¿Cuál es el impacto de la pandemia en los barrios populares de Rosario? ¿Qué estrategias emergen en estos territorios? ¿Cómo funciona el sistema de salud pública en diálogo con los cuidados colectivos? La necesidad de salir del lenguaje numérico de casos, el sentido de comunidad, el entramado social y los cuidados que se tejen entre trabajadorxs de la salud, actores sociales y vecinxs para sortear una pandemia que se suma a las urgencias cotidianas preexistentes.
Fotos: Centro de Salud Ceferino Namuncurá
[dropcap]L[/dropcap]os casos de COVID-19 vienen creciendo exponencialmente a nivel local y nacional. Las siete provincias más complicadas por la pandemia, por fuera de Buenos Aires, son Santa Fe, Mendoza, Río Negro, San Juan, Entre Ríos, Santa Cruz y Jujuy. En estos lugares los gobernadores en diálogo con el gobierno nacional no descartan volver a fase 1 de aislamiento obligatorio o restringir la movilidad para evitar el desborde sanitario. En este sentido, el gobernador Omar Perotti anunció que desde este sábado 29 de agosto las localidades del departamento Rosario, Aglomerado Urbano Gran Rosario, Pujato, Coronel Amold, Villa Constitución, Venado Tuerto y Firmat suspenderán durante catorce días sus actividades comerciales desde las 19:30 horas. Esta nueva medida tiene que ver con la aceleración de la curva de contagios que en la provincia de Santa Fe superó los quinientos casos en un día. ¿Qué sucede mientras tanto en el barrio Stella Maris?
Andrea Montaner, médica generalista, es Jefa del Centro de Atención Primaria Ceferino Namucurá de Rosario. Tiene entre mil y mil quinientos pacientes a cargo. Habitualmente (sin COVID-19) hace consultorio tres o cuatro veces por semana y por fuera de sus pacientes se encarga de las tareas de gestión. Pero la pandemia obliga a una readaptación continua al interior del Centro de Salud. “Cuando empezó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio nos obligó a repensarnos personal y laboralmente”, dice Andrea, quien actualmente sostiene un día semanal de consultorio con turnos para destinar el resto de su carga horaria (42 horas semanales) a la dirección del Centro.
Como el espacio es chico y son varias las personas que trabajan, Andrea les pide a sus compañerxs que despejen una de las salas para poder hablar tranquila. Dice que las modificaciones que van haciendo tienen que ver con las situaciones que atraviesan lxs vecinxs. Uno de los objetivos era evitar que salieran de sus casas las personas del grupo de riesgo (diabetes, hipertensión, mayores de 65 años y embarazas). Por eso fueron casa por casa para ver qué necesitaban y para llevarles las vacunas y la medicación. En el caso de que esa población de riesgo necesite ir al Centro de Salud, organizan determinadas franjas horarias donde no haya gente para evitar el contacto. A la página de Facebook que ya tenían le sumaron un grupo de whatsapp para tener comunicación directa con quienes viven en el barrio.
Según explica la doctora Montaner, la Especialización de Medicina General y Familiar -que actualmente es una carrera de posgrado de la UNR que recientemente abrió sedes en el resto de la provincia de Santa Fe- entiende a la salud como un derecho y como la capacidad de lucha de las condiciones que limitan la vida. “Entendemos que el modo de enfermar y de morir de la gente está determinado por las condiciones objetivas de vida”. Andrea explica que la impronta que en su momento tomó la Secretaría de Salud municipal se la dio Débora Ferrandini cuando fue la Directora de Atención Primaria. “Mucho de nuestro sentido de trabajo, de los centros de salud en general, está basado en eso: conocer las poblaciones donde estamos para poder entender de qué se enferma y de qué se muere la gente”.
El Ceferino Namuncurá está enclavado en Stella Maris, un barrio de zona noroeste con tres microáreas. “La Bombacha es la villa que se ve desde Newbery yendo hacia el aeropuerto. Es una villa con las peores condiciones de vida. Después está la parte más humilde de Fisherton y la zona de Stella Maris con personas de clase media baja, trabajadora, muchos con changas o trabajos inestables”. En la descripción poblacional que hace Andrea se refiere a las casas lujosas y los countries que rodean al barrio. En esas casas trabajan muchos vecinos y vecinas del Stella Maris como jardineros, albañiles y trabajadoras de limpieza. El último censo arrojó que en el barrio son nueve mil habitantes y en el centro de salud se atienden más de siete mil personas que no tienen obra social.
