotras para acompañarte”. Mientras habla Belén sonríe con fuerza y achina los ojos. Dice que viven “con el orgullo de poder acompañar a cada una de las compañeras”.
El Centro Cultural La Toma es un lugar habitual para Belén: viene todos los lunes al Taller de Comunicación del Nueva Oportunidad que coordinan Alejandro Maidana y Gisela Gentile. Unas quince personas asisten al taller. Belén cuenta que le apasiona todo lo que tiene que ver con la comunicación y el hecho de poder transmitir, compartir y debatir el día a día junto a los otros jóvenes. Nuevamente sostiene la mirada, sonríe y sigue: “Una herramienta emancipadora, es importantísimo poder expresarse y lograr que otros también puedan sacar la voz y dar a conocer sus situaciones”.
Además de trabajar en la cooperativa, Belén hace de nexo con distintas asociaciones civiles que trabajan con jóvenes y adolescentes. Dice que es su “ámbito natural” y que le “gusta un montón”. Y que si bien no se queja ve que “el tema laboral para muchos está muy difícil”. Mamá soltera de cinco hijos, muchas veces le preguntan cómo hace. Para esa pregunta tiene una respuesta. “Mis hijos están criados por una militancia colectiva”. Cuenta que sus hijas más grandes son mellizas y tienen catorce años. “Ellas transitan estos espacios, van al distrito sudoeste, hacen básquet”. Después tiene una hija de trece, un nene de ocho y una niña en prescolar. “Siempre charlo con los maestros para ver qué se necesita en el jardín”. Recuerda que cuando en la escuela se complicaban las clases porque no había ventilador, y muchos padres no los mandaban a sus hijos, ella propuso organizar un bingo para comprar los ventiladores. “Sabemos que el Estado tiene que responder pero mientras están sufriendo nuestros hijos. ¿No es mejor que nos unamos para hacer que su enseñanza o su proceso sea diferente?”.
Dos conceptos van organizando el discurso de Belén: el trabajo social y lo cooperativo. “Me siento muy feliz de participar en lo social. Hoy me doy cuenta de que desde muy chica siempre estuve involucrada. Me siento orgullosa de este trabajo”. Para Belén el trabajo social es fundamental. Si bien no se imaginaba la situación actual que le toca vivir, es algo que le hubiese gustado tener en su momento. “Lo tuve cuando llegué a Pariendo Justicia: ese abrazo de sostén, de compañerismo, de sororidad. En lo que es colectivo se puede sanar un montón de cosas”.
En los días de Belén también hay lugar para la formación: hizo la Diplomatura de Abordaje del Consumo Problemático que dicta APRECOD en conjunto con la UNR. Y ahora está cursando la Diplomatura de Salud Mental, también de la UNR. A partir de esos recorridos, va creando vínculos. “Hay veces en que las organizaciones no conocen a las chicas de la cooperativa, y viceversa”. Si a Pariendo Justicia llega una chica con un problema de consumo, van armando las redes con otros espacios que abordan la problemática.
Desde la cooperativa también coordinan algunos talleres del Nueva Oportunidad en la Biblioteca Popular y Solidaria de calle Paraguay 2544. Los martes dan taller de tatuaje y los sábados hacen muralismo con AMURA. Belén acompaña ambos talleres. “Una vida completa en lo social y lo comunitario todo el tiempo”, dice, entre risas.
Antes de llegar a la cooperativa, Belén trabajaba en gastronomía. Sus hijos estaban acostumbrados a verla de cocinera. Pero las cosas fueron cambiando mucho en la vida de Belén. Su hijo de trece años le dice que cuando le piden que defina de qué trabaja su mamá, tendría que tener tres hojas. Su hijo de ocho, notablemente más desorientado, le pregunta:
– Mami, si me preguntan de qué trabajás, ¿qué respondo?-.
– Vos decile que soy una trabajadora social-.
En la cooperativa son todas mujeres. Belén dice que en el feminismo abrazan a quienes llegan con una necesidad. “Una lo hace desde la empatía. Eso es lo que realmente salva. El amor lo puede todo. Es fundamental poner en palabras lo que estoy pasando para no romperme por dentro”. Lo que plantea, resuena con fuerza en una época signada por el individualismo. “En estos tiempos difíciles, donde todos creen que yo puedo sola siempre, nosotras tenemos bien claro que nadie se salva sola. Creemos que haciendo la fuerza ahí logramos muchas más cosas”.