El modelo agroindustrial de monocultivo, siembra directa y agrotóxicos elimina la biodiversidad del suelo y provoca enormes daños en el ambiente y en la salud de las personas. Además, la creciente sojización del país produce la expulsión de los trabajadores agropecuarios hacia las ciudades dejando los campos despoblados y alimentando los cinturones de pobreza en las periferias urbanas. La misma porción de tierra que hace veinte años le daba trabajo a cinco familias hoy se reduce a una persona. El trabajo de la Campaña Paren de Fumigarnos, que ya tiene 11 años de historia y está presente en más de 50 pueblos, llega en formato documental.
Por Tomás Viú
[dropcap]E[/dropcap]n 1996 entró por primera vez a la Argentina la semilla de soja transgénica, comercialmente conocida como la semilla “RR” (Roundup Ready). El paquete tecnológico se complementa con la siembra directa y el uso de agroquímicos. El Centro de Protección a la Naturaleza (CeProNat) tiene cuarenta años y es una de las organizaciones ambientalistas más antiguas del país. Carlos Manessi, presidente de CeProNat, cuenta que a partir del 2002 ya tenían relación con el grupo de Buenos Aires Reflexión Rural (GRR). “Fueron los primeros que alertaron en el año 2000 lo que iba a significar el monocultivo de soja y los daños que iba a producir al ambiente y a la salud de la gente”, dice. A partir de esa información comenzaron un trabajo de investigación y de capacitación. El CeProNat en la ciudad de Santa Fe es una organización que está muy referenciada en toda la zona de influencia hacia el campo. “Mucha gente nos llamaba en el 2004 preguntando si teníamos alguna idea de lo que estaba sucediendo con respecto a los impactos, fundamentalmente en el ambiente ya que todavía no se hablaba de los impactos en la salud”, recuerda Manessi.
El origen de la Campaña Paren de Fumigarnos tiene la mixtura de tres provincias: Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba. El grupo de las Madres de Ituzaingó Anexo de la ciudad de Córdoba ya venía con una lucha muy importante en su barrio. Junto al Grupo de Reflexión Rural y al CeProNat decidieron fundir la lucha en una sola. Un 27 de septiembre, Día de la conciencia ambiental, empezó la Campaña. Y once años después la historia sería televisada.
El año pasado, Carlos Manessi y el periodista Ricardo Serruya se encontraron en la calle movilizados frente a los primeros tarifazos del gobierno de Cambiemos. “Mientras charlábamos, Carlos me dijo ´cumplimos diez años con el colectivo Paren de Fumigarnos. Tenemos que hacer algo´”, recuerda Ricardo, mientras explica que la idea era generar un registro donde quedaran los testimonios. “Hay una frase que me encanta y dice que ´el pueblo hace historia cuando camina por la calle´. No por la vereda sino por la calle”, aclara Serruya, que desde hace cuatro años hace junto a un equipo un programa de televisión sobre cuestiones ecológicas y ambientales que se llama Onda Verde. “La idea del documental surge en la calle y en una movida. Charlando con Ricardo le planteo lo bueno que sería pensar en realizar un documental para dejar registro de nuestra historia como Campaña”, relata el presidente de CeProNat, y explica que la intención de generar ese documento tenía que ver con el esfuerzo que estaban haciendo todos los grupos que componen la Campaña. “No teníamos nada que deje documentado este transcurrir de lucha”, dice. A partir de esa charla, Ricardo Serruya le trasladó la idea a sus compañeros con los cuales hace el programa de televisión. “Ellos, tan inconscientes como uno, dijeron que sí. Ahí arrancamos”.
El documental “En defensa propia”, que se estrenó en Rosario el lunes pasado en el marco del Ciclo de Ecología de Sergio Rinaldi, recopila los testimonios de los compañeros y compañeras que durante todos estos años estuvieron al frente de la Campaña en sus respectivas localidades y en sus grupos de vecinos autoconvocados. Cada uno cuenta cómo surgió la idea y cómo se fueron incorporando a la lucha.
Hace diez años, en Santa Fe el CeProNat era una de las pocas organizaciones que estaba dando la batalla ambiental. Con el tiempo se fueron sumando y articulando muchos colectivos. En este momento la Campaña Paren de Fumigarnos está presente en más de cincuenta pueblos con grupos de vecinos y muchas organizaciones de Santa Fe, Rosario, Venado Tuerto y Rafaela, entre otros. “Cuando nos ponemos a reconstruir todo lo que hicimos nos encontramos con que faltan un montón de cosas en el documental. Por eso ya empezamos a hablar de una segunda parte. Es imposible documentar en setenta minutos una historia de diez años y de tanto volumen de trabajo”, explica Manessi. El criterio fue priorizar la documentación de determinados hechos sobre los cuales la Campaña hizo eje en todo estos años, por ejemplo, la cuestión judicial con el Fallo San Jorge que fue una bisagra en la lucha por hacer visible el tema de las fumigaciones.
El trabajo documental duró un año y tres meses. Serruya recuerda que al principio fue muy difícil porque el colectivo no tenía testimonios guardados. Por eso recurrieron entre otras cosas al material que habían generado en los cuatro años del programa de televisión. Después fueron viajando a las diferentes localidades en las que se realizan los plenarios cada tres meses y de esa manera recolectaron los testimonios. Ricardo dice que es importante el qué y el cómo. “Intentamos hacerlo bello pero privilegiamos el testimonio para que salieran la mayor cantidad de personas, de hombres y mujeres que en pueblos chiquitos, medianos o ciudades grandes, hace diez años que vienen diciendo ´paren un poco, paren de fumigar, qué alimento estamos comiendo, no queremos morir por esto´”.