Cronología de una cuarentena
La primera parte de la pandemia que implicó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio tuvo, en el repaso de la doctora Montaner, diversas complejidades. Los primeros quinces días les resultó difícil convencer a la gente de que se quedara en su casa. La siguiente quincena se complicó el día a día porque en su mayoría la economía doméstica depende de las changas que ya no había. La demanda alimentaria creció como reguera de pólvora. Desde el Centro de Salud entendieron que como actor del barrio debían garantizar esa demanda. Con las escuelas cerradas, empezaron a agendar a diferentes organismos del Estado como Desarrollo Social, Provincia y Nación, para que aumentaran las raciones en los comedores y conectaran a las copas de leche con el Banco de Alimentos. Mientras esperaban (y siguen esperando) empezaron a trabajar con Síntesis, una organización que va al barrio a trabajar con jóvenes y que está asociada al Banco de Alimentos Rosario (BAR). Desde la Vecinal en conjunto con lxs trabajadorxs del Centro de Salud, armaron bolsones con los alimentos que aportó la organización. La prioridad en la entrega fueron aquellos pacientes que no tenían nada. Andrea se refiere a lo que implica la situación de priorizar la priorización de la priorización y la vulnerabilidad de la vulnerabilidad. Esa fue la primera respuesta ante la emergencia.
“Conocer las poblaciones donde estamos para poder entender de qué se enferma y de qué se muere la gente”
Andrea reconstruye que el depósito de los primeros IFE alivió la situación para sobrellevar el cotidiano que se hacía cuesta arriba. En paralelo al armado de los bolsones empezaron a aparecer ollas populares que hasta ese momento no había. Las donaciones llegaban de distintos lugares y se sumaban a una estrategia alimentaria más ampliada. En el club del barrio, los chicos del equipo de fútbol El Rojo también consiguieron donaciones y algunas señoras empezaron a pensar en armar una copa de leche.
Una de esas señoras fue Inés Saucedo. El ritmo de sus días cambió drásticamente desde el 5 de mayo cuando empezó a funcionar en su casa un comedor y un merendero. Hacía mucho frío en esos días en que un grupo de vecinas empezaron a pensar qué hacer. Inés, que tiene cuarenta años y hace trece que vive en la casa de pasillo de Schweitzer 8354, no imaginó llegar a la situación actual. Nunca había cocinado para más de seis personas. Las nueve familias del comienzo se multiplicaron y hoy son ciento cincuenta.
Los horarios de las comidas empezaron a regular la rutina de Inés en la pandemia. Lunes, miércoles y viernes sirve la leche a las 16:30; martes, jueves y sábado el almuerzo a las 13:30. El único día que no cocinan (Inés junto a dos vecinas se encargan de todo) es el domingo. Pero lo que pensaron es que el domingo la gente también come. Por eso empezaron a armar bolsones que entregan los sábados antes del almuerzo: arroz, fideos, puré de tomate, polenta, lata de durazno, fruta, golosina o chocolate. “Lo que vaya donando la gente es lo que vamos entregando”. Los bolsones los arman de acuerdo a la cantidad de personas que viven en cada hogar. Si hay chicos, ponen galletitas o alfajores. Los días que dan la merienda, sacan cajas con ropa y calzado donde la gente va y elige lo que le gusta. “Los días de merienda hacemos bizcochuelo, pan casero o torta frita”. Hace poco consiguieron una olla más grande y les prestaron un mechero. Desde entonces cocinan adentro; hasta entonces cocinaban con leña en la intemperie.
Así como es dinámico el desarrollo de la pandemia, también lo son las respuestas que surgen desde los territorios. Cuando detectaron que los bolsones no eran aptos para pacientes diabéticos porque tenían muchos hidratos de carbono, una organización que se llama ´Aprender a vivir juntos es mejor´ propuso cocinar menús especiales. Desde el Centro de Salud aportaron la lista con los pacientes diabéticos más complicados, aquellos que no podían conseguir comida ni podían ir a trabajar. La organización cocina y el Centro de Salud arma la logística de las viandas. “La gente empezó a darse cuenta que podía comer otras cosas”, cuenta Andrea, al tiempo que aclara que hoy los bolsones se siguen haciendo con donaciones porque no lograron que ningún organismo del Estado provea los insumos necesarios para la cocina.
