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La libertad no es fantástica

  • 12/11/2025
  • Tomás Viú
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Las trayectorias educativas durante la privación de la libertad, las marcas del encierro, la dimensión vincular y las continuidades del adentro y el afuera. Lo posible. ¿Con qué se encuentran quienes recuperan la libertad? La escasez de políticas post penitenciarias, la urgencia por sostener las condiciones materiales de existencia y el rol de los varones proveedores. En una entrevista con la antropóloga Estefanía Invernizzi, seguimos indagando sobre estos y otros interrogantes.

Era principios de 2014 y aún no existía la Bemba del Sur. Estefanía Invernizzi estaba interesada en abordar en una materia de la facultad algunas cuestiones que vinculaban arte y salud mental. Le pasaron el teléfono de Patricia Espinosa, que por ese entonces coordinaba un taller de arte en la cárcel. Estefanía la llamó y Patricia la invitó. Y Estefanía pensó: ´Bueno, vamos a ver qué pasa con la cuestión carcelaria´. Fue a ver, después a acompañar, y después siguió yendo. “Me enganché, me enganché, no dejé de ir”. En el pasillo y en el patio de la unidad 3 se fueron encontrando con Mauricio Manchado y con María Chiponi, que estaban haciendo otros talleres. Se empezaron a juntar y se fue conformando lo que después sería la Bemba del Sur, colectivo del que Estefanía formó parte hasta 2021.

La tesina de grado con la que Estefanía se graduó de Licenciada en Antropología por la Universidad Nacional de Rosario, busca indagar los ´sentidos sobre las marcas del encierro y el egreso carcelario de un grupo de varones que participaron en talleres culturales en cárceles del sur de la provincia de Santa Fe´. Entre 2021 y 2022 realizó el trabajo de campo, en el cual se enfocó en un grupo de varones adultos liberados que habían estado detenidos en distintas cárceles, principalmente en la Unidad 3. “Lo que me interesaba era ver qué procesos se pusieron en marcha a partir de la participación de esos pibes en distintos talleres culturales dentro de las unidades penitenciarias”, contextualiza Estefanía.

¿Cuál fue el motor de la investigación?

– Mi idea fue entender cómo las experiencias educativas en los talleres culturales que promovía la Bemba influyeron en lo que este grupo (de cinco varones) proyectaba al salir de la cárcel. El trabajo ponía el foco en sus experiencias en libertad, especialmente en las acciones colecticas que venían promoviendo. Básicamente el motor que me llevó a hacer la investigación tenía que ver con hacerme estas preguntas: ¿Qué pasa cuando una persona que estuvo tanta cantidad de años preso recupera la libertad? ¿Qué es lo que hay afuera? ¿Qué encuentra? ¿Qué hace, con quiénes? ¿Cómo sigue su vida? A la vez, tenía mucho que ver con mi recorrido militante dentro de la Bemba porque a partir de los talleres es donde conozco a estos chicos. Ya había un vínculo de confianza que me permitió adentrarme en este proceso que estaban llevando adelante.

“Muchas de esas experiencias dejan marcas muy profundas que en algunos casos se pueden transformar en formas de organización”

Estefanía estaba haciendo un taller que inicialmente fue de música y después de rap y narrativa. Ese taller duró casi tres años y lo coordinaba con tres compañerxs con quienes abordaban lo que tenía que ver con la producción de letras, las canciones, la grabación, etcétera. ¿Cómo es la articulación entre el adentro y el afuera?

– Es un viaje entre entrar y salir de la cárcel constantemente donde yo veía que para pensar el afuera primero tengo que pensar qué fue posible adentro, por lo menos para estas personas con quienes yo estaba laburando. Y cómo esas experiencias, eso que sucedió adentro, incidió en lo que vino después. Empiezo a elaborar teóricamente la categoría de experiencias educativas. Retomo mucho lo que trabajó Eva Routier, otra compañera que hizo una tesis doctoral súper interesante sobre las experiencias escolares de las personas privadas de su libertad. Y entender estas experiencias educativas no solamente cómo lo que pasa en los talleres, sino como todo un proceso donde circulan saberes, aprendizajes y sobre todo los vínculos. Lo que veía y lo que me iban relatando es que se dan relaciones y procesos significativos que son muy valorados, donde se comparten los conocimientos que cada taller imparte pero también la construcción de lazos. La dimensión vincular es un aspecto recontra importante dentro de estas experiencias educativas. Me parece que eso es lo que marca esa continuidad en el afuera.

Algo que resulta muy significativo es que estos talleres se viven como espacios de libertad, son lugares donde los pibes dicen que se sienten seguros, donde pueden crear, expresarse, formar lazos nuevos. Muchos de ellos no habían tenido antes la oportunidad de tener una experiencia educativa, o era de manera discontinua. Ahí te dabas cuenta de esta cuestión compleja, o paradójica del encierro, donde en el mismo lugar donde está la lógica del castigo y todas las restricciones, al mismo tiempo existe la posibilidad del ejercicio de ciertos derechos, como los educativos o culturales.