Otra pata importante del documental es la científica. Carlos Manessi recuerda que la Campaña Paren de Fumigarnos fue creciendo en la medida en que documentaba los avances científicos que había en relación a los agrotóxicos. “Hasta hace muy poquito tiempo la gente estaba convencida de que tomar una botella de glifosato era lo mismo que tomar una botella de agua mineral. Nuestro esfuerzo fue mostrar que eso no era así y por eso demostramos científicamente los daños que estaba produciendo”, explica. En el documental están presentes los pioneros de estas investigaciones científicas como fueron los doctores Andrés Carrasco, Roberto Páramo, Damián Verseñazi y Ávila Vázquez.
Manessi dice que para todo el mundo es importante ver los avances científicos que demuestran que los agrotóxicos no son agua bendita. “Esa es la gran mentira de las corporaciones, habernos hecho creer durante tanto tiempo que estábamos utilizando productos que no le hacía daño a la salud. Hoy esa mentira ya está demostrada. Pero hace diez años atrás, cuando lanzamos la Campaña, de esto no se hablaba”. Ricardo Serruya, que es docente en las carreras de periodismo y locución en Santa Fe y Paraná, dice que siempre realiza con los estudiantes la distinción entre opinión e información. “Yo puedo pensar una cosa y vos otra y llega un momento en que la discusión termina porque posiblemente no nos pongamos de acuerdo. Pero la información es algo contrastable. En el documental aparecen testimonios de personas pero también estudios científicos muy importantes”.
Si bien la Unión Europea pretende extender diez años el uso del glifosato, en los últimos días el gobierno francés anunció que antes de 2022 ya no podrá usarse el producto en ninguna de sus variantes. Desde principios de año el glifosato está prohibido en los espacios públicos abiertos y a partir de 2019 se prohibirá también su uso en los jardines particulares. Con respecto a la agricultura, el Gobierno le pidió a los Ministerios de Agricultura y de Ecología la elaboración de un plan para dejar de utilizar ese herbicida en beneficio de las “alternativas disponibles”. Carlos Manessi dice que la gran mayoría de los países europeos tienen prohibidos los transgénicos en general. “El químico va adosado con el transgénico. Es un cocktail que viene junto. Si no tenés transgénicos no tenés necesidad de usar agroquímicos”. Según sus cálculos, en Europa debe haber 20 países de los 28 que forman la Unión Europea que ya tienen prohibidos los transgénicos. El contraste es elocuente: “Nosotros tenemos el 100 por ciento de nuestra agricultura de soja, maíz y algodón transgénica”.
Cuando comienza el modelo de la soja en Argentina, se utilizaban entre dos y cuatro litros de glifosato por hectárea. Actualmente por hectárea se utilizan veinte litros. “Producto de la resistencia de esas plantitas que fueron generando sus anticuerpos, aumentan los costos para los productores al tiempo que aumenta la cantidad de veneno que echan al ambiente y la cantidad de enfermos”.
Como Práctica Final de la Carrera de Medicina de la UNR se realizan los Campamentos Sanitarios. Comenzaron en 2010 y ya se realizaron 28 ediciones en distintas localidades de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Buenos Aires. Ricardo hace alusión a los resultados que se repiten en las distintos lugares donde se realizó este censo epidemiológico, cuyo denominador común es el modelo agro tecnológico. “Hay problemas de respiración, de piel, muchas mujeres abortan, hay infertilidad en los hombres, aparecen problemas cutáneos y además en algunos casos hasta quintuplican los casos de cáncer y de leucemia. Hay mayor causa de muerte por cáncer y leucemia que en otros lados. Y la gente se muere de cáncer muy joven cuando no es la lógica”, repasa Serruya.
Por otro lado, el monocultivo de soja produce refugiados ambientales. Con la tecnología actual, el trabajo de una persona alcanza para 500 hectáreas de soja. Antes de que ingresara la semilla de soja transgénica, esas 500 hectáreas alojaban por lo menos a cuatro o cinco familias, es decir, veinte o treinta personas. “¿Qué pasó con esas familias?”, pregunta Manessi, y responde: “Están en los cinturones de pobreza. El campo se despobló. Es uno de los gravísimos problemas que nos trae este modelo de producción de monocultivo basado en químicos”.
Como antídoto frente a este modelo de agro negocios, cada vez surgen más formas de producir de manera agroecológica. “La agroecología es algo absolutamente palpable, lógico y concreto. Se puede producir a gran escala, no es para la huerta de la casa”, explica Serruya, al tiempo que destaca la experiencia de Naturaleza Viva que produce de forma agroecológica y exporta sus productos. Además, plantea, este modelo genera mayor riqueza para el productor que no depende de una multinacional que le hace pagar la semilla todos los años. “La agroecología es saludable, no enferma a la tierra, ni al agua ni al aire. Tampoco enferma al trabajador ni al que vive en Rosario o en Santa Fe y dice no tener nada que ver porque no vive cerca de un campo pero se come el tomate que tiene diez aplicaciones de veneno”.