Inés dice que trabajan en conjunto con el Centro de Salud, con la asistente social. “Lo que hacen es algo maravilloso. No hay palabra de agradecimiento”. Cuenta que las veces que se han comunicado respondieron enseguida, y que si hay casos de personas diabéticas se contactan con Claudia que hace las viandas especiales y les donan hígado, mondongo o alguna verdura. Lo mismo con las familias que necesitan ropa o frazadas. Inés habla de la cadena, de ayudar y ayudarte.
En el barrio Stella Maris hace unos años hubo una legalización de las conexiones de agua y de luz. Andrea dice que al menos esas dos cosas están garantizadas pero que las conexiones son inseguras porque para que el agua les llegue a las casas, lxs vecinxs sacan desde el caño central otros caños que muchas veces no son los indicados y de esa manera disminuye la presión y la calidad de la asepsia del agua.
El ritmo de sus días cambió drásticamente desde el 5 de mayo cuando empezó a funcionar en su casa un comedor y un merendero
El 4 de junio Rosario pasó del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) al Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DSPO). En muchas de las barriadas populares de la ciudad es difícil sostener el distanciamiento por distintos motivos, entre ellos, la falta de espacios recreativos y de un espacio social instalado, condiciones habitacionales precarias y situaciones de hacinamiento. En muchos casos las reuniones sociales siguen ocurriendo, pero en los barrios no hay fiestas clandestinas sino que las reuniones consisten en sentarse en la vereda a tomar mate o a charlar con el vecino. Para la doctora Montaner la idea es que dentro de lo deseable se haga lo posible. Adaptar las políticas generales de cuidado a la realidad de los territorios. “El mensaje del gobierno nacional es coherente y yo lo acompaño pero queda muy alejado para lo que puede percibir la gente en el barrio”. Por eso trabajan fuertemente en el mensajeque dan desde el Centro de Salud. Con el objetivo de acercar lo deseable a lo posible, graban mensajes donde habla Andrea, la pediatra o el compañero de la sala de espera. Los resultados que empezaron a ver fueron buenos. Al margen, la cantidad de actividades habilitadas en la ciudad también complejiza el distanciamiento. Desde el Ceferino Namuncurá van acompañando las situaciones puntuales, por ejemplo, cuando pidieron que no se haga el gran festejo por el Día de las infancias que tiene lugar anualmente en el barrio.
La ciencia del fluir
Año 2020, estamos amenazados por un virus con un número diferente,
Y hay que proteger a las personas que no tienen las defensas suficientes
Es pensar en ti, en mí y en el resto de la gente
Hay que promover conciencia que con ciencia saldremos de ésta
Con un poco de paciencia la paz estará de vuelta
Diego, hijo de Inés, tiene veintitrés años y hace doce que está en el mundo del rap. Empezó escuchando un cd de Eminen que tenía el primo. La letra en inglés no la entendió pero le gustó el ritmo, la forma de fluir. Después empezó a escuchar rap en español y le gustó la forma poética de expresarse. Encontró en el rap una forma libre de comunicar lo que siente y lo que piensa, algo que sin la música le cuesta. Empezó a rapear de forma autodidacta. Un compañero en la escuela le hacía una base y él se ponía a improvisar arriba. Fluía. Después, con el hermano que baila break dance pensaron en armar un grupo con chicos del barrio. Así se armó un taller de rap en la casa de Inés que más tarde sería comedor y merendero. “Les enseñábamos la cultura de cómo manifestarse a través del rap, le dábamos una merienda y los chicos se iban contentos”, cuenta Diego acerca del taller que hacían de lunes a viernes una o dos horas por día cuando salían de la escuela.
El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal, lo que importa es el valor para continuar
Usemos la inteligencia, mandando un mensaje hacés la diferencia para esa persona,
Quedate en casa, no salgas de tu zona, no vayas a la plaza, razona.
Los tres hermanos bailan en el patio de la escuela. Coordinan el mismo paso mientras van rapeando de a uno. Diego, junto a Santiago de trece años y Valentín de nueve, tienen un grupo que se llama Klandestino, donde también participa el hermano mayor y otra chica del barrio que no pudo sumarse a este nuevo rap porque estaba enferma. La idea de armar un tema sobre los cuidados en época de pandemia y grabar el videoclip surgió cuando Víctor Gómez, artista visual de la zona, fue al merendero de Inés y se enteró de que unos años atrás funcionaba el taller de rap. Víctor coordina un taller (´Papá juega conmigo´) donde padres y chicos construyen juguetes. Cuando Inés le contó sobre la experiencia de sus hijos, los quiso conocer y pensaron en hacer un rap para que el mensaje llegara creativamente.