En esto de entrar y salir, ya en el afuera aparece esta complejidad donde eso que vivieron adentro vuelve a desdibujarse o diluirse frente a las dificultades del afuera: la incertidumbre, la falta de oportunidades, la soledad. Muchas de esas experiencias dejan marcas muy profundas que en algunos casos, como en este que pude ver, se pueden transformar en formas de organización o simplemente en una manera distinta de ver la vida, de verse a sí mismos y a los vínculos.

Junto con la privación de la libertad también se privan muchos otros derechos…¿Cómo se conjuga eso en el afuera?

– Los distintos procesos relacionados con las diferentes dimensiones y problemáticas en torno a los efectos del encierro. La libertad no es fantástica porque uno pensaría que ya con la libertad viene toda una cuestión de alegría, y en realidad acontece un período muy crítico para estas personas. Son muchas dificultades que ponen a prueba esa libertad. Por eso la libertad no es tan libertad. Los relatos de esos primeros momentos en el afuera están marcados por los esfuerzos que tuvieron que hacer y las dificultades que atravesaron. Salir sin nada a la calle, salir con el cartel de tumba en la cara. Aparece una percepción de que los saberes adquiridos en los talleres quedan cortos, son insuficientes. Las dificultades de obtener y sostener un trabajo, incluso informal. El principal problema tiene que ver con la urgencia de sostener las condiciones materiales y económicas de la familia. Cómo se pone en crisis este rol identitario, sobre todo de los varones: cómo ocupar ese rol de proveedor material en la familia.

“Ya vivían en situaciones muy frágiles antes de la condena y esas mismas condiciones son las que se mantienen cuando salen. Son muchas dificultades que ponen a prueba esa libertad. Por eso la libertad no es tan libertad”

Hay unos apartados donde hago un relato de la vida previa al ingreso a las primeras detenciones, y todos habían pasado por trabajos mal pagos, situaciones de precariedad, problemas graves de salud, un montón de dificultades. Ya vivían en situaciones muy frágiles antes de la condena, y esas mismas condiciones son las que se mantienen cuando salen.

¿Qué sucede con los antecedentes penales?

– Es otra de las dificultades, es como un estigma certificado por el propio Estado. Salís en libertad y estas personas comienzan a formar parte del registro de reincidencia donde se centralizan los antecedentes penales. Parece que el encarcelamiento no se agota con el cumplimiento de la pena sino que se extiende durante diez años que dura ese certificado. Eso es algo que está ahí desalentando cualquier tipo de inclusión social.

Después el desempleo estructural para todas las personas, pero sobre todo la escasez de políticas post penitenciarias. En la ley hay un apartado donde supuestamente en los primeros meses de libertad se debe poner especial hincapié en la reinserción social. Pero esto no se traduce en políticas sociales acordes a la complejidad y multidimensionalidad de los problemas que tienen esas personas que expresan demandas antes las necesidades materiales concretas. Cuando salen de las prisiones no hay nada que esté a la altura de las problemáticas que tienen.   

“Los antecedentes penales son como un estigma certificado por el propio Estado”

Otra de las problemáticas post encierro es la puesta en crisis de las percepciones que las personas tienen de sí mismas en un contexto que te etiqueta como ex preso, ex convicto. Yo me preguntaba qué pasa cuando estas personas, que cuentan con determinados recorridos intramuros e hicieron la universidad o talleres culturales, comunicativos, cuando se posicionan nuevamente en la trama social. Muchos de ellos en la cárcel comenzaron a identificarse como estudiantes universitarios, músicos, comunicadores, talleristas. Pero cuando recuperan la libertad se enfrentan con un desplazamiento muy profundo porque vuelven a ser mirados socialmente desde el lado de ex convictos. Ahí aparece una tensión, por un lado, el peso del estigma que los sigue marcando y, por otro lado, la convicción de reconocerse como sujetos de derecho y la posibilidad de proyectar un futuro alejado del delito. Eso también se pone en juego como parte de las crisis en el post encierro.

¿Qué entra dentro de los talleres culturales?

– Tiene que ver con el enfoque que se sostiene desde la Bemba. El recorte lo hice con esos talleres. Había otras organizaciones que hacían otros espacios educativos, o la escuela misma. En ese momento teníamos comunicación, periodismo, música, cumbia, rap, arte, artes visuales, audiovisual, herrería. Pero más allá del tipo de taller lo importante es la esencia del espacio o el enfoque, no nos parábamos desde la intención de resocializar a nadie. La idea era crear otros escenarios dentro de la cárcel. Y a la vez que eso nos permita pensar un afuera donde puedan trazarse otras trayectorias posibles. Lo que nos ocupaba de alguna manera era ofrecer otras prácticas, otras formas de mirarse a sí mismos, trabajar desde la reflexibilidad crítica, desde las autopercepciones. El posicionamiento es que ahí hay un gesto político muy fuerte.

“Nadie sabe bien qué hacer con estos chicos y lo primero que se les ocurre es inflar el sistema punitivo y no el sistema de protección para trabajar en la prevención”

Ellos abrazaban mucho estas ideas, desde dónde pararse, cómo mirarse, la cuestión de percibirse como sujetos de derechos, de generar un espacio recibidor para las personas que egresaban. No importaba bien qué era lo que iban a hacer, pero que sea un espacio contenedor, hablaban de que fuera un espacio más sociocultural.