Víctor se encargó de la producción del video y pidió el permiso para filmar en la escuela. Diego, por ser el mayor de los tres, quedó a cargo de coordinar la cuestión musical. Habló con sus hermanos y cada uno plasmó sobre un papel lo que quería decir. Diego buscó la base y los tiempos.
Yo te quiero enseñar, no te automediques, esperá que venga el hospital
Si tienes fiebre alta llama al hospital,
Si te pica la garganta llama al hospital,
Si tienes algo en el cuerpo que no puedes manejar llama al hospital
Porque el covid-19 a vos te puede agarrar.
“Nosotros estamos agradecidos con la escuela de darnos la posibilidad de filmar ahí porque es donde nos educamos los cinco hermanos. Fue increíble que nos hayan abierto las puertas”. Diego dice que quedaron sorprendidos con el impacto que causó el rap en el barrio. Que se vio, se compartió y se habló mucho del tema. “Llevo años en esto y vengo sacando mis propios temas, pero éste a la gente le gustó mucho”.
Quedate en casa
La cuarentena como medida de cuidado se volvió frase y la frase se volvió hashtag y fue trending topic, slogan, pedido, ruego, prescripción sanitaria. Pero Inés retrocede unos casilleros. No es anticuarentena, lo más lejos. Simplemente se pregunta cómo hacer para trasladar las medidas generales al terreno. “Cómo puede ser que te digan quedate en casa, lávate las manos, usá alcochol, jabón, si la gente no tiene para comer. ¿Dónde va a comprar esas cosas?”. Una vez más, la respuesta a la pregunta es una acción: a través de donaciones prepararon un kit con jabón en pan, esponjita, jabón de tocador, alcohol, lavandina, jabón líquido y perfumina. También han donado caloventores, frazadas, coches, cunas y las mantas, escarpines y panceritos que tejieron un grupo de señoras.
Además de las donaciones, en el barrio Stella Maris se empezaron a organizar para hacer limpieza de manera colectiva. Los viernes después de la merienda se juntan entre vecinxs para limpiar las zanjas y juntar la basura. El objetivo es sencillo: que la higiene sea algo más que un hashtag. En palabras de Inés: “Te hablan de que tenés que tener higiene pero nosotros no teníamos zanjeo, no pasan limpiando las casas. Cuando llueve nos llenamos de agua y de barro”.
De la fábrica de iniciativas y proyectos también nació la confección de barbijos. Tienen una sola máquina de coser, por eso van rotando las tareas: una hilvana, otra corta, otra saca los hilos que quedaron. Así se van organizando en la casa de Inés, que a esta altura es un espacio multipropósito. Son entre cinco y seis mujeres que están aprendiendo a cortar y a coser. “Tenemos proyectos de seguir creciendo, ver si podemos conseguir algún espacio para hacer alguna huerta”. Inés dice que están limitadas por la pandemia, al tiempo que suma otra actividad a la lista: a las mujeres que no saben cocinar les están enseñando lo básico. “Estamos aprendiendo. Todo se hace con amor y mucho entusiasmo”.
Una complicación que empezó a emerger en el barrio, al margen de los casos de Covid positivos, tiene que ver con la salud mental a partir de la aparición de situaciones de padecimientos subjetivos graves. Andrea explica que varias personas terminan con brotes, que han tenido que medicar a más gente y que internaron de urgencia a algunos pacientes en el Agudo Ávila. “Varias de estas personas que ya venían con padecimientos graves se desestabilizan porque no pueden trabajar ni ir a los talleres que hacían porque los dispositivos sustitutivos de salud mental están cerrados. Mucho de su recorrido se les reduce”.