En este escenario tan complejo del post encierro cobra un valor especial estas experiencias donde un grupo logra organizarse, concretar un proyecto común. El egreso de la cárcel representa generalmente un terreno bastante difícil para la conformación de una grupalidad sostenida. Lo que yo estuve laburando no se sostuvo en el tiempo. Yo traté de ver la potencia de lo que pudo ser posible, más allá de que se haya concretado o sostenido.

¿En qué consistía ese proyecto?

– En la pandemia se cortó el ingreso de los talleres dentro de la cárcel, entones empezamos a hacer un proceso de asistencia alimentaria, armar bolsones de alimento para repartir a los familiares de las personas que estaban detenidas. Dentro de ese proceso algunos chicos que habían recuperado la libertad unos meses y años antes, se sumaron para continuar con el tema de la asistencia alimentaria. De eso se desprende cuando empiezan a armar un merendero y van craneando para armar algo. Era algo impreciso pero que tenía que ver con hacer algo para los que iban saliendo de la cárcel. Veían una carencia muy significativa de espacios que contengan el afuera para el egreso de estas personas que iban recuperando la libertad. Estas experiencias donde se logra concretar un proyecto, o empezar a pensarlo aunque sea, es bastante valorado. Acompañar ese proceso donde se empieza a pensar algo para hacer, ya me pareció por demás de interesante.

Qué es lo que lo hace posible, más que el resultado en sí. Qué interesante es ver todo el proceso que se empieza a gestar desde que uno o dos empiezan a pensar qué se puede hacer. Enfatizar la importancia de valorar no sólo el resultado final sino los procesos que generan estas acciones que configuran perspectivas, otros horizontes, otras formas y lugares desde donde pararse.

¿Por qué es un debate que siempre vuelve el de la baja de la edad de imputabilidad?

– Cuando algún hecho cobra relevancia mediática, como fue el crimen del playero cometido por un pibe no punible, se vuelven a reavivar estos fantasmas de la baja. Creo que eventualmente va a suceder en este contexto de punitivismo extremo con el gobierno de Pullaro donde la seguridad pasa por el encierro, la construcción de cárceles y el control. Por qué no se fortalece el sistema de protección de niñez. Por qué se tiene que fortalecer el sistema punitivo y no el sistema de niñez e infancia. Eso como primera cuestión. Con el cambio del Código Procesal Penal Juvenil, se forma una gestión interministerial para abordar la cuestión de adolescentes en conflicto con la ley penal. Y hay un apartado que tiene que ver con el abordaje de los no punibles donde supuestamente la pata más fuerte sería la protección. Pero en los hechos ya estarían descontando que penal juvenil estaría abordando la situación de los no punibles. Con qué medidas, ahí es donde hay que analizar los recursos que tiene el Sistema de Protección, si están acordes a las dimensiones de las problemáticas que tienen los chicos que terminan haciendo estos delitos graves. Nadie sabe bien qué hacer con estos chicos y lo primero que se les ocurre es inflar el sistema punitivo, y no el sistema de protección para trabajar en la prevención.

“La dimensión vincular es un aspecto recontra importante dentro de estas experiencias educativas. Me parece que eso es lo que marca esa continuidad en el afuera”

Estas cinco personas dejaron la escuela en sexto o séptimo grado. Por qué una política educativa no puede considerarse una política de seguridad preventiva. No es lineal que si dejás la escuela vas a terminar en la cárcel, pero sí genera mayores condiciones de posibilidad y de riesgo. Entonces hay un montón de cuestiones para atender presupuestariamente. Que se ponga cabeza y plata en prevenir que los pibes estén en mayores riesgos para incidir en los delitos. Y que haya un estado de protección realmente presente y fuerte. No se entiende a la educación como una dimensión más que hace a la seguridad. Lo mismo las políticas post penitenciarias. Por qué no se piensan políticas en pos de evitar la reincidencia. Eso también hace a la seguridad.

¿Cuál es el poder de lo colectivo? ¿Cuánto fortalece juntarse con otros?

– Es súper interesante poder recuperar las tramas afectivas y sociales que posibilitaron el encuentro de estas personas en el afuera. Detrás de ese proceso hay muchos valores y sentidos que merecen ser reconocidos. La valoración de la propia experiencia carcelaria. Para muchos de ellos haber pasado por la cárcel es una experiencia que es intransferible, íntima, desde la cual pueden decir qué lugar ocupan. Eso tiene una potencia política enorme. Esas trayectorias y lo vivido en el encierro se transforman en una base desde la cual organizarse. Cómo acompañarse y cómo acompañar a otros compañeros que siguen detenidos y sostener formas colectivas de resistencia. Los aprendizajes no solamente tienen que ver con estas redes de apoyo y los vínculos, sino con poder reflexionar críticamente sobre la realidad que atraviesan. Sin perder de vista la responsabilidad que tiene el Estado de disponer de recursos y políticas sociales integrales en materia penitenciaria y post penitenciaria.

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Tomás Viú

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