Pensaron en hacer un rap para que el mensaje llegara creativamente
Al cierre de esta nota los casos confirmados de COVID-19 en el barrio son cuatro. En el Centro de Salud entienden que fueron de circulación comunitaria porque no han tenido un nexo claro. Andrea también refiere al impacto personal que generaron los primeros contagios. “Venís preparándote para esa situación y el día que te dicen que el paciente que revisaste fue positivo te pegás un susto importante, empezás a repasar con quién estuviste después”. Menciona que fue muy bueno el comportamiento de los dos primeros pacientes (una pareja de alrededor de cincuenta años, ambos diabéticos). Se aislaron apenas se empezaron a sentir mal. Como eran factores de riesgo y llevaban varios días resfriados, fueron a verlos a la casa para hacer el diagnóstico. En ese momento todavía no hacían los hisopados en el Centro de Salud, por eso fueron al Hospital Carrasco donde los hisoparon y confirmaron que eran positivos. Como las dos personas vivían solas fue más fácil aislarlas. Andrea cuenta que en el barrio la noticia despertó un poco de persecución. Dice que todos querían saber qué pasaba. “Ahí volvimos a hablar con la población para contarles cómo nos manejamos, que no damos información de los otros pacientes, explicando que si querían ayudar era preguntando qué necesitan porque a cualquiera le puede tocar. Venimos trabajando en eso, en los lazos solidarios”.
El registro que le quedó a Inés de la gente que le preguntaba por las personas que se habían contagiado no lo asocia a la estigmatización sino al miedo. Dice que la gente escucha la enfermedad y se paraliza. “Nosotros les dijimos simplemente que hay que cuidarse, hacer las cosas bien con la higiene, no salir, no juntarse. En ese sentido la gente acá tomó mucha conciencia”.
A partir de esos primeros contagios, en el Centro de Salud se capacitaron para poder realizar los hisopados y no tener que derivar a los pacientes al hospital de referencia. Fue una manera también de contener la exposición y evitar la estigmatización de lxs vecinxs con la llegada del móvil que hace los hisopados. Actualmente están realizando entre quince y veinte hisopados por día. Los pacientes con síntomas entran al centro de salud por un lugar distinto al que entran quienes necesitan atención por las múltiples causas que exceden al coronavirus: problemas cardíacos, diabetes, hipertensión, ILE, embarazos, personas recién nacidas, entre muchos otros motivos. Para Andrea se trata justamente de ir todos los días y encontrarse con los problemas a resolver. Uno de los mayores desafíos que tuvieron como trabajadorxs de la salud fue aprender del virus y adaptarse a los cambios que implican la estadística y la epidemiología. Pero la especificidad del trabajo de la salud en el territorio también tiene que ver con el abordaje de la población en la vida real que excede ampliamente al libro y a la estadística. Cómo hacer para que la comunidad cumpla el distanciamiento y las medidas de cuidado. Andrea remarca que para eso es necesario que el Estado garantice condiciones de vida dignas, algo que la pandemia hizo estallar por los aires. “Si aparecen en barrios vulnerables mucha cantidad de casos es probable que sea muy difícil controlar”, advierte.
Andrea se formó en la educación pública. En la Carrera de Medicina General se fue cruzando con docentes, como Débora Ferrandini, que le transmitieron esa militancia por la salud pública. También influyó en sus elecciones la militancia que sus padres tuvieron en su juventud. La construcción de la salud pública en Rosario le hizo tomar el lugar que hoy ocupa. La residencia la hizo entre 2000 y 2003. “El 2001 me agarró adentro de la residencia. Había que estar en los barrios, acompañar las situaciones. Formo parte del colectivo de trabajadores de salud pública, concretamente de atención primaria de Rosario, que entendemos que el sistema de salud es nuestro y que lo construimos poniéndole el cuerpo todos los días”.
Sobre aquello que se potencia
Las crisis suelen poner en tensión el estado de las cosas. Son momentos donde afloran nuevos aspectos de la condición humana y donde se potencian muchos otros preexistentes. La situación generada por el COVID-19 multiplicó en muchos casos el espíritu de lo individual y el sálvese quien pueda. La militancia anticuarentena y la instalación y replicación de discursos como el de la infectadura son muestras de ello. Pero también lo son los casos de linchamiento social en los cuales se señala, persigue y estigmatiza a las personas afectadas por el virus. De esta manera se han ´escrachado´ incluso a profesionales de la salud, quienes paradójicamente son quienes ocupan la primera línea en la tarea del cuidado. En estos casos pasaron del aplauso de las nueve al insulto en las redes.
Paralelamente, la pandemia potenció en muchos casos el sentido de lo colectivo, fortaleciendo los lazos entre quienes forman parte de la comunidad. El 3 de agosto, Mel Talavera, vecina de Ludueña, publicaba en su muro de facebook:
Yo vivo en Ludueña. Estoy más que emocionada por cada gesto de los vecinos en éste tiempo de aislamiento que estamos viviendo con mi familia, tenemos COVID19 y no es un delito! Es un virus comunitario que ya es una realidad entre nosotros… estoy llorando mientras escribo, porque mientras muchas personas están escrachando o hablando e inventando chismes sobre los enfermos de covid, otras están ocupadas en ayudar sin criticar.
Desde el inicio de la pandemia todas las políticas públicas en términos sanitarios pusieron el foco en la contención de la curva de contagios, en un primer momento para ganar el tiempo suficiente para preparar la estructura del sistema de salud, y en una segunda instancia para evitar el colapso. La ocupación de camas por COVID-19 en Rosario llegó al 10% en el sistema de salud público y privado. Esa es una de las variables que tienen en cuenta para tomar las decisiones sanitarias. Otra variable es la tasa de duplicación, es decir, cada cuántos días se duplica la cantidad de contagios. La tasa de mortalidad es otro aspecto que se monitorea constantemente. El colapso del personal de salud es otra variable a tener en cuenta. A partir de los contagios que aparecen en los servicios de salud, un porcentaje de ese personal tiene que ser aislado. A eso se suma el cansancio y el estrés de quienes se encontraron en la situación de trabajar en una pandemia.
En Rosario el 28 de agosto se notificaron 267 positivos, mientras que en la provincia hubo 508 casos. Si bien son los números más altos desde el inicio de la pandemia, a pesar de las proyecciones es imposible saber cuál será el pico de contagios, tanto a nivel local como nacional. Incluso, el periodismo de cifras es limitado y pierde vigencia rápidamente. Las 2.200 personas aisladas al 27 de agosto seguramente aumentarán conforme pasen los días y se multipliquen los contagios. Lo mismo pasará con la cantidad de casos totales registrados hasta el momento en la ciudad (3.176) y en la provincia (6.739). Según informó el Secretario de Salud municipal, Leonardo Caruana, en una semana se duplicó la ocupación de camas para pacientes afectados por la enfermedad y bajó de 14 a 11 días el tiempo de duplicación de casos.
Andrea menciona algunos motivos que explican el hecho de que Rosario haya contenido la curva durante un tiempo prolongado. Por un lado, el alto acatamiento de la población en la primera etapa del aislamiento, incluso en los barrios donde se logró reducir mucho la movilidad. Pero también por el sistema de salud pública de la ciudad en donde, según palabras de Andrea, “hay trabajadores de salud comprometidos con las poblaciones”. El sistema de salud pública local muchas veces es referencia nacional. Una de las particularidades es que en todos los barrios hay un centro de salud.
En relación con las condiciones laborales del personal de salud, Andrea hace una diferenciación entre quienes trabajan en dependencia de la municipalidad de lxs trabajadorxs provinciales. Dice que “a los compañeros de la provincia les está costando mucho tener un armado constante de los elementos de seguridad”, que ahora los tienen pero que les llegaron mucho más tarde y que en relación a lo remunerativo también hay una diferencia entre Municipalidad y Provincia. Tanto la Asociación de Médicos de la República Argentina (AMRA) Seccional Santa Fe, que nuclea a lxs médicxs que prestan servicio en los Hospitales, SAMCO y Centros asistenciales dependientes del Estado provincial, como Si.Pr.U.S. (Sindicato de Profesionales Universitarios de la Salud), vienen realizando diversas medidas de fuerza reclamando por las condiciones de trabajo precarias, la falta de pago de los salarios e irregularidades en las contrataciones, entre otras reivindicaciones.
La doctora Montaner trae a colación una anécdota que trasluce aquello de que el cuidado individual tiene un impacto colectivo. A partir del fallecimiento de un vecino que tenía a cargo un comedor, que era asmático y que tuvo una complicación respiratoria sin relación con el coronavirus, desde el Centro de Salud fueron a acompañar a la familia. “Empiezo a disculparme porque no lo va a poder velar aunque sea doloroso, y él me dijo ´no doctora, para mi es mejor así porque a mi hijo lo quería todo el mundo, si viene un montón de gente a despedirlo esto se convierte en una tragedia´